Enfermeros cuentan su experiencia en la Guerra

La historia de Malvinas que queda por contar

Cuando cursaban la carrera de Enfermería debieron socorrer a los soldados heridos en combate, en una base naval en el continente. Esta tarde, en la ciudad, recordarán desgarradoras anécdotas de los días más tristes

En el marco de la Semana del Veterano de Guerra y los Caídos en Malvinas, hoy a las 18 en el Salón auditorio de la Federación de Clínicas, Sanatorios, Hos­pitales y Otros Establecimientos de la Provincia de Buenos Aires (Fecliba), ubicado en avenida 7, enfermeros que prestaron servicio durante el conflicto bélico brindarán una charla en la que contarán su experiencia. Su intención es resaltar la importancia de la vocación de servicio en la atención de la salud.

Los profesionales que relatarán la forma en la que brindaron asistencia a los heridos en la base naval de Punta Alta son tres hombres y tres mujeres que en 1982 eran aspirantes navales estudiantes de enfermería. Ninguno de ellos superaba, en ese momento, los 18 años.

Como antesala de la charla, una de las disertantes, Nancy Castro, actual enfermera del Hospital de Niños platense, explicó a este diario: “Apenas tenía tres meses en la carrera. No entendía nada, pero tampoco había tiempo para entender. Eran momentos de hacer: tratábamos de facilitar la tarea a los profesionales para que pudieran atender a la enorme cantidad de heridos que llegaban a la base de Puerto Belgrano”.

Otro de los por entonces aspirantes a enfermeros navales, Atanasio Estauro, también explicó su rol en los traslados de heridos en ambulancia a través de los 15 kilómetros que distanciaban el aeródromo de la base naval. “La guerra existió en Malvinas pero se trasladó adonde estábamos nosotros, reflejada en los cuerpos de los soldados que llegaban”, explicó.

Según Atanasio, tras su servicio descubrió su ojo clínico, que hoy aplica en su labor diaria en el hospital de Melchor Romero. “En esos viajes en ambulancia pude aprender a reconocer los casos que realmente son de gravedad”, contó.

A la hora de valorar su labor, el enfermero consideró que su profesión necesita de mucha vocación para ser ejercida. Al unísono, Castro remarcó que la pasión por la enfermería es algo innato: “Poder ver la sonrisa de un paciente o estar presente cuando a una persona se le da de alta son cosas que no se pueden comparar con nada”, aseguró. 

Con sus historias a cuestas, que guardaron durante más de 30 años, los por entonces aspirantes a enfermeros navales se reencontraron gracias a una iniciativa a través de Facebook, que tuvo como mentora a Claudia Patricia Lorenzini, quien, con 16 años, también participó de la atención de soldados. “Haberme reencontrado con mis compañeros es algo muy sanador. Es una especie de terapia de grupo”, concluyó Estauro.

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