Un brutal homicidio que continúa impune tras 19 años

Una anciana de 84 años fue asesinada en su casa de El Mondongo en 1998. En un nuevo aniversario del caso, su hija habló con este medio para homenajearla y exigir justicia

El 27 de agosto de 1998, el barrio platense de El Mondongo vivió uno de sus días más sangrientos y tristes, cuando una mujer de 84 años fue salvajemente asesinada en el interior de su vivienda, con diferentes mecanismos: furiosos golpes y estrangulamiento. 

Por el crimen no solo no hay ninguna persona detenida o condenada, sino que nunca la hubo. A 19 años del hecho, Ana María, la hija de la víctima, se comunicó con Trama Urbana para exigir justicia, pese a la cantidad de tiempo transcurrido y la inacción de los órganos competentes. 

“El recuerdo de ella persiste en mí. Ya era grande cuando la mataron, no sé cuánto tiempo más hubiese vivido. Pero no tenían derecho a matarla de esa manera”, se lamentó la mujer.

A su madre, Teresa Fernández López, la asesinaron de manera brutal en su hogar, emplazado en 117 entre 68 y 69, donde siempre había vivido. Su cuerpo fue hallado en el galpón del patio, con una horca en su cuello y, al lado, un hierro ensangrentado. “Tenía golpes en la cabeza. En las pericias se demostró que la torturaron en diferentes sectores de la casa. Había sangre por todos lados y encontraron un diente suyo en el baño. La hicieron pedazos y hasta la cortaron a tijeretazos. Se ensañaron con ella. Fue un crimen aberrante”, recordó su hija. 

Sospechas 

Ana María siempre sospechó de su hermana, con quien nunca tuvo buena relación. Desde hace años no habla con ella. “Sé que está viva por conocidos en común, que me dicen que la vieron caminando por el centro”, expresó.

Su teoría sobre la culpabilidad de su hermana radica en que la misma “le manejaba todas las cuentas a mi mamá y estaba constantemente con ella. De hecho, inició la sucesión de la casa el día siguiente al entierro, el 3 de septiembre. No le importó nada”. 

Además, detalló que “ella tenía las llaves” del domicilio de su madre, y “la Policía le incautó una campera después del homicidio, porque tenía manchas de sangre. Después dijeron que eran de aceite. Ella siempre tuvo apoyo político y fue protegida. De hecho, la causa judicial se cerró antes de los diez años”. En tanto, descartó el robo como móvil del hecho: “No se llevaron nada: solo dos vestidos míos que después tiraron en mi casa”.

Ana María denunció que, tanto ella como su hija, fueron “amenazadas” y vivieron encerradas “un año y medio, con custodia policial”. Por la causa pasaron los jueces Ernesto Domenech, Carmen Palacios Arias y los fiscales Marcelo Romero, Fernando Cartasegna, Álvaro Garganta y María Scarpino. Ninguno pudo resolver el enigma.

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