cultura
El talento y la tragedia
Philippe Seymour hizo numerosos protagónicos que le valieron un gran reconocimiento del público y de sus pares, por su capacidad de transitar personajes muy diversos.
Su rostro era fácilmente reconocible, todos sentían que lo habían visto en alguna película. Las posibilidades eran muchas: El gran Lebowsky, Patch Adams, El talento de Mr. Ripley, El Dragón Rojo, Capote, Misión Imposible 3, Antes que el diablo sepa que has muerto, Los juegos del hambre, y El hombre más buscado, entre una lista difícil de enumerar. Philip Seymour Hoffman era un rubio de rostro rechoncho, que se lucía tanto en los protagónicos como en los papeles secundarios, que parecía comprender perfectamente lo que cada director pretendía de él. En veinte años de carrera había actuado bajo las indicaciones de realizadores de la exigencia de Sidney Lumet o los hermanos Coen. Su solvencia abrumadora parecía estar a la altura de todos los desafíos.
De niño era aficionado a la lucha libre y al béisbol, pero a los 12 años sucedió algo en su vida: Arthur Miller. Fue a ver con sus compañeros de colegio una puesta de “Todos eran mis hijos”, a partir de allí, nada siguió igual: “Esa experiencia me cambió, me cambió para siempre. Fue como un milagro para mí”. Dos años después sufrió una lesión en el cuello que lo alejó de los deportes, y quedó a solas con la única pasión que podía seguir practicando, el teatro. Se unió a un grupo de teatro y sintió el vértigo y la delicia de subirse a un escenario: “Me encantaba la camaradería, la gente, y fue entonces cuando decidí que era lo que quería hacer”. Sintió que para ser actor debía someterse a una formación estricta, e ingresó en la Escuela de Arte de la Universidad de Nueva York.
Su primera aparición ante cámaras fue en un episodio de La ley y el orden, en 1991, en un episodio titulado La violencia del verano. Un año después se lo pudo ver en la pantalla grande haciendo un personaje de malcriado en Perfume de mujer. La película recaudó 134 millones de dólares e hizo preguntar a muchos quién era ese muchacho que había hecho tan bien su papel. Phil dijo en una entrevista, a propósito de ese filme: “Si no hubiera entrado en esa película, no estaría donde estoy hoy”. Hasta entonces aparecía en los créditos como Phil Hoffman, para evitar que le pregunten si era familiar de Dustin, empezó a utilizar el apellido materno.
Poco tiempo después, estaba dirigiendo obras teatrales fuera del circuito de Broadway, porque llevaba el teatro en la sangre y se mantuvo fiel hasta el final a esa vocación. En 1995 se unió a la Compañía de Teatro LAByrinth de la ciudad de Nueva York. Hasta que en 1997 su carrera dio un volantazo, con una seguidilla de cinco películas que lo pondrán en la palestra. En 1998 trabajó en Happiness, una comedia negra sobre la cual dijo: “No fue fácil. Es duro estar sentado en calzoncillos y masturbarse delante de la gente durante tres horas. Estaba bastante pesado y tenía miedo de que la gente se riera de mí. Todd dijo que podrían reírse, pero no se reirían de ti. Vio por qué estábamos trabajando, que era el patetismo del momento. A veces, actuar es algo muy privado que haces para el mundo”.
El 2005 fue el año en que arrasó con todos los premios al ponerse en la piel del escritor Truman Capote, en una película que no solo le valió el Oscar, sino una seguidilla de premios que parecían caérsele encima por algún mecanismo descompuesto.
Se manejaba con comodidad en el papel de personajes retorcidos, como el Secretario de Estado del líder sectario en The Master, o pergeñando tétricamente los pasos de una nueva edición de Los juegos del hambre. Philippe Seymour murió el 2 de febrero de 2014, su cadáver fue encontrado al mediodía en su departamento de Manhattan, con una aguja en su brazo.