Un estudio del Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario midió las consecuencias ecológicas de los focos.
Un año después de que el fuego comenzara a consumir 328.995 hectáreas de humedales y bosques del Delta del Paraná, un estudio evalúa la magnitud de los daños en esa zona del país. De acuerdo al reporte de los especialistas, si bien hay zonas de pastizales donde se ha observado un reverdecimiento, los bosques de especies leñosas y la fauna autóctona en general todavía padecen las consecuencias de los incendios forestales. Los suelos, por otro lado, muestran una degradación significativa de sus cualidades.
Entre enero y septiembre del 2020, se quemó cerca del 14 por ciento del delta del Paraná. Un 86 por ciento de ese territorio pertenece a la provincia de Entre Ríos, un ocho por ciento a Buenos Aires y un seis por ciento a Santa Fe. De las áreas quemadas, la gran mayoría pertenecían a zonas de actividad ganadera (290.003 hectáreas), unas 173.816 hectáreas correspondían a áreas naturales protegidas y 2.402 hectáreas pertenecían a bosque nativo.
De acuerdo al estudio, los suelos de las zonas afectadas quedaron compactados y perdieron hasta un 60 por ciento del fósforo almacenado. Su fertilidad, de esa forma, disminuyó notablemente. A su vez, con la pérdida de vegetación y la quema de hasta 16 toneladas de dióxido de carbono por hectárea, se redujo su capacidad para neutralizar las emisiones de gases de efecto invernadero.
El informe fue realizado por el Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), que opera desde el Centro de Estudios Territoriales de la Facultad de Ciencias Agrarias. Entre otras tareas, el órgano se encarga de reportar el impacto de esta clase de eventos y de monitorear los posibles focos de fuego en 24 puntos de la región. Para hacerlo, se sirven del uso de “geotecnologías” como sensores remotos satelitales y aéreos, sistemas de posicionamiento global GNSS/GPS, y Sistemas de Información Geográfica, entre otras.