CULTURA

Escritores interpretando un crimen

En los años sesenta un hecho policial sacudió a la opinión pública de nuestro país. Una publicación de la época recurrió a escritores famosos para que dieran su versión de los hechos.

Interés General

31/12/2025 - 00:00hs

Todos los medios periodísticos de nuestro país –no sólo los amarillistas-, dieron cuenta de la noticia: La directora de un colegio inglés fue asesinada en su despacho, por un alumno de 17 años - hijo de un conocido empresario-, quien fue al colegio armado con un revólver. Los disparos atrajeron al portero del establecimiento quien detuvo al homicida. Esa fue en síntesis la información que circularon por todos los medios periodísticos un día de 1968.

Dos jóvenes editores de entonces: Alberto Manguel –quien muchos años después sería director de la Biblioteca Nacional- y Guillermo Shaveltzon –quien devendría en uno de los principales agentes literarios de nuestro país-, intuyeron que ese suceso trágico podía ser materia de creación literaria. Reunieron en sus oficinas a ocho escritores para proponerles escribieran relatos que desarrollaran literariamente el episodio que había producido tanto impacto público.

Los autores convocados fueron Dalmiro Sáenz, Marta Lynch, Estela Canto, Abelardo Arias, Leónidas Barletta, Manuel Mujica Lainez, Roger Pla y Eduardo Quiroga. Todos aceptaron de inmediato la propuesta de escribir un relato. Cinco de los escritores coincidieron en presentar a un padre autoritario, todos construyeron el trasfondo de una sociedad espiritualmente en descomposición.

Abelardo Arias declaró que nunca había tenido nada que ver con un episodio policial, pero eso no era un obstáculo para escribir un cuento de ese género. Afirmó que no le molestaba trabajar por encargo, por el contrario representaba para él un estímulo ya que se calificaba como “un escritor de poca imaginación”. Su relato se titula “Pestañita”. Dijo que se trataba de un tema con el que quizá hubiera escrito una novela: “atrapó mi interés porque me permitió ensayar la búsqueda, la elaboración del lenguaje de una generación, la recreación de una mentalidad. Me apasiona el mundo de los adolescentes. Tal vez porque, fundamentalmente, ayuda a recobrar lo que uno ha perdido”.

La escritora a la que Jorge Luis Borges dedicó “El aleph”, Estela Canto, decidió contar su historia desde la primera persona, metiéndose en la cabeza del asesino: “No había lugar para hacer un relato policial; el asesino se conocía desde el principio. Por otro lado, lo interesante era desenmarañar el problema psicológico que determinó el hecho”.

Dalmiro Sáenz, quien ya había escrito muchos relatos en los que se manifiesta desnuda la violencia y no temía salpicar de sangre sus historias. La violencia estuvo presente no solo en su literatura, sino en su propia militancia, en una época en que la violencia revolucionaria era considerada el único camino para transformar de raíz una sociedad. En el libro, narra la historia de un adolescente de 17 años que llega a sentir la superioridad de poseer un arma: “Podría haber buscado la causa del crimen en la personalidad paterna, pero ése es un recurso fácil”. Lo mismo pensó Marta Lynch: “La rebeldía, la salida agresiva frente a un padre que se impone, son las repuestas más frecuentes. Después de escribir el cuento tuve curiosidad por saber qué podía pasar una vez que el libro se publicara y le escribí a la familia del chico. Me contestaron que el asunto no les interesaba, que para ellos era un problema superado”.

Costaba imaginar al preciosita Manuel Mujica Lainez sumergiéndose en las escabrosidades de una noticia policial de esas características. Lo tomó como un trabajo más por encargo: “Al fin de cuentas soy periodista desde los veinte años y he procedido como un periodista. Me dieron el tema y la extensión, y lo hice. Además, para qué vamos a macanear, lo escribí en media hora. Un hombre que tiene veinte libros no compromete su futuro literario porque publique un cuento en una antología. Yo no tengo la culpa si los demás eligieron hacer cosas serias. Si el chico de ellos está conflictuado, el mío es un pavito”.

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