CULTURA

Un maestro del volante

Juan Manuel Fangio fue quíntuple campeón mundial de automovilismo, pero nunca perdió su austeridad y las costumbres pueblerinas.

Lo llamaban El Chueco, nació en Balcarce el 24 de junio de 1911. El nombre que le habían elegido los padres era Manuel, pero, a último momento, por nacer el día de San Juan, decidieron ponerle como primer nombre el del santo. Su padre, Loreto, era albañil, prácticamente no había una sola cuadra de Balcarce que no tuviera el frente hecho por él. Había llegado de Italia a los siete años y le inculcaron desde entonces que solo el trabajo obstinado y humilde le permitirían abrirse camino en esta tierra extraña. Cuando logró juntar unos ahorros compró un terrenito donde levantó con sus propias manos una pieza y una cocina de chapa, para ir a vivir con Herminia Déramo, una muchacha de 17 años. Con el tiempo y a medida que fueron llegando los seis hijos, se fueron construyendo las demás piezas. Cuando Loreto llegaba del trabajo, con los hombros vencidos por el esfuerzo, tocaba el acordeón llenando la cocina con las nostalgias de esa patria a la que no pudo jamás volver. Pocos regalos le dieron tanta alegría, como ese acordeón Zupan Alpe que le trajo Juan Manuel, de Italia, cuando ya era un piloto consagrado.

Su primera afición deportiva fue el fútbol. Era mediocampista del equipo Ferroviarios, de la ciudad de Balcarce. Era preciso y con llegada. Una infección respiratoria lo tuvo fuera de las canchas por un año y ya no volvió. Pero otra pasión pasó a toda velocidad por su vida, y ya no se bajó de ella. Un amigo le pidió el taxi a su padre para que Fangio lo corriera. El premio eran mil pesos y con esa plata planeaban dejar el taxi cero kilómetro para el padre del amigo. Le sacaron la carrocería y con la ayuda de su hermano Toto, lo prepararon. La carrera fue en Juárez, en camino de tierra. Tuvieron que abandonar porque se fundió el motor en la primera vuelta.

Tenía planeado irse a Mar del Plata para profundizar sus conocimientos de mecánica, pero sus amigos lo convencieron de que construyera en Balcarce su propio taller, en los fondos de su propia casa. En uno de los últimos reportajes que le hicieron, reconoció que llegó donde llegó gracias a sus amigos: “Cuando el gobierno de Italia me otorgó el collar de Gran Oficial de la Orden al Mérito, yo dije que en la vida se puede ser feliz, pero la felicidad es doble cuando los amigos también lo son. Yo era un hombre humilde, que no estaba en condiciones de tener un coche de carrera. Tenía un tallercito, trabajaba, pero nunca habría podido correr sin la ayuda de mis amigos”.

Tenía 18 años cuando preparó el Ford A de Manuel Ayerza, un piloto de la zona. La carrera se largaba en Coronel Vidal y finalizaba en General Guido: “A mí me eligió de acompañante, llegamos segundo e hicimos buen papel”. Después vino la época de la conscripción y tuvo que ir a Buenos Aires. Hizo el servicio en el 6º regimiento de Artillería en Campo de Mayo.

La primera carrera la corrió en 1939. Hay un libro en Balcarce con la firma de todos los que colaboraron para permitir que pudiera concretar ese sueño. Su primer triunfo internacional se produjo diez años después, en Mar del Plata, a bordo de un Maserati 4 CLT48, venciendo a dos de los grandes de la época: Giuseppe Farina y Luigi Villoresi. Tuvo una sola salida de pista en plena carrera y fue en el circuito de Monza, cuando su auto se estrelló contra un árbol. Fue cinco veces campeón mundial de Fórmula 1, el único que logró esa proeza ganando con todas las marcas que le tocó pilotear. El primero de los campeonatos lo ganó en 1951, en Barcelona, con un Alfa Romeo. El segundo sería con una Maserati. Los dos siguientes con Mercedes Benz y el último con una Ferrari.

Juan Manuel Fangio decía que para dedicarse al automovilismo deportivo había que tener una fuerte dosis de sentido común y una preparación extremadamente concienzuda: “Yo siempre dije que en automovilismo no valen los acomodos: cuando un tipo no sirve para el volante tiene que dejarle el lugar a otro. No es cuestión de tener dinero para preparar mejor el coche, el más veloz; aquí lo que vale, fundamentalmente es la muñeca y el talento para saber resolver y eludir las dificultades que se presentan cuando se está en carrera”.

Su nombre dio la vuelta al mundo. Un solo ejemplo basta: en Jordania hay una estampilla con su cara. El 23 de febrero de 1958, después de probar un coche, se encontraba descansando en un hotel de La Habana, cuando fue secuestrado por los guerrilleros del Movimiento 26 de Julio. Lo tuvieron cautivo durante 27 horas. Querían llamar la atención internacional para denunciar la dictadura de Batista. Antes de liberarlo, todos los guerrilleros le pidieron autógrafos. Juan Manuel Fangio se convirtió en una leyenda sin dejar nunca de ser un hombre de pueblo.

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