Su libro más reciente es La Llorería, tres historias reales que se funden en una narración que tiene el ritmo narrativo de una novela.
La desolación de un amor abruptamente terminado, un viaje iniciático por Latinoamérica, y la lenta despedida de su madre son los tres temas que Martín Sivak engarza delicadamente en La llorería, sin duda, uno de los mejore libros publicados durante el 2025, y que fuera presentado en el mes de noviembre en el club Estudiantes de La Plata. Es autor, entre otros libros, de El salto de papá, que cuenta la historia de Jorge Sivak, un banquero comunista que se suicidó en 1990, y varias obras dedicadas a Bolivia, entre los cuales, sobresale Jefazo: Retrato íntimo de Evo Morales, que fuera traducido al inglés, francés, italiano y chino-.
—Empezaste a escribir de muy joven.
—El primer libro lo empecé a escribir a los 19 años. Me llevó como un viento furioso las ganas de contar algo, a pesar de no estar preparado.
—¿Por qué comenzaste con Bolivia?
—De los 19 a los 25 años el gran tema de mi vida era cómo denunciar a Hugo Banzer, dictador boliviano de la década del 70 y después elegido democráticamente en el 97.Mi primer trabajo de periodista fue para un diario boliviano. Tenía 18 años. El director de ese diario me había dicho A mi papá lo mataron en Buenos Aires en el 76, vos podés hacer unas notas sobre eso. Me interesaba mucho la política latinoamericana, mi sueño de periodista era viajar por América Latina. Gregorio Selser, García Lupo, Walsh eran mis referencia. De repente, a esa edad, me encontré con un mundo casi mágico y, sobre todo, la posibilidad de contar algo. ¿Voy a descubrir un crimen 20 años después? Era una pregunta que obviamente me excedía.
—Pero te embarcaste en esa aventura.
—Fui bastante inconsciente. El libro se publicó dos días después de la asunción de Banzer. Hice el libro entre los 19 y 21 años, los viejos funcionarios banzeristas me veían muy chico, con acné, les hacía preguntas inocentes y ellos se explayaron mucho.
—¿Cómo se fue desarrollando tu relación con Evo Morales?
—En el año 95 yo trabajaba para un diario boliviano, Evo Morales era por entonces un dirigente sindical. Lo conocí en Buenos Aires: él vino a participar de un seminario en la Facultad de Filosofía y Letras de Puan. Lo entrevisté- yo tenía 19 años y él 34-. Durante todos esos años en que yo viajaba a Bolivia por el libro de Torres y de Banzer, era una de las personas que más veía.
—¿Pensabas que iba a ser presidente?
—Todo lo contrario: yo estaba convencido que lo iban a matar o que le iban a meter dos kilos de cocaína en un bolso para sacarlo de escena. Cuando él llegó a la presidencia, yo vivía en Inglaterra y lo llamé diciéndole que quería escribir un libro, no una biografía tradicional sino estar con él todo lo posible. Me invitó a Bolivia y durante un año o año y pico fue una situación de privilegio, me permitió ir a las reuniones de gabinete, viajaba con él, participé de una reunión con Gadafi en la carpa de la embajada de Libia en Nigeria; con Chaves, etc.
—¿Qué te fue alejando de él?
—La hiperpersonalización, la obstinación de quedarse a toda costa, hizo que todo ese proceso tan transformador se desvirtuara. Jefazo es el libro del ascenso y Vértigos de lo inesperado es el libro del descenso, un libro mucho más crítico y escrito también desde esa cercanía. En ambos libros el acceso me permite ver la descomposición o declinación de un proyecto político.
—¿Cómo surgió la idea de escribir “La llorería”?
—Yo había publicado en 2017 un libro sobre mi papá, y durante un año y medio, no tenía tema de libro. Empecé a escribir un documento privado, el diario de una separación, de una ruptura. Durante dos meses anoté los detalles más irrelevantes de mi vida cotidiana. En esos momentos de agobio y desesperación uno cree que es la primera vez en la vida que alguien deja a alguien.
—Y empalmaste eso con la historia de un viaje.
—Entre los 25 y 26 años hice un viaje de Buenos Aires a Tijuana con un documentalista británico- . Él había hecho documentales muy buenos sobre Medio Oriente. Esas dos historias que no tenían absolutamente nada que ver empezaron con la escritura a convertirse en un posible libro.
—¿Cómo entra la tercera historia que forma parte del libro?
—En el primer intervalo del viaje, el documentalista volvió a Londres porque iba a tener a su primer hijo y yo volví a Buenos Aires. En los siguientes 9 días murió mi madre, que tenía un cáncer de pulmón. Esas tres historias que parecen inconexas forman parte de La llorería, con el espíritu de contar lo que me importaba contar.