La experimentación con animales y el lento camino hacia una alternativa

Antes de llegar a los hogares, medicamentos, agroquímicos, productos de uso doméstico y sustancias cosméticas hoy son probados primero en animales. Sin embargo, las opciones son cada vez más en el mundo.

Como la caja de Pandora, la pandemia ha revelado muchísimos problemas que, silenciosamente, durante muchos años estuvieron presentes en la sociedad. Uno de ellos es la experimentación en animales, una instancia que muchos consideran necesaria para la aprobación, registro y comercialización de medicamentos, agroquímicos, productos de uso doméstico y elementos cosméticos.

La pandemia de coronavirus y la carrera mundial por la vacuna llevó a algunos sectores de la sociedad, especialmente a la comunidad vegana, a cuestionar el testeo en animales. Ratones, hámsters y monos macacos fueron parte de la fase preclínica de las vacunas de Pfizer, Moderna, Astrazeneca, Janssen y Sputnik V. Pero la industria farmacéutica no es la única que prueba la seguridad de sus productos en animales.

La bióloga e investigadora del Conicet María Laura Gutiérrez explicó a diario Hoy : “La Argentina tiene un déficit y una gran deuda con el uso de animales, porque no tenemos una ley que garantice el correcto uso como sí la tienen, por ejemplo, Brasil y Uruguay”. Gutiérrez precisó que los primeros en establecer una ley sobre el correcto uso de animales de laboratorio fue la Unión Europea en la década de 1980; luego, como un efecto dominó, la mayoría de los países adoptó leyes similares.

María Laura Gutiérrez integra el Laboratorio de Métodos Alternativos al uso de Animales de Experimentación que está en la órbita de la UBA. “Trabajamos en el desarrollo y la implementación de métodos alternativos al uso de animales para la evaluación, principalmente, de seguridad de productos”, explicó, y agregó: “La mayoría son metodologías para evaluar seguridad de productos cosméticos, productos de limpieza y agroquímicos”.

Por lo general, para estudiar la seguridad ocular de un cosmético se usa un método “muy criticado”, el Test de Draize, a partir del cual se coloca el producto en el ojo de un conejo y se evalúa durante 21 días. “Puede no pasar nada o puede ser un producto tan corrosivo que el animal queda ciego. Aunque no es el método que más animales usa, puede ser el más cruel”, describió Gutiérrez.

El lento camino hacia una alternativa

“En el laboratorio usamos métodos alternativos, evaluamos un producto en cultivos de córnea bobina, que son córneas que recuperamos de frigoríficos y mataderos; es decir que recuperamos tejido de animales que fueron faenados con fines alimenticios, por lo tanto el animal no fue sacrificado con el fin del testeo. También usamos cultivo de líneas celulares de córnea de conejo, un procedimiento que se hace in vitro: las células crecen en cultivo y se exponen al producto. La mayoría de nuestros métodos son celulares y de cultivo”, detalló la investigadora del Conicet.

La historia no muy lejana sitúa en 1940 el comienzo del uso de animales con el objetivo de evaluar la seguridad de muchos productos, principalmente cosméticos. “Estamos rodeados de productos químicos que usamos de manera cotidiana, que en algún momento necesitaron ser probados”, apuntó la especialista, y agregó: “Lamentablemente, el método que sirvió hace 80 años fue la prueba en animales. Pero hoy en día, con el desarrollo de la biología celular, biología molecular y los cultivos, podemos reemplazar su uso.

Otra cosa muy distinta es el desarrollo de la investigación farmacéutica. En este caso, el uso de animales se justifica bajo protocolos que intentan evitar el maltrato animal”. La industria farmacéutica es un universo en sí mismo. Principalmente, utiliza animales porque tienen sistemas inmunológicos parecidos a los humanos, que por ejemplo desarrollan fiebre, tos y estornudos.
Además, los testeos en animales sirven para probar las temidas reacciones adversas.“Claramente hay una tendencia a reemplazar el uso de animales, hay una generación muy consciente de estos temas y comprometida con el medio ambiente. Los más jóvenes se hacen estas preguntas. Hay un nivel de consciencia diferente”, concluyó.

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