cultura
Entrevista a Juan Bautista Duizeide
Escritor y marinero que en el mes de marzo comenzará un curso sobre la literatura argentina leída a través de sus ríos.
Nació en Mar del Plata, vivió mucho tiempo en nuestra ciudad, y desde hace algunos años está radicado en una isla del Tigre. Fue piloto de ultramar, viviendo la pasión de navegar transmitida por tantos libros. Es un narrador de voz precisa y escritura vigorosa como lo demostró en Kanaka, Cuentos de navegantes y Vuelta encontrada, entre otros libros. Durante ocho encuentros que se sucederán entre marzo y abril, coordinará un taller de lectura en Notanpuan, una librería y editorial de San Isidro, en el que confluirán la literatura argentina y los ríos.
—¿Cuáles son los ejes del curso?
—Son ocho encuentros, todos los jueves de marzo y abril. El recorrido es bastante extenso. Hay algo que es un lugar común y es una falsedad o una verdad a medias: se suele decir que Argentina da sus espaldas a sus espacios acuáticos. Sin embargo, los ríos están sumamente presentes en la narrativa, en la poesía, en el cancionero. Voy a tomar textos que son previos a la existencia de la nación Argentina, pero que están relacionados con nuestro territorio –por ejemplo, fragmentos del libro de viaje del explorador español Álvar Nuñez Cabeza de Vaca que, además de ser un gran aventurero, fue uno de los humanistas (si cabe la palabra) dentro de los conquistadores-.Cómo fue viendo la literatura los ríos de la República Argentina, y qué preguntas nos podemos hacer hoy respecto a esos textos situando en nuestra lectura actual de Sarmiento, Roberto Arlt, Conti o Sara Gallardo.
Un espectro muy variado
—Voy a trabajar con cuentos y poemas completos, y en el caso de novelas y ensayos largos voy a tener que tomar necesariamente fragmentos y oficiará como una invitación, una provocación a leer los textos completos.
—Este año se cumplen cien años del nacimiento de uno de los autores que vas abordar en el taller, Haroldo Conti. Decí lo que quieras sobre él.
—Yo quiero hacer un homenaje y estoy trabajando en dos sentidos. Por un lado, estoy intentando- y no sé si voy a llegar a hacerlo- un libro de ensayos acerca de la relación entre la literatura de Haroldo Conti y los objetos, con un artista visual de La Plata. Por otro lado, vamos a estar junto a mi compañera, Fabiana Di Luca -artista visual y docente de Historia del Arte-, dando clases en Berlín. Entiendo que tiene que ser algo junto a alguno de los ríos de Berlín. Haroldo Conti es un autor difícilmente asimilable para las efemérides fáciles. Sigue siendo un autor problemático.
—¿Qué es lo que lo vuelve un escritor problemático?
—Uno de los problemas es la forma de escritura de Conti, sobre todo, en sus novelas más interesantes - "En vida" y "Sudeste"-, muy influidas por otro autor que en aquella época estaba muy en boga, Cesare Pavese. Son novelas donde no deja de haber conflicto, un cierto nivel de intriga y la construcción de ambiente. Alguna persona un poco desprevenida ante ese lenguaje diría que se trata de una melodía en la que no hay ritmo o hay un ritmo muy lento en todo caso. Es una forma que resulta extrañísima.
—¿Y el aspecto político?
—Ahí hay otra dificultad. Hay todavía cantidad de lectores que cualquier cosa que les huela a años 60 o 70 "vade retro"; o sea, de entrada, piensan que eso no tiene nada que ver con sus intereses, que no les puede gustar, que es algo de otro tiempo pasado y casi diría sepultado. Y se pierden a un gran narrador, que me parece sigue siendo original, una voz muy reconocible y que es únicamente de Haroldo Conti.
—¿Dónde está la política en los textos de Haroldo Conti?
—Está muy entreverada con los pequeños conflictos cotidianos de la gente, con la forma de ver el mundo, de relacionarse, de amar. Precisamente creo que esa complejidad humana y literaria de Conti es la que lo hace interesante y un tipo a redescubrir.
— ¿Cuándo fue la primera vez que navegaste?
—La primera vez que navegué en una embarcación tenía 13 años. Fue en un viaje de instrucción en el Liceo Naval. El barco se llamaba "Capitán Brizuela" y fue un viaje a Ramallo y un cruce a Colonia, con la cola de una sudestada. Me acuerda que el agua pasaba de lado a lado de ese pequeño barco que había sido lo que se llamaba un vapor de la carrera. La cocina estaba situada en la cubierta principal. Recuerdo el detalle de que los cocineros estaban con botas altas y ropa impermeable porque había como 30 o 40 centímetros de agua en la cocina por la tormenta. Yo estaba un poco descompuesto; pasé por allí, se ve que medio tambaleante, y los cocineros me ofrecieron un sanguche de chorizo colorado. Se ve que mi hambre de cadete fue bastante más grande que mi descompostura, porque lo acepté, me lo comí y se me pasó todo.