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Un docente de La Plata con fama mundial

Gerardo Gandini fue músico de Astor Piazzolla y arreglador de Fito Paez. “Maestro” es la primera palabra que se les ocurre a quienes lo recuerdan.

Era un músico que iba de lo clásico a lo popular con el vaivén único de un piano excepcional. Fue el arreglador de Moda y Pueblo, el disco de Fito Páez de 2005, y pianista del último sexteto de Astor Piazzolla. Fue el director del Centro de Experimentación del Teatro Colón, un espacio de creación con sala propia en el subsuelo del teatro, dirigió la Filarmónica de Buenos Aires, y formó a más de una generación de compositores.

Compuso con Ricardo Piglia La ciudad ausente, opera que se estrenó en el Teatro Colón en 1995 y cuya última función fue en el Teatro Argentino de La Plata, en 2011. En la obra hay una mujer condenada a la inmortalidad, prisionera de una máquina secreta que canta historias –pequeñas óperas–. Hay un guardián de ese extraño museo y también un investigador que intenta develar la trama. Recordaba Ricardo Piglia cómo fue su encuentro con el músico: “Cuando lo conocí, Gandini tenía su estudio en un viejo departamento de la calle Cochambamba que había sido (y volvió a ser luego) de un amigo común. El piano entraba apenas en un cuarto que parecía haber sido construido alrededor y a veces cuando yo iba a visitarlo Gandini tocaba para mí la música que había terminado de componer. Eran fragmentos de una compleja obra en marcha, cuya realización me parecía cada vez más milagrosa. Como era verano las ventanas estaban abiertas y la música surgía en medio del rumor de la ciudad. Siempre que pienso en Gandini, lo recuerdo en ese cuarto en el que sólo había lugar para el piano, componiendo una obra extraordinaria en medio de las voces y los rumores de la calle. Cuando terminaba de tocar, Gandini se daba vuelta, como quien se despierta y, al comprobar que yo estaba ahí, se echaba a reír. Y por supuesto ése era todo su comentario”.

Decía que tocar obras clásicas era muy diferente a tocar música popular -a la que él era tan aficionado a improvisar-: “Por empezar, para tocar una obra clásica hay que estudiar como loco. Y para improvisar no estudio nunca”. Grabó un disco de tangos con Liliana Herrera, y le gustaba hacer interpretaciones que merodeaban el folklore, estableciendo una zona fronteriza en que pensamientos educados por la práctica académica se cruzaban con materiales provenientes de tradiciones populares.

Se enamoró del tango estando fuera del país. Una noche un tango se le hizo silbido en una ciudad europea. Un día, Astor Piazzolla lo incorporó a una de sus agrupaciones: “Siempre me pareció muy raro cómo fue que Piazzolla me llamó. Después me dijo que fue porque había leído un reportaje, que yo no recuerdo ni recordaba entonces, donde decía que me gustaba la música popular. La verdad es que el tango me empezó a gustar después. Piazzolla sí me gustaba, pero el tango no, y supongo que era a causa de mi relación con mi padre. La cuestión es que suena el teléfono y me dice: Gandini, soy Piazzolla, quiero que toques conmigo. Estoy en Japón. Tenés que estar pasado mañana en Tokio. Yo no podía viajar en ese momento y le dije que no. Pensé que habría sido una calentura y que no volvería a tener noticias. Pero no. Después tuvo la operación de bypass y cuando se recuperó, volvió a llamarme”.

En 1998 ganó el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia a la mejor música original por su trabajo para el filme La nube, dirigido por Fernando Solanas. Apenas uno de los premios importantes ganados por este gran músico que dio clases en la Facultad de Bellas Artes de nuestra ciudad, y murió el 22 de marzo de 2013.

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