Cultura

La penetración galesa en la Patagonia

Tenían el objetivo de reunir en un solo lugar a todos los galeses dispersos por el mundo, para conservar la lengua y las tradiciones. Así, hacia 1865, comenzó la colonización del Sur de nuestro país.

Comisionados por los galeses dispuestos a abandonar su tierra natal, para alejarse de la Inglaterra victoriana que los sometía económica y culturalmente, el capitán Jones Perry y el letrado Lewis Jones desembarcaron en Buenos Aires en 1863 para tratar con el gobierno argentino un proyecto de colonización de tierras en la Patagonia. Al cabo de las largas tratativas –más de un año y medio–, los comisionados regresaron a Gales y convencieron a los futuros pioneros de la conveniencia que ofrecía la región. En julio de 1865, 153 galeses, entre hombres, mujeres y niños, arribaron a Golfo Nuevo, actualmente Puerto Madryn, en el velero La Mimosa. Por entonces gobernaba Bartolomé Mitre. Para algunos, como Valentín Alsina, los campos que quedaban entre el río Negro y el Chubut eran salitrales inmensos en los que no tenía cabida lo humano. Para Darwin, la Patagonia sería una “tierra maldita”.

La relación entre los galeses y los indios fueron cordiales, basadas en el trueque (cambiaban pan por carne y huevos de avestruz), aunque, por culpa de la cínicamente llamada Campaña del Desierto, se enrarecieron. En las primeras crónicas se relata que en los tiempos del desembarco los malones todavía asolaban las poblaciones, alcanzando las cercanías de Buenos Aires. Pero, al revés de otros colonizadores, los galeses creían en el diálogo con los habitantes originarios, y aprendieron de ellos a domar y montar. Como no tenían materiales para construcción, los pioneros se vieron forzados a aprender de la técnica indígena para hacer sus primitivos ranchos de adobe.

Si todavía hoy para muchos la Patagonia es un inmenso vacío, hay que imaginarse lo que significó para esos pioneros que debieron enfrentarse a las inclemencias de una tierra inhóspita que, por ejemplo, necesitaba imperiosamente de canales para su cultivo. Durante años lucharon inútilmente por embalsar las aguas del río Chubut (que en lengua araucana significa “tortuoso”). Por eso fueron en busca de nuevos lugares.

Para facilitar las comunicaciones, Lewis Jones hizo acuerdos en Europa para la instalación del ferrocarril en la zona, lo que permitió la aparición de nuevos pueblos, como aquel cuyo nombre lo homenajea: Trelew (“ciudad de Lew”). Estos pioneros y expedicionarios, internándose en territorio desconocido, fundaron Rawson y Trevelin, entre otras importantes localidades de la zona.

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