Cultura

Pedro Aznar, un hombre hecho de música

Empezó su carrera musical a los 7 años y, cuando estaba en su momento cumbre, con la mayor banda de rock argentino, decidió dejarlo todo para seguir aprendiendo. Porque eso es ser artista: no terminar nunca de aprender.

Cuando empezó a sonar Taxman, la canción de George Harrison que abre el disco Revolver, de Los Beatles, sintió que su vida había cambiado para siempre. Tenía 7 años y aprendió esa misma tarde lo que es elegirse un destino. Antes, sus padres habían notado que ningún juguete atraía más a ese chico que ver girar un disco en la bandeja del combinado.

Pedro Aznar nació el 23 de julio de 1959 en el barrio de Liniers, y su precocidad musical era asombrosa. A los 9 años empezó a estudiar guitarra clásica con Elba Vignaldo, quien le enseñó con un sistema de escritura musical llamado Klavarskribo, un sistema de notación musical más fácilmente legible que el convencional.

A los 10 años descubrió la melódica, un pequeño instrumento portátil de viento; con el cual aprendió la disposición del teclado, ya que no tenía piano en su casa. Sus padres le regalaron una guitarra eléctrica -una SG amarilla- y él la estrenó creando un grupo, Life; con sus amigos del barrio, a quienes les enseñó a tocar sus respectivos instrumentos.

Su primera grabación profesional la haría acompañando a Celeste Carballo, tocando batería y sintetizador. Tenía 18 años cuando uno de los fundadores del grupo Alma y Vida, Gustavo Moretto, lo convocó para formar parte de Alas –un grupo de rock con elementos tangueros y folklóricos–. Grabó con esta banda un disco que se editaría en 1983, Pinta tu Aldea.

Una noche, fue al teatro a ver un recital de Jaco Pastorius y escuchó por primera vez el sonido de un bajo sin trastes. Llegó a su casa y, armado de una tenaza y un destornillador, le arrancó los últimos trastes a su bajo Faim Jazz Bass tradicional –que aún guarda–. Se cayó de espaldas cuando probó el sonido y descubrió que sí, que sonaba parecido a lo que había escuchado en el paraíso.

Después de grabarVolando de vida, con Raúl Porchetto, recibió una invitación: viajar a Brasil, junto a Oscar Moro, y reunirse con Charly García y David Lebón, quienes estaban planeando una banda. Empezaron a ensayar el mismo día que llegaron. Luego de un par de horas de navegar musicalmente sin hoja de ruta, descubrieron que se entendían como si hubieran tocado desde siempre. El primer disco del grupo fue recibido con frialdad, el idioma inventado por Charly García –que tenía expresiones como la que dio nombre al grupo, o a algunos temas, Seminare y Eiti Leda– no caló en la sensibilidad del público. Recién a partir del segundo disco, La grasa de las capitales, el grupo empezó a ganarse un respeto unánime, a llenar sus recitales –hubo un concierto en la Sociedad Rural, ante 60.000 personas–; y llegó a la cima de la popularidad con Peperina.

El encuentro con Pat Metheny

En Río de Janeiro, en el festival de jazz de 1980 al que fue con Serú Girán, Pedro Aznar le entregó un casete a Pat Metheny y tímidamente le pidió que lo escuchara. Al poco tiempo recibió una devolución: el pedido de grabar juntos dos temas.

En diciembre de 1982 se alejó del grupo Naná Vasconcelos, y Pat lo invitó a reemplazarlo: debía encargarse de toda la percusión y el berimbau. Nunca había tocado este último instrumento. Buscó a la mejor ejecutante de ese instrumento en nuestro país, y en dos semanas empezó una gira con Pat Metheny por Europa, Japón, Estados Unidos y Canadá. Grabó con el grupo dos discos: First Circle y Falcon and the snowman. Con Path comenzó a animarse a cantar, y amplió mucho el concepto del ritmo.

En 1986, Pedro Aznar regresó a Buenos Aires. Lo primero que hizo fue la música para la película Hombre mirando al sudeste, e inició una carrera solista que desde entonces no se ha interrumpido. A lo largo de la misma, consiguió ganar varios Gramys, producir numerosos discos de otros artistas, publicar dos libros de poemas, trabajar junto a las Abuelas de Plaza de Mayo, presentar en el Teatro Colón los poemas de Jorge Luis Borges musicalizados por él, cantar junto a Mercedes Sosa; y mostró que, como todos, está hecho de carne, hueso y sangre, pero también, como pocos, de música.

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