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El verdadero origen de los samurái

No sólo son emblemáticos guerreros de Japón, sino sostenedores de una cultura y una ética fuertemente enraizadas en la historia de ese país.

En la cultura japonesa, bushido significa “el camino del guerrero”. Se trata de un código ético y filosófico que surgió en el Japón feudal y se convirtió en la base de la conducta samurái. Este código abarcaba una amplia gama de principios y valores que regulaban la vida de los samuráis y marcaban su comportamiento en el campo de batalla, así como en la vida diaria. A lo largo de la historia, el bushido ha dejado una profunda huella en la cultura japonesa y ha influido en la forma en que los japoneses se ven a sí mismos y a su sociedad.

Hacia el año 794, en las provincias más agrestes del país, empezaba a hacer su aparición un tipo de guerrero que pronto impondría su ley y que acabaría encarnando el espíritu japonés durante más de un milenio: el samurái. Al principio, al samurái se le llamó de diversas maneras: tsuwamono, mononofu, bushi… A veces también se le llamaba yumiya hito, “gente de arco y flechas”. Pero el término que acabó imponiéndose fue el de samurai, es decir, “servidores”, de donde procederá la palabra que ha hecho fortuna en las lenguas occidentales, samurái.

Sobre sus orígenes existen diversas tesis. La mayoría de los historiadores sitúa a los primeros samuráis o servidores armados como defensores de una propiedad agraria. Como quiera que sea, en el siglo X los samuráis formaban ya una clase social muy bien definida, que se caracterizaba por la propiedad de la tierra y la actividad guerrera. Su condición se transmitía incluso hereditariamente.

El último samurái, una gran epopeya de Hollywood que tuvo a Tom Cruise en el papel protagónico, cuenta la historia de Katsumoto, un samurái rebelde que dedica su vida a luchar contra las fuerzas que cree que están corrompiendo los valores tradicionales de Japón. Como se ve a través de los ojos del capitán del ejército de Estados Unidos Nathan Algren (que es contratado por el Ejército Imperial de Japón para ayudar a luchar contra los rebeldes, pero es sometido a cautiverio por ellos), Katsumoto y su grupo de samuráis rebeldes personifican al guerrero honorable: intrépido, entregado a su deber, trabajador y disciplinado, pero también educado y benevolente con su cautivo. Después de atestiguar la nobleza de los samuráis, Algren cambia de alianza para ayudar a Katsumoto en su fatídica misión. Pero quien llegó más hondo en el abordaje cinematográfico de esa cultura, fue el director japonés Akira Kurosawa quien, en Los siete samurái , muestra a un puñado de guerreros capaces de defender a un pueblo campesino asolado por bandidos, arriesgando su vida tan solo por dos porciones diarias de arroz.

A pesar de ser uno de los innumerables libros escritos sobre Bushido (El camino del guerrero), el libro de Nitobe sigue siendo la fuente más influyente para quienes buscan comprender un sistema de valores que continúa impregnando muchas facetas de la sociedad japonesa actual. Bushido, según el autor, instruyó al samurái a tener un fuerte sentido de la integridad y del coraje para ejecutar esa justicia. Predicaba la benevolencia y la cortesía, la veracidad, el honor y la lealtad a una autoridad superior.

Hay una extraordinaria foto registrada en los Juegos Olímpicos de Tokio en 1964 que refleja la integridad y la honestidad de la cultura japonesa a través de uno de sus principales deportes, el judo. En primer plano se ve el nudo que conforman los dos luchadores y, atrás, las caras del público en las primeras filas. Por cada occidental hay por lo menos cinco orientales; las caras occidentales muestran las diversas variantes que van de la sorpresa a la alegría, las orientales hacen gala del cliché que iguala hieráticamente todos los rostros de ojos rasgados. Lo que sucedió entonces ha ingresado en el anecdotario olímpico que repite la vuelta al mundo cada cuatro años: cuando los holandeses del rincón del peleador holandés Geesink saltaron como resortes al tatami para abrazar al flamante campeón, este los detuvo con un gesto perentorio y dedicó a su adversario la reverencia protocolar con que concluye simbólicamente todo enfrentamiento en el judo. Todos los diarios nipones hablaron al día siguiente del bushido del vencedor, su concepción “japonesa” del honor.

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