cultura

Un siglo en la memoria

Próximo a cumplir 99 años, Abrasha Rotenberg acaba de reeditar Última carta de Moscú, un libro autobiográfico que puede leerse como un thriller.

A Jorge Abraham Rotenberg en su infancia lo llamaban Abrasha y, ahora que está llegando al primer siglo de vida, lo siguen llamando así. Nació en Ucrania –en una aldea con menos de mil habitantes-, el 4 de mayo de 1926, en una familia judía bajo el régimen soviético. Cuando Abrasha tenía un año, su padre se fue a tentar suerte a la remota Sudamérica. Él se quedó con su madre, con sus tíos y abuelo maternos. Era una especie de huérfano, mimado y consentido por todos. Uno de los tíos era un dirigente comunista de la región. Estaba casado y un día desapareció, lo llevaron a Siberia. Luego descubrieron que su tía había comenzado una relación sentimental clandestina y para sacarse al marido de encima se presentó ante las autoridades para acusarlo de trotskista. En los años del stalinismo, esa delación equivalía a una condena a muerte. A los cuatro años, Abrasha comenzó una trashumancia cuya primera escala fue Moscú y que lo llevaría en noviembre de 1933 en un camarote de tercera clase del trasatlántico Cap. Arcona a Buenos Aires.

Llegó a la Argentina en noviembre de 1933, con su madre, para reunirse con su padre, quien había salido de la Unión Soviética sin estudios ni oficio, y que se ganaba la vida en Buenos Aires como buhonero: “un cuentenik, que vendía ropa en pagos yendo a ver a cada cliente a su domicilio o su negocio. Después puso una pequeña casa de impermeables. Sin embargo, yo lo conocí al llegar, a los ocho años: era un señor que decían que era mi papá. Yo tenía el amor de mis tíos, y mi papá no me conocía ni yo a él”. Vivían en una casa que construyeron en el barrio la Paternal, frente a la vieja fábrica Pirelli, a dos cuadras del arroyo Maldonado –hoy avenida Juan B. Justo-. Un barrio en el que los italianos se enfrentaban entre fascistas y antifascistas, los españoles entre republicanos y monárquicos, pero todos tenían un común denominador: detestaban a los judíos. Dice Abrasha Rotenberg: “En la calle Morelos me hicieron saber sin ambages que yo era judío y viví en carne propia lo que la palabra significaba para mis vecinos”.

El curso acelerado de lengua castellana que tuvo que hacer para relacionarse con sus compañeros de escuela y vecinos, fue iniciado por su primo mayor que decidió enseñarle algunas palabras en castellano. Su aprendizaje fue completado por la radio y en especial con los radioteatros sobre el campo: “Entonces iba a la escuela y decía: ‘¡Canejo!’, ‘¡Ahijuna!’ y, claro, se reían de mí”.

Durante treinta y tantos años tuvo una relación muy distante con su padre, hasta que se enfermó de cáncer. Es con la enfermedad del padre que comienza Última carta de Moscú, la autobiografía de Abrasha Rotenberg, un libro basado estrictamente en la realidad, pero que puede leerse con la misma voracidad que se lee una novela.

Abraham Rotenberg se casó con la cantante Dina Roth, y tuvieron dos hijos que alcanzaron notoriedad pública: Cecilia Roth, y Ariel Roth. Estudió en la Universidad de Buenos Aires y más tarde en la Universidad Hebrea de Jerusalem. Fue uno de los fundadores de la revista Primera Plana, un semanario que apuntaba a ser en el Río de La Plata, el equivalente al Times de Estados Unidos. Con Jacobo Timerman creó el diario La Opinión, cuyo primer número apareció el 4 de mayo de 1971, y que según el slogan creado por Pedro Orgambide, era el diario para “la inmensa minoría”. Timerman y Rotenberg eran amigos de la infancia. Cuando estalló el "Caso Graiver" , Abrasha Rotenberg estaba en España y le sugirió a su amigo que se exiliara. Timerman le respondió: “¿Sabés cuánto duro yo detenido? ¡Por las presiones internacionales no me podrían tener más de 48 horas!”.  El 15 de abril de 1977, Jacobo Timerman fue secuestrado y torturado en un centro clandestino de detención, donde estuvo prisionero cerca de tres años.

En el prólogo , Juan Gelman dice que el libro de Abrasha Rotenberg “Es una interrogación constante sobre el ser y el no ser, sobre la verdad y la memoria, sobre la vida y la muerte, sobre la figura del padre, sobre el libro mismo”. De eso se trata, ni más ni menos.

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