ENTREVISTA EXCLUSIVA

La alimentación en el confinamiento: ¿comemos mejor o peor que antes?

En diálogo con Hoy, la nutricionista María José Amiunes despeja todas las dudas sobre un tema esencial

La cuarentena ha abierto un abismo con todo lo que conocíamos y repensar la alimentación es clave para enfrentar el tiempo que nos toca.

María José Amiunes es licenciada en Nutrición (MP 3540) y, como si se anticipara a la pandemia, hace cuatro años empezó a trabajar tanto en forma presencial como virtual. Sobre su experiencia en el ámbito virtual ella cuenta: “El consultorio virtual se convirtió en una herramienta muy práctica, segura; la gente tiene la posibilidad de hacerlo desde donde está, en pijama, en la comodidad de su casa. Sin dudas, en el presencial uno tiene factores espectaculares como la mirada o aquello que el paciente no dice hablando”.

—¿Considerás que comemos más y peor en cuarentena que antes?
—La cuarentena introdujo, nuevamente, la comida casera en la alimentación. Al estar mucho tiempo en casa, la gente empezó a cocinar más. Entonces no sé si se come peor, se come más comida real, más comida casera; hay menos empaquetado, menos delivery, y esto fue un plus de la cuarentena. Pero, a su vez, la gente empezó a comer más, debido a que estamos más tiempo en casa y se hacen todas las comidas. Generalmente, el que trabajaba al mediodía picaba algo y ahora hace una comida copiosa. Creo que, en general, se está comiendo un poco mejor, pero se está comiendo de más.

—¿Cuáles son los signos que nos permiten darnos cuenta que estamos llevando una mala alimentación?
—El cuerpo habla, es el mejor indicador para saber si estamos comiendo bien o no. Algunos síntomas que podemos tomar como alerta de una mala alimentación son el cansancio, el agotamiento, la falta de descanso, el insomnio. Un análisis de sangre es la mejor manera de conocer la situación: colesterol, triglicéridos, glucosa en sangre. Pero lo más práctico es pensar cómo me siento día a día, qué energía tengo para resolver las actividades diarias.

—Más allá de que cada persona es un caso distinto, ¿qué no puede faltar en una buena alimentación?
—No puede faltar el color, es decir, frutas y verduras donde tenemos minerales, antioxidantes, fitoquímicos; son todos nutrientes que vienen de las plantas que tienen, entre otras, la capacidad extraordinaria de aumentar y fortalecer nuestro sistema inmunológico. Entonces, en este tiempo está buenísimo potenciar el consumo de frutas y verduras. Además, es fundamental el agua. Y las legumbres, un alimento olvidado en este país, como las lentejas, arvejas, porotos, garbanzos, alimentos que se pueden incorporar en una harina, una ensalada, incluso en preparaciones dulces. También está bueno sumar a la alimentación diaria frutos secos como nueces, almendras, castañas, avellanas, pistachos.

—¿Cómo influyen en la alimentación factores como la ansiedad, la preocupación, la angustia?
—Sin duda, son factores determinantes al momento de decidir qué vamos a comprar y qué vamos a comer: condicionan nuestras elecciones alimentarias. Este es un buen tiempo para replantearnos que si bien la comida da placer, muchas veces la usamos para tapar situaciones de estrés. La comida nos da un placer instantáneo, pero no un placer a largo plazo; a largo plazo nos sentimos mal, frustrados, sentimos que no estuvo bueno comer de más por ansiedad. Tenemos que aprovechar este tiempo para cambiar el foco, buscar un placer que nos dé alegría a corto y a largo plazo como, por ejemplo, la actividad física.

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