Falleció por coronavirus un excombatiente de Malvinas condecorado
Rolando Mario Spizuoco de la ciudad de Dolores, falleció en el día de ayer. Había sido condecorado con la medalla de honor durante el combate en las Islas Malvinas.
Una triste noticia se dio a conocer en el transcurso del día cuando se anunció el fallecimiento de Rolando Mario Spizuoco en nuestra ciudad. Será homenajado con un oficio religioso en la capilla de la Resurección y posteriormente en el Regimiento Nº7 de Infantería.
Spizuoco, héroe de Malvinas, era Sargento 1º y tras el combate fue condecorado con la medalla de honor por su participación en la batalla de Monte Longdon, que tuvo lugar en la Guerra de las Malvinas entre las fuerzas británicas y argentinas.
Aquella batalla que tuvo lugar en el Monte Longdon el 11 de junio de 1982, hasta la madrugada del 12 de junio, es recordada como una de las más importantes por su forma de combate cuerpo a cuerpo y por el lugar estratégico que significaba esa posición.
Aquella noche la historia recuerda que Rolando Spizuoco fue herido, pero de todas formas fue quien se arriesgó para salvar la vida de mucho de sus compañeros heridos pertenecientes al pelotón de Juan Domingo Baldini.
Spizuoco, en una de sus visitas a Puerto Madryn, dedicó una emotiva carta a dicha ciudad:
"Veníamos presos en el Canberra, derrotados, sucios, heridos en la carne, en el alma y en el orgullo. Veníamos del mismísimo infierno” comienza relatando. “Atrás en esas Islas Malvinas Argentinas regada y nutrida su turba con sangre y carne de oficiales, suboficiales y soldados argentinos. Habían quedado también los ataques aéreos, los cañoneos navales y terrestres. Todo ahora era silencio, desolación, coraje y muerte derramada sobre esa turba helada. Yacían allí cientos de cadáveres de ambas naciones en pugna… Después de ese aquelarre de sangre y muerte, regresábamos a casa con la más angustiante mochila que un soldado puede cargar: La derrota y la humillación de haber tenido que rendir las armas frente al enemigo. Sólo nuestra invencible Bandera fue salvada de ser atada al carro del enemigo victorioso. ¡Cuánto dolor y cuánta vergüenza!
Llegamos a Puerto Madryn al fin. A nuestros flancos navegaban dos fragatas argentinas custodiando la entrada a puerto. Los ingleses nos trataron como auténticos Caballeros de Armas y nos saludaban al bajar con sus oficiales a la cabeza, uno por uno. Bajamos en esa hermosa ciudad austral argentina.
Hasta el hambre ya no me acuciaba. Sólo una demoledora vergüenza y una infinita tristeza por los hombres perdidos. Nos llevaban en camiones. Así transitábamos las calles de Madryn en aquel lejano 1982, donde cada hombre sin distinción de jerarquías, nos recibimos de jóvenes VG. Algunos cabos y soldados nuestros ni siquiera habían cumplido 19 años ¿Chicos de la Guerra? Blasfemos. Hombres y Soldados, de eso nos habíamos recibido. Yo me ufano de decirles Caballeros de Armas y Soldados Héroes de Guerra.
Entonces como un bálsamo reparador, como una caricia, como una brisa de amor y reconocimiento surge el recuerdo emocionado de aquel lejano ’82 cuando Madryn nos acogió en su seno. Imposible no amar entrañablemente a Madryn. Lo veo, estremecedoramente real entre las brumas del tiempo y mis ojos empañados de lágrimas. Veo sus mujeres llorar, abrir los brazos al cielo, correr al lado de los camiones, saludándonos, pidiéndonos algo nuestro como recuerdo, dándonos de comer, rozar con sus manitos nuestras manos azotadas por el frío de tantos días. Hermoso recuerdo. Gracias Dios mío por ese pueblo nuestro. Nos quitábamos un guante roto y sucio o un rosario y se los arrojábamos como una ofrenda de tanto amor. Ellas los tomaban como si tratara de una esmeralda. Y el temor y la aprehensión que yo tenía se fue esfumando, al ver tanto respeto y tanto cariño. Cuánto amor, bendita seas Madryn y tus mujeres y tus hombres. Temíamos el desprecio, recibimos el amor y ese mismo pueblo nos mitigó el hambre”.