cultura

Entrevista a Giselle Krüger

La periodista y productora de televisión es la autora de Malasangre, que se presentará el próximo lunes 6 de mayo en la Feria Internacional del Libro.

Suele afirmarse que la distinción entre pasado, presente y futuro es sólo una ilusión obstinadamente persistente. En ese sentido, la periodista Giselle Krüger acaba de publicar Malasangre, una novela autobiográfica en la que reconstruye su oscuro pasado familiar, a raíz del desesperante insomnio de su hija Alina. El próximo lunes 6 de mayo a partir de las 19:30 la autora realizará la presentación del libro junto a Marisa Barossi en la Sala Carlos Gorostiza, en el marco de la Feria Internacional del Libro.

—¿Cuándo te convenciste que había una relación directa entre el insomnio de tu hija recién nacida y tu historia personal?

—Cuando recordé que yo de chica no dormía. Una pregunta que fue clave para despertar el pasado: mi imagen de niña aterrada en la oscuridad era como yo la estaba viendo a mi hija a diario. Ahí dije: esto tiene que tener relación… de otra manera no se explica.

—Vos también padecías de insomnio en tu adolescencia. ¿Qué recuerdos tenés de esa época?

—Tenía muchos recuerdos (tapados hasta ese momento de la pregunta, por cierto) momentos míos teniendo miedo a cerrar los ojos. Precisamente me daba mucho miedo dormir: en el transcurso del sueño podía ocurrir esa tragedia tan temida. Yo tenía pesadillas con que mi abuelo nos podía asesinar y por eso no dormía.

Nosotros éramos seis personas prácticamente encerradas en una pieza. El abuelo no estaba a gusto si rondábamos por la casa entonces todo lo hacíamos en esas cuatro paredes. El espacio era muy chico para tantos. Y cada vez que salíamos por alguna razón, el abuelo nos perseguía. Esa persecución me hizo vivir con terror adentro de mi propia casa.

—¿Qué recuerdos personales tenés de tu abuelo?

—La mayoría de los recuerdos que conservo con él son de situaciones de estar en peligro. Me hubiera encantado tener algún otro, quizás una foto, el calor de un abrazo, la sensación de una caricia… pero no… él no lo quiso así o no pudo querernos y lo acepto. Quizás esa forma tenía que ver más con lo que era él que con lo que éramos nosotros. Y eso es parte del aprendizaje mío, también. Si el otro no te quiere no hay nada que puedas hacer… no tiene que ver con lo que vos hagas, simplemente pasa por el otro.

—Hacé una semblanza de quién fue tu abuelo, y cuáles fueron los hitos principales de tu investigación para saber quién era..

—Yo necesitaba reconstruir su persona. Y en ese proceso encontré un personaje. Porque de verdad, a la vista de las cosas su comportamiento era de mínimo, extraño. Yo no sabía quién era. Había vivido 12 años con él y nunca supe quién era, empecé a investigar a toda mi familia. Y hallé entre recuerdos, confesiones e investigaciones un perfil. Mi abuelo tenía clavada en la cabecera de la cama el águila imperial. Yo lo había visto, pero no lo recordaba, cuando era niña tampoco sabía qué significaba.

Para nosotros siempre había sido un simple corredor de bolsa, hasta que en plena investigación Pedro Filipuzzi (un destacado investigador del nazismo) me revela que había conocido a mi abuelo, que él trabajaba en el lBanco Germanico de Américas del Sud, y para dar fe de ello, me acerca un dato clave: me dice que mi abuelo se había jubilado para marzo o abril del 1985 con ese dato corrí a ANSes, y luego de unas semanas llegó la confirmación. Mi abuelo se había jubilado el 26 de marzo de 1985 bajo la categoría de corredores, prestamistas y cobradores. Todo eso sumado al testimonio de mi viejo y sus vivencias de niño. Entre todas las piezas logré armar el rompecabezas de su vida y la mía.

—¿Cuándo decidiste que esta historia trascendiera lo personal y tomara forma literaria?

—Cuando sentí que ya no lo quería tener conmigo. Contarlo fue una forma de sacármelo de encima. Y en ese proceso de transformarlo lograr también que cada lector pueda hallarse de niño o de madre aunque no coincidan las experiencias. Hay mucho en la novela de “vida real” creo que ese es el gran valor que tiene. Que lo lees y te podés encontrar en muchos pasajes.

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