El prócer que anda suelto

En una entrevista íntima con este medio, Alejandro Medina, músico referente del rock argentino, realizó un extenso recorrido sobre su carrera y su larga vida en los escenarios 

Alejandro Medina es un hombre que gastó las suelas de sus zapatos en los escenarios. Se trata de un artista que enciende la llama, porque es una  leyenda viviente de la música. En continua vigencia, el compositor se constituye como uno de los referentes del rock, el heavy metal y el blues en nuestro país, gracias a las formaciones musicales en las que desplegó su magia. Entre las bandas más destacadas que integró se puede mencionar a Manal, Aeroblues, Pappo’s Blues y La Pesada del Rock and Roll.

Las nuevas generaciones lo idolatran, mientras que algunas bandas lo invitan a tocar temas en diferentes presentaciones.

Desde hace años, el bajista está en pareja con Lola, quien es intérprete, mánager y su compañera de la vida cotidiana. Ellos residen en Morón e integran La Medinight Band, junto con otros colegas.

La genealogía Medina no se queda atrás porque el artista tiene  dos hijos, Kubilai y León, cuyas profesiones continúan su fuerte legado. Los herederos del rock cosecharon sus propios caminos con respectivos proyectos musicales. 

Durante una charla con Hoy, Alejandro se expresó sobre el arte y la música. También recordó sus inicios y relató sus proyectos a futuro. 

—¿Bajo qué circustancias incursionaste en la música? ¿Optaste por este camino o creés que te eligió?

—Me inicié desde muy pequeño. En mi casa había un piano, tocaban mis primos. Yo, a los 5 ó 6 años, ya sabía interpretar Para Elisa. Después mi papá me envió a tomar clases de trompeta y así fue como estudié durante algún tiempo en el conservatorio. Esto se prolongó hasta mis 12 años, cuando tuve paperas y, entonces, cambié por el bajo. Asumo que la trompeta es un instrumento muy cruel y el día que la dejás, no te perdona. En ese momento, comencé a tocar el bajo como autodidacta, a través de los métodos de estudio inculcados por mi padre, que sabía muchísimo de armonía, melodía, composición y de lectura musical. El me enseñó a afinar un instrumento, 

De esta manera, me adentré en el universo del afroblues, en la obra de John Coltrane, entre otros.

A mis 15 años formé parte de The seasons junto a Carlos Mellino. Traducíamos canciones del inglés al español y grabamos un long play en los estudios Ion. Así comenzamos a trabajar en esto.

En ese entonces también frecuentaba el Instituto Di Tella, un espacio donde se reunían artistas plásticos. 

También conocimos a un amigo que nos llevó a tocar a La cueva, un mítico bar que nos concentraba hasta el amanecer y dónde se gestaron varias bandas históricas como Los gatos, por ejemplo. Un día, la Policía descubrió que yo era menor de edad y me persiguió por todos lados durante seis meses. 

Tiempo después, comencé a charlar con Claudio Gabis y Javier Martínez, que los conocía de La cueva pero nunca tuvimos contacto.   Son amigos maravillosos. Luego empezamos con Manal, los llevé a mi casa porque tenía el estudio ahí y así comenzó todo. Lo demás ya se sabe. Después llegaron las otras experiencias, como La pesada del Rock and Roll.

Sobre el regreso de Manal, hace dos años hicimos una presentación que fue producida por  Jorge “Corcho” Rodríguez. Editamos un álbum, un DVD y un libro que fue editado por Planeta. 

—¿En qué proyecto estás involucrado actualmente?

—Ahora me voy con la música a Cosquín. Estoy muy contento armando mi show. 

Además me preparo para grabar un disco nuevo durante este año o cuando la luz se prenda en mi cabeza. Tengo la mitad de los temas terminados y a la otra mitad le falta muy poco. 

—Tus hijos, Kubilai y León se dedican a la música, ¿cómo los ves?

—Son fantásticos y talentosos . Lo que pasa es que ellos son Medina (risas). Lo más importante es mi familia. Quiero que todos estén bien, fuertes y sanos. 

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