Martin Buber, lucidez para defender la paz
Nació en Viena, pero creció en Ucrania. Su filosofía del diálogo es una de las argumentaciones más altas que dio la humanidad contra la guerra.
Las olas enormes de su barba parecían sostener esa mirada cansada, con visos de inteligencia semejante al de un cable de alta tensión corcoveando. Anarquista, existencialista y pionero del diálogo entre judíos y árabes en Palestina, la vida de Martin Buber lo llevó a consagrarse como uno de los mayores pensadores de todos los tiempos.
Nació en Viena el 8 de febrero de 1878, y cuando su madre abandonó la casa familiar, su padre lo llevó a Lemberg, en el actual territorio de Ucrania, donde fue criado por sus abuelos. Su vida transcurrió entre el mundo del judaísmo jasídico y el de los judíos emancipados, incorporados al movimiento de la ilustración europea. La curiosidad de aquel niño asomó en tantos rincones que en todos devino destello. Nómade por naturaleza, estudió Filosofía, Literatura e Historia del Arte en Austria, Alemania y Suiza.
A los 22 años fundó su propia revista, Die Welt (“el mundo”) y tuvo feroces cruces con Theodor Herzl, padre del sionismo político, a quien no le agradaban para nada las ideas de Buber, por lo que se vio forzado a declinar su proyecto editorial. No obstante, lejos de desanimarse, el joven vienés se dedicó al estudio y a la escritura y dio a conocer al público académico su tesis Contribuciones a la historia del problema de la individuación.
Asimismo, en 1904, colaboró con el futuro presidente del Estado de Israel, Jaim Weizmann, en la publicación Der Jude, que no llegó a aparecer, pero a la cual se debe el manifiesto sionista que presidiría su ideario. No quería que Israel fuera solo la nación de los judíos, sino una comunidad que garantizara la posibilidad de las diferencias entre católicos y judíos.
Ya a principios de los años 40, Buber hizo pública su visión sobre el conflicto entre árabes y judíos. Para impedir que este conflicto escalara hasta donde se encuentra finalmente hoy, la desarrolló en una conferencia de 1947 –antes de la fundación del Estado de Israel–: “Lo que realmente necesita cada uno de los dos pueblos que viven en Palestina, uno junto al otro y uno dentro del otro, es la autodeterminación, la autonomía, la posibilidad de decidir por sí mismo. Pero esto no significa en absoluto que cada uno necesite un Estado en el cual él sea quien gobierne. Para el libre desarrollo de su potencial, la población árabe no necesita un Estado árabe, ni la población judía necesita un Estado judío para lograrlo. Esta realización en ambos lados puede garantizarse en el marco de una entidad sociopolítica binacional común, dentro de la cual cada pueblo ordene sus asuntos específicos y ambos juntos se ocupen de los asuntos comunes a los dos”.
Vencer la muralla
Buber solía decir que una muralla es más fácil de vencer que el más pequeño de los malentendidos y que, con frecuencia, los prejuicios son más poderosos que la verdad.
La antropología filosófica de Buber hace énfasis, no en el lugar que ocupa el hombre en el cosmos, sino en la actitud doble que hace al individuo lo que es: “Con frecuencia me pregunto si las potencias son capaces de superar las crisis de la humanidad. Y suelo responder que no. Son los representantes de todas las religiones los que deben reunirse y hablar entre sí con franqueza. Qué hacer: es todo lo que tienen que preguntarse y es todo lo que deben responder”.