Cultura

Una relectura de algunos mitos bíblicos

Una mirada alternativa de esa mitología que está en la base del cristianismo, el judaísmo y otras religiones, cuyo sentido en la actualidad se sigue desentrañando

En cada lector, las palabras bíblicas resuenan de una manera particular, en asociaciones íntimas o portentosas, llevadas por su propio ímpetu, capaces de estallar como admoniciones furiosas o ser delicadas como fresas cubiertas por el rocío del Paraíso. La Biblia es una fuente inagotable de historias, aleccionadoras para quien tiene fe, desbordantes de imaginación para quien se acerca al libro con curiosidad de lector.

En la Biblia, Adán y Eva protagonizaron el primer acto sexual del que haya noticia escrita. Aunque la soledad humana del entorno impidió que fuera acompañado por celos o adulterio, cabe destacar que una consecuencia del llamado “pecado original” fue la primera censura y el primer exilio de la historia. Tales puntos, al menos, quedaron documentados en el Libro del Génesis.

El escritor uruguayo Eduardo Galeano se preguntaba qué habría pasado si Eva hubiera escrito el Génesis: ¿cómo sería aquella primera noche de amor del género humano?: “Eva hubiera empezado por aclarar que ella no nació de ninguna costilla, ni conoció a ninguna serpiente, ni ofreció manzanas a nadie,y que Dios nunca le dijo que parirás con dolor y tu marido te dominará. Que todas esas historias son puras mentiras que Adán contó a la prensa”. No es casual, en ese sentido, que deba consultarse en la Biblia para hallar los primeros ejemplos de machismo, adulterio y poligamia. Desde Abraham en adelante, se normalizó que un hombre tuviera dos o más esposas. Aunque estos criterios del Antiguo Testamento fueran posteriormente objetados por la mayoría de las corrientes doctrinarias religiosas.

En la Biblia tampoco hay registro fehaciente de que la prostitución haya sido el oficio más viejo del mundo. El periodista Homero Alsina Thevenet afirma que se rastrearon constancias de que en el templo de Ishtar ciertas mujeres esperaban que ciertos hombres arrojaran monedas de plata sobre sus faldas. Esto sitúa el caso en la antigua Babilonia, hacia el siglo 23 antes de Cristo. “No obstante, esa interpretación dejaría como más antiguo al oficio de fabricar monedas de plata”, sostuvo Thevenet.

Asimismo, es difícil fijar los siglos que tendría la homosexualidad según la Biblia. Los rastros más antiguos también provienen de ella (en el Génesis) que culmina con la ira de Dios y la destrucción de Sodoma y Gomorra. El texto bíblico, por su lenguaje ambiguo, deja suponer que en Sodoma se practicaba la sodomía, pero mantiene la duda sobre las prácticas sexuales en Gomorra. La investigación arqueológica complementaria llevó a inferir que la destrucción de ambas ciudades habría ocurrido diecinueve siglos antes de la Era Cristiana, al sur del Mar Muerto. Así como, centrándose en el sexo femenino, podría hablarse de la poetisa griega Safo, quien cantó a sus amistades y conflictos con otras mujeres. Como ella nació en la isla de Lesbos, situada en el mar Egeo, se atribuye que allí encontró su nombre el lesbianismo.

La historia de Caín y Abel, hijos de Adán y Eva, simboliza el drama de la envidia humana. Ambos son los primeros trabajadores, encargados de averiguar cómo es ganarse el pan con el sudor de su frente. Abel es pastor y Caín, agricultor. Los hermanos ofrendan a Dios y le entregan el fruto de su trabajo. Pero Dios elige el animal muerto que le entrega Abel. El texto no habla de celos ni de odio. Pero acto seguido Caín mata a su hermano. En “Terrenal”, una de las grandes obras escritas y dirigidas por Mauricio Kartun, se agrega una nueva interpretación del mito bíblico para narrar la historia de las clases dominantes en Argentina.

En el siglo XVIII, un grupo de científicos empezaron a separar el estudio de lo natural de la versión literal de la Biblia con respecto al “Diluvio Universal”, ajustándose a marcos estrictamente racionalistas, y llegaron a la conclusión de que el diluvio había sido imposible. El sacerdote Thomas Burnett demostró mediante una cuenta matemática que el agua que podía haber llovido en cuarenta días y cuarenta noches era insignificante.

Noticias Relacionadas