Cultura

Kurt Cobain, entre el Nirvana y el Infierno

Todo lo relacionado con él está signado por el éxito: sus discos se venden por millones y hasta su famoso cárdigan se subastó por 334.000 dólares. Pero su breve vida fue dominada por la depresión y las drogas.

Interés General

14/02/2021 - 00:00hs

Nació en Aberdeen, una pequeña ciudad de Washington, en 1967. Su familia era de escasos recursos; sus abuelos vivían en un tráiler y sobrevivir era una tarea de alto riesgo. Cuando cumplió 8 años, sus padres se divorciaron y ese mismo año tuvo que ser ingresado a una clínica: sufría desnutrición. A partir de entonces, aparecieron los dolores de estómago, que lo iban a acompañar toda su vida. Poco después, se mudó con su padre a un tráiler, que instalaron enfrente al de sus abuelos.

De hecho, en la exitosa serie de Netflix, Ozark, al joven Russ Langmore le añaden rasgos de Kurt, quien va y viene de casa en casa (al comienzo, en un tráiler), pelea con su padre, que solo se comunica con él mediante invitaciones al delito; e intenta encontrar su lugar en el mundo. Incluso, en uno de los capítulos de la segunda temporada toca con su guitarra un fragmento de The man who sold the world, un cover clásico de Bowie, interpretado por Nirvana.

Desde muy temprana edad, Kurt Cobain buscó ávidamente la fama, como antídoto contra la soledad y su irreparable desamparo. Cuando el sello Sub Pop editó el primer simple de Nirvana, Love Buzz, se encargó de llevar una copia a la radio del college de Olympia, ciudad donde vivía en aquel momento. Dos horas después, como la radio aún no la había puesto al aire, él mismo llamó por teléfono para pedirla.

Para él, la muerte siempre fue una mujer para cortejar. Buscó acercarse a ella de muchas maneras. Para aliviar su dolor estomacal, decidió empezar a consumir heroína. Así lo detalló en su diario íntimo: “Cuando volví de la segunda gira europea con Sonic Youth, decidí empezar a usar la droga para aliviar el dolor que venía sufriendo desde hacía más de cinco años, y que me había llevado a desear suicidarme. Durante cinco años, cada día, cada vez que tragaba, experimentaba un espantoso ardor, un dolor en la parte superior del estómago que se hacía más frecuente y peor en las giras, por falta de una dieta ordenada”.

A los 19 años se fue a vivir por primera vez solo. Su casa era una choza con techo de madera podrida y goteras. Allí le confesó a su amigo Ryan Aigner: “No me importa lo que me pase después de los 30 porque no voy a llegar. No quiero ser viejo”. En esa época consiguió trabajo alfombrando casas, pero lo dejó cuando se cortó un dedo porque no concebía la idea de lastimarse y no poder tocar más la guitarra.

A comienzos de 1992, Nirvana presentó su segundo álbum, Nevermind, que llegó al número 1 de Billboard, desplazando de esa posición a Dangerous de Michael Jackson. Vendió 30 millones de copias en todo el mundo y catapultó el histórico single Smells like teen spirit. Mariana Enriquez afirma que Cobain no es equiparable a Morrison, Hendrix, Joplin o Brian Jones, aunque comparta con ellos los fatídicos 27. Ella sostiene: “Las otras estrellas de rock que murieron jóvenes no estaban en un pico creativo semejante, ni decidieron poner punto final con la determinación de Cobain”.

En su primer intento de suicidio, el arma se disparó, la bala rozó su mejilla y fue a incrustarse en el techo. Entonces, flotando en una nube de heroína, Kurt Cobain miró hacia arriba y vio, en el techo, el rostro de Jesucristo. Pensó que cualquiera en su lugar podría verlo. Kurt Cobain se sintió redimido. No sólo no había muerto, sino que había resucitado. Pero esta nueva vida duró poco: el 5 de abril de 1994, volvió a dispararse, esta vez con una escopeta. Ingresó para siempre en el Club de los 27. Una semana antes, un dealer lo había echado de su departamento. “Las cosas me salieron bien, muy bien, y estoy agradecido, pero desde que tengo 7 años odio a los humanos en general...Gracias desde el fondo de mi ardiente y nauseabundo estómago por todas las cartas y la preocupación que me manifestaron durante estos años. Ya no tengo la pasión, así que recuerden: es mejor quemarse que desaparecer lentamente. Ya hace demasiado tiempo que no me emociono ni escuchando, ni creando música, ni tampoco escribiéndola, ni siquiera haciendo rock’n’roll. Me siento increíblemente culpable”, escribió Cobain en la nota de despedida que se encontró junto a su cadáver y que le dedicó a Boddah, su amigo imaginario de la infancia; a su esposa, Courtney Love, y a su hija Frances.

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