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Se encontró un agujero negro supermasivo en el borde del universo

Astrónomos de las universidades de Texas y Arizona descubrieron un agujero negro de rápido crecimiento en una de las galaxias más extremas conocidas

El descubrimiento de una galaxia y del agujero negro en su centro proporciona nuevas pistas sobre la formación de los primeros agujeros negros supermasivos. El nuevo trabajo se publicó en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society.

Utilizando observaciones realizadas con el Atacama Large Millimeter Array (ALMA), un radioobservatorio situado en Chile, el equipo ha determinado que la galaxia, llamada COS-87259, que contiene este nuevo agujero negro supermasivo, es muy extrema, formando estrellas a un ritmo mil veces superior al de nuestra Vía Láctea y conteniendo más de mil millones de masas solares de polvo interestelar. La galaxia brilla tanto por este intenso estallido de formación estelar como por el creciente agujero negro supermasivo situado en su centro.

Se considera que este es un nuevo tipo de agujero negro primordial, muy cubierto de “polvo cósmico”, que emite casi toda su luz en el infrarrojo medio del espectro electromagnético. Los investigadores también han descubierto que este agujero negro supermasivo en crecimiento (denominado a menudo núcleo galáctico activo) genera un potente chorro de material que se desplaza a una velocidad cercana a la de la luz a través de la galaxia que lo alberga.

En la actualidad, en el centro de casi todas las galaxias hay agujeros negros con masas entre millones y miles de millones de veces superiores a la de nuestro Sol. Cómo se formaron estos agujeros negros supermasivos sigue siendo un misterio para los científicos, sobre todo porque varios de estos objetos se han encontrado cuando el universo era muy joven. Como la luz de estas fuentes tarda tanto en llegar hasta nosotros, las vemos tal y como existían en el pasado; en este caso, solo 750 millones de años después del Big Bang, lo que equivale aproximadamente al 5% de la edad actual del universo.

Lo más sorprendente de este nuevo objeto es que se detectó en una zona del cielo relativamente pequeña (menos de diez veces el tamaño de la luna llena), lo que sugiere que podría haber miles de fuentes similares en el universo primitivo. Se trata de un hallazgo totalmente inesperado a partir de datos anteriores.

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