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El trabajo de sacarle una sonrisa a los niños sobre una calesita

En el Día del Trabajador, diario Hoy habló con el hombre detrás de la calesita del Parque San Martín, que nos cuenta anécdotas de sus años en este singular oficio.

Poco después de haberse resguardado en la pequeña boletería, Rodolfo lamentó aquella hora incierta de la tarde en que prefirió hacer unos pesos más antes que escapar de la tormenta. Ya era tarde: el agua arremetía en todas las direcciones y, para colmo, los pibes de la plaza habían saltado el alambrado para cubrirse del agua bajo el toldo de la calesita. Desde el cuartito escuchaba cómo pisoteaban todo y le dio rabia pensar que al otro día iba a tener que reparar el barco o alguno de los caballos. “Entonces salí y les grité de todo”, cuenta Rodolfo Picone a diario Hoy sobre uno de los tantos episodios que vivió en la calesita que tiene en el Parque San Martín de La Plata.

Aquella vez reflexionó y les pidió perdón a los chicos, porque quizás la calesita era el único lugar que tenían a donde ir: “Cuando me fui cerré con llave, total ellos sabían saltar. Y les dije que me hicieran el favor de no romper nada”.

Poco después, Rodolfo Picone escribió una obra de teatro que trata de un grupo de vándalos que destroza la calesita de un hombre viejo y entusiasta que se empeña en sacarle una sonrisa a los niños. El precio, una sonrisa, lo convirtió a Rodolfo en dramaturgo: el teatro es la otra gran pasión de su vida. Luego armó un elenco y la presentó por primera vez en el teatro del Colegio de Odontólogos de La Plata. Así empezó un largo camino de reconocimientos por su obra. Pero nunca dejó de ser calesitero.



“Creo que ando por los 64”, dice el hombre que desde los 17 trabajó como empleado administrativo y luego tuvo un departamento que vendió para ponerse una cafetería, que pasado un tiempo también vendió. Después trabajó en una mueblería, hasta que en los 90 se le ocurrió tener una calesita.

“Siempre fui una especie de buscavidas”, reconoce Picone, que tuvo su primera calesita en Plaza Belgrano. “La calesita es ese diminuto circo que jamás debiera desaparecer. Tiene un poco de la magia del circo; incluso, si la mirás bien, es como un circo: la forma, la lona. Lamentablemente fueron desapareciendo, quedan pocas”, lamenta, y agrega que no se hace plata con una calesita: “No vas a encontrar un comerciante detrás de la calesita. Generalmente es un bohemio muy especial”.

Y un día llegó la pandemia

Rodolfo Picone reabrió su calesita hacia finales del año pasado, cuando las medidas sanitarias lo permitieron. El cierre fue un tiempo difícil –casi 10 meses–, pero también fue un momento de cambios porque hizo varias refacciones y pudo renovar la calesita. Durante todos aquellos días que duró la primera ola, Rodolfo vio muchos chicos que se acercaban al cerco y lo miraban trabajar. Sentía un dolor terrible porque no podía encender el motor para ellos. “Me partía el alma verlos apoyados contra el alambrado mirando para adentro”, confesó.

“A esta, cuando la encendemos, le doy un envión”, revela Rodolfo mirando la calesita, y agrega: “Porque cuando no la empujo saltan los tapones. Quizás porque es antigua, no sé si pasará lo mismo con las calesitas nuevas. Pero no es muy pesada, es más que nada cancha”. Siempre, con un empujón la calesita de Rodolfo arranca.

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