El escritor y periodista, actualmente radicado en una isla del Tigre, pone en relación en su último libro a Pier Paolo Pasolini y Diego Armando Maradona.
Durante mucho tiempo fue marino mercante, luego siguió navegando, rumbo a las buenas historias. Libros como Noche cerrada, mar abierto, Spinetta: el lector kamikaze y Federico Moura: ironía y romanticismo demuestran que tiene una brújula certera. La muerte de Europa, el libro más reciente de Juan Bautista Duizeide, nos permite el hallazgo de imaginar juntos a dos grandes personajes reales que padecieron una misma desesperación y una misma búsqueda de la belleza.
—Comenzá contándonos algo de tus años platenses.
—La Plata se ha convertido para mí en algo borroso. Me han quedado la humedad, el resplandor de la destilería en las nubes bajas, el bramido que a veces lanzaba el catalítico y me permitía ilusionarme con un mar cercano y en revuelta, el perfume nervioso de los tilos en la primavera, el agobio de madrugadas de lectura en las que no corría una gota de aire. Y Estudiantes, por supuesto, equipo del que me hice hincha porque cuando mi padre fue a estudiar estaba Zubeldía, y a veces por suerte los fervores se heredan.
A medida que se van acumulando los años acá en la isla, más que un lugar por donde anduve, La Plata es el lugar adonde fueron a estudiar mis padres en los 60. No una ciudad a 20 minutos de lancha, más una hora de tren, más otra hora de bus, sino una ciudad perdida para siempre en otro tiempo.
—Supongo que, como hombre muy ligado a la marina mercante, te debe preocupar lo que pasa con la llamada Hidrovía...
—Me preocupa que la discusión sea tan incompleta y sesgada. Pero, por desgracia, los asuntos del mar parecen ajenos a nuestra cultura y a nuestra política, a pesar del inmenso litoral oceánico y de la historia. Antes del gobierno de Menem la Argentina contaba con unos 150 buques de ultramar que navegaban por todos los mares y cubrían prácticamente todas las líneas de navegación. Hoy no tenemos ninguno. Ese vaciamiento producido en uno de los peores momentos de nuestra historia ningún gobierno se dispuso con seriedad a revertirlo. Y lo peor es que no pagan costos políticos, parece que a nadie le importara, que no tuviera trascendencia: perdemos 7.000 millones de dólares por año en concepto de fletes.
—Hablemos de La muerte de Europa, ¿cuándo y cómo nació la idea de juntar a Pier Paolo Pasolini y Diego Armando Maradona?
—De casualidad, escuché por radio la conferencia de prensa que dio Maradona al asumir como director técnico de Gimnasia y Esgrima. Su deterioro me impresionó muchísimo. No lograba armar una frase, qué digo, no lograba emitir una palabra inteligible. Pero, más aún que eso, me impresionó todo lo que sucedía alrededor: periodistas que celebraban esos sonidos inarticulados como si fueran respuestas de lo más ingeniosas, otros que volvían a preguntar, gente que aplaudía. En un momento, escuché o creí escuchar que la voz de Maradona se recomponía, que lograba decir algunas palabras, que las palabras alineaban y definían al menos una oración: “Todo está gobernado por la brutalidad”. Después, empezó otra vez lo de antes y apagué la radio muy triste.
Esa noche soñé que estaba en un rincón oscuro de un cuarto. Recortados por la luz de una ventana abierta, al otro lado del cuarto, reconocía a Pasolini y Maradona. Hablaban de manera muy animada. Pero no podía reconocer en qué idioma lo hacían, ni siquiera distinguía algunas palabras sueltas. Me empecé a desesperar y desesperar hasta que me desperté. Pero nunca había escrito nada a partir de un sueño. Ya están demasiado armados, ya tienen un lenguaje propio. En este caso, creo haber encontrado los principios constructivos: el montaje. El ochenta por ciento del texto está armado con citas de Pasolini, de Maradona y algunos documentos de los 70.
La poesía y el fútbol
La mirada que tenía Pier Paolo Pasolini sobre el fútbol era la de un lenguaje con sus poetas y prosistas, y hablar de la plebeyez de Maradona permite imaginar una zona común entre ambos. Según Duizeide, La muerte de Europa juega con esa posibilidad: “Intenté que al principio ese diálogo pareciera truncado, como si no se escucharan, como si hablaran de temas sin conexión, pero, a medida que avanzan las páginas, que se los notara –cada uno desde su historia– hablar en torno a lo mismo: la violencia, el tiempo, la poesía, el propio lenguaje, con sus imposibilidades y sus epifanías”.