CULTURA

Mengano: cuando la risa se vendía como pan

Duró menos de dos años, pero por la calidad de sus colaboradores fue una revista que descolló entre muchas, en una época en que el humor era visto como una forma de lucidez.

El primer número de Mengano apareció en septiembre de 1974. Al clausurarse la revista Satiricón, los integrantes de su redacción se dispersaron en distintas publicaciones. En la redacción de Mengano recalaron Alejandro Dolina, Viuti, Limura, Brócoli, Carlos Trillo, Roberto Fontanarrosa, Aquiles Fabregat y nuevas adquisiciones: Osvaldo Soria­no, Alberto Breccia, Héctor Oesterheld, Jorge Halperín y Bernardo Jobson, entre otros; todos bajo la dirección del escritor Carlos Marcucci.

Carlos Marcucci, quien actualmente tiene 90 años, es una figura central del humor gráfico argentino. Entre sus muchos libros figura El chiste que más me hizo reír, una recopilación de testimonios tomados por él mismo a escritores como Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Abelardo Castillo, Humberto Costantini y Vicente Battista, entre otros, a quienes trasladó una pregunta muy sencilla: ¿cuál fue la mayor situación humorística que te tocó vivir? Junto a Dalmiro Sáenz escribió Vida sexual de Robinson Crusoe, que fue uno de los libros más vendidos en 1969, y que se sigue representando teatralmente desde entonces en numerosos escenarios de nuestro país.

Cuando Carlos Marcucci reunió ese dream team que sería la redacción de la revista, se abocó a lo más difícil: encontrar a quien fuera capaz de financiar el proyecto. Logró interesar a uno de los mayores empresarios periodísticos de entonces, Julio Korn, quien editaba algunas de las publicaciones más exitosas: Radiolandia, Antena, TV Guía, Goles, Vosotras y Anteojito.

La idea de Marcucci era hacer una Satiricón que fuera a la vez una Rico Tipo más moderna. La revista llegó a vender 100.000 ejemplares, aunque su promedio era de 20.000, debido a las dificultades propias de un entorno viciado por la censura, las amenazas y las listas negras.

Las tapas satirizaron a figuras de la actualidad, como Susana Giménez, Marcelo Marcote, Carlos Monzón, Mirtha Legrand, Astor Piazzolla, Sandro, Alberto Olmedo, Álvaro Alsogaray y otros. Su lema comenzó siendo “La mejor revista de humor, modestamente”, aunque el adverbio final iba mudando en cada número: “lamentablemente, calurosamente, afortunadamente, rabiosamente, bárbaramente, curiosamente, estúpidamente, miserablemente”.

La revista se abría con Inodoro Pereyra, el “poema telúrico” de Fontanarrosa, que convertiría a su personaje en el gaucho más famoso de la historieta argentina. Quino hacía un año que había dejado de dibujar Mafalda, y para Mengano en cada número desarrollaba una historieta a página completa. Osvaldo Soriano publicaba dos columnas por entrega, una de carácter político, bajo el seudónimo de Max Ferrarotti, y la otra, firmada con su nombre, podía tratar de los temas más diversos: Los Tres Chiflados, Guillermo Vilas o un canto de amor a Brigitte Bardot.

Alejandro Dolina publicaba letras de canciones escritas a dúo con Marcucci, notas en equipo con Carlos Trillo o con Osvaldo Soriano, pero también se presentaba como solista con notas que proponían “ideas para reparar el universo”, “nuevos y refinados versos para la cancha de fútbol” o un informe sobre el estado de salud del tango, dentro de una amplia paleta de inquietudes que ya por entonces iba consolidando un estilo único que destella hasta nuestros días.

Había una sección de chistes de Carlos Marcucci reunidos bajo el título “Basura”, que serían saqueados por los humoristas de café ­concert de la época para surtir abundantemente sus libretos, cuidándose de mencionar la fuente.

El novelista Geno Díaz, autor de Moriré sin conocer Disneylandia y La cueva del chancho –que Sergio Renán llevaría al cine bajo el título de Sentimental–, daba consejos para aprovechar los ratos libres, ya fuera para volverse mediocre, menoscabar reputaciones ajenas o convertirse en marido.

El último número fue el 43, publicado el 17 de abril de 1976. En uno de los últimos números, cuando ya estaba claro que el golpe de Estado era inevitable, entrevistaron a Nicolino Locche para preguntarle: “¿Cómo hace para evitar los golpes?”.

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