Islas Malvinas: basta de mentiras

El paso del tiempo (... ya van 36 años del horror) no deja de hervir la sangre y reavivar heridas, especialmente de quienes pasaron la barrera etaria de los cincuenta, y en estos días siguen viendo y leyendo temas

El paso del tiempo (... ya van 36 años del horror) no deja de hervir la sangre y reavivar heridas, especialmente de quienes pasaron la barrera etaria de los cincuenta, y en estos días siguen viendo y leyendo temas, títulos o comentarios superfluos sobre la Guerra de Malvinas. Reiterativos como cada 2 de abril, la gran mayoría de medios de “descomunicación” que, en el pasado -y como en presente- no aciertan, o no quieren dar en la tecla. En 1982 tildaban con euforia el espíritu triunfalista de los militares. Y en 2018 reproducen actos de homenaje cuando en realidad debería ser un día de repudio a una parte de esas fuerzas llenas de odio y de mentiras.

Los únicos que dieron la cara por esos infames personajes del mal eran jovenes, chicos, “soldaditos” condenados a morir, que dejaron a sus familiares y sus sueños adolescentes sin saber de qué se trataba una guerra. Estaban para conseguir tal vez el beso primer beso de una novia, un título en la escuela, o visitar una playa del mar atlántico…pero fueron llevados de prepo a unas islas históricamente discutidas por poderosos, en el atlántico sur, frente a una potencia que no paró de matar. Pero los demenciales políticos de facto tiraban, eso sí, el último manotazo del ahogado.

Aquellos combatientes del lejano año 1982, sin preparación y sin armas, fueron a “aguantar” lo que era un conflicto imposible de comprender, ya que la derrota les pisaba los talones antes de partir. Leopoldo Galtieri jugó con miles de personas. Su llamamiento a la Nación tuvo cómplices y una multitud logró ser despistada por diarios, revistas, radios y canales. Mientras desde el litoral -principalmente Corrientes- partían en cantidades los colimbas (ver foto), que siendo hombres acostumbrados al clima subtropical fueron designados para el regimiento alto de montaña, donde todo era nieve.

Hoy, entretanto las pruebas científicas logran descubrir cuerpos que estaban en el anonimato de una fría lápida, se continúa en las antípodas del por qué sucedió. Cual efeméride, siempre hay algo que se difunde o publica como para calmar lo que nunca se calmará: viajaron a las islas dos familiares por cada soldado reconocido, aunque a esos ciudadanos a los que les faltará el hijo, sobrino, nieto, el jueves ni siquiera se les dejó pisar el cementerio con una insignia nacional.  

La libertad era otra señores…

“¡Libertad, libertad, libertad!” dice en el inicio la más bella de las canciones patrióticas. Aplicada al pie de la letra por un tal don José de San Martín para liberarse de los virreyes europeos, hace doscientos años. Sabio y audaz, todo lo contrario al grupo suicida que llevó engañado a tanto pibe.

Las estrategias no son solamente importantes elementos a tener en cuenta para ganar una guerra, sino que existen, fundamentalmente, para llegar a evitarlas. Juan Perón y Arturo Frondizi tuvieron ideas magistrales sobre el  archipiélago (el más grande del mundo). Cuando corría el año 1950 y vivían 500 isleños, existía una empresa, la Falkland Islands. El entonces presidente Perón  ofreció comprarsela a Inglaterra, con lo cual los argentinos podrían trabajar allí. El General también craneaba que a futuro vivirían 1.500 o 2000 argentinos, y que más tarde podían reclamar la soberanía argentina a las Naciones Unidas. La empresa extranjera no quiso.

Al asumir Frondizi, los ingleses sí ofertaron a la Falkland Islands, ya sea al gobierno, empresa o persona. La respuesta desde la Casa Rosada fue: “Las Malvinas son argentinas. Por lo tanto lo que está sobre ellas es argentino y si les compramos la empresa, estamos admitiendo que no son argentinas”. A esas alternativas le sobrevendría una de las más erradas de nuestra historia patria. Se le ocurrió a un ser cuya miopía y ebriedad se circunscribió a pelear (no él, sino los jovenes) en una inferioridad de condiciones abismal, al que solo pudieron ayudar las fuerzas aéreas con los recordados aviones Pucará. Como se diría en la calle, la junta Militar los mandó al muere. Quedan fotos del terror, que lastiman el corazón, un soldadito buscando calor en sus manos junto a una olla humeante, pozos de zorro llenos de agua, conscriptos castigados con 7 horas estaqueados si los encontraban dormidos, y la sensación constante de que algo podía pasar. Pasan los años y los actos. Lo que no podía pasar jamás era la guerra pergeñada por seres oscuros que habitaron nuestro suelo.

“No sabíamos bien adonde íbamos”

Por Néstor Tozonotti *Especial para Hoy

Eramos totalmente inconscientes, no sabíamos adonde ibamos. Fue una situación que nos agarró de chicos, en mi caso pensaba que a iría un Regimiento del Sur, y de ahí mandarian a otros. Pero llegué a las islas en avión. Estuvimos en total desventaja respecto a los ingleses. Había escases de alimentos y muchos de mis compañeros sufrieron las consecuencias, como de la atención médica. 

La creencia era que no sabíamos a que nos enfrentabamos. Me tocó estar en una posición en segunda línea, no fui de los que combatieron cuerpo a cuerpo en Monte Longdon, algo terrible que le tocó a la Compañía D.

Estuve en el aeropuerto, donde colaboré descargando las provisiones de los aviones que venían y se tenían que ir rápido. Esa zona la bombardearon el 1º de mayo, viendo cómo te pasaban por arriba, descubriendo lo que fue la guerra, todo un infierno. También fui al Correo, donde recibíamos las cartas que venían del continente y se distribuían a los regimientos. 

Volví en el Camberra después de la derrota. Los que pudimos reconstruir la vida, queremos darle lo mejor al prójimo. Seguimos haciendo por la causa, porque hay un abandono de la situación de la soberanía y tenemos el deber para que no decaiga.

* Nació el 12 de enero de 1962. Vive en El Retiro. Es arquitecto, con un trabajo específico sobre Medioambiente. Tres hijos: Ayelen (28), Quillen (26), Francisco (23).