CFK en Comodoro Py

El debut de Cristina en Tribunales: pan y circo

Aún fuera del poder y en horas difíciles, los delirios de Cristina Kirchner y sus acólitos no tienen límites. Lo de ayer fue una celebración de la impunidad, como si los fueros todavía la ampararan y como si su presidencia no hubiera culminado el 10 de diciembre: amenazó, acusó y ordenó, como en sus días de mayor autoritarismo.

El debut de CFK en Tribunales arrancó alrededor de las 10, se presentó en el despacho de Claudio Bonadio, el juez que más dolores de cabeza le ha causado, el recusado de Hotesur -la causa que investiga a la expresidenta y a su entorno por lavado de dinero, el mismo delito que le imputó el fiscal Guillermo Marijuan por la Ruta del dinero K- y al que, finalmente, no pudo evitar: ayer, Bonadio la tuvo en su juzgado durante menos de una hora, como imputada y para ser indagada por primera vez en su historia por la venta de dólar futuro, una maniobra orquestada por las anteriores autoridades del Banco Central (BCRA), que significará una pérdida para el Estado de $77 mil millones y por el que también están imputados el exministro de Economía, Axel Kicillof, y el extitular del BCRA, Alejandro Vanoli.

En la oficina del juzgado 11, a cargo de Bonadio, aguardaba la secretaria Carolina Arnaiz. Minutos después ingresó el magistrado, saludado por el abogado defensor de la exmandataria, Carlos Alberto Beraldi (ex socio del excamarista Carlos Arslanián), pero ignorado por Cristina que, de espaldas a él, ni siquiera le devolvió el “buen día”. En cambio, lo trató de “incompetente”, “arbitrario” y “parcial”, y de hacerle una “maniobra política”, motivos por los que, según adujo, no respondería a sus preguntas. Fue demasiado para Bonadio, que optó por retirarse del despacho.

Cristina se quedó unos minutos más para hacer dos presentaciones: una en la que pidió formalmente la recusación (un pedido que también hizo un exdirectivo del BCRA y que fue rechazado) del juez por “enemistad manifiesta” con ella, donde lo acusó de “prevaricato” al llamarla a declaración indagatoria y denunció la intención del gobierno de “plantar” una causa con su “colaboración imprescindible” para que la detengan.

En el otro escrito, hizo su descargo, en el que rechazó la “hipótesis de asociación ilícita” por la que la acusa Bonadio; desafió: “No les tengo miedo. Afrontaré este proceso y cualquier otro que quieran fabricarme”; aseguró que “una falsa denuncia” dio inicio a esta causa; acusó a Bonadio de haber hecho preguntas “inquisidoras” y le enrostró un “grado de incompetencia” como juez.

En el mismo texto, tras un largo revisionismo histórico en el que se comparó con los expresidentes Hipólito Yrigoyen y Juan Domingo Perón, atacó el “Plan de Ajuste” llevado a cabo por el presidente Mauricio Macri, tan criticado desde estas páginas como el saldo de 12 millones de pobres que, entre otras tropelías, dejó el kirchnerismo; y disparó contra “quienes se quieren presentar ante los argentinos como cruzados contra la corrupción” y tienen empresas offshore en el exterior, un artilugio para lavar dinero que une a Macri con CFK en un delito por el que ambos están en la mira de la Justicia.

Presentados los escritos, Cristina no quiso abandonar el despacho sin antes alardear de sus dotes de showwoman: movió su cabeza al ritmo de la música que atravesaba los tribunales, proveniente de la movilización armada afuera y hasta se encaprichó con que quitaran su segundo nombre, Elisabet, del acta y que le agregaran a su apellido “de Kirchner”. Pero en su documento dice “Cristina Elisabet Fernández”, le dijo la secretaria de Bonadio. Finalmente quedó el segundo nombre y se agregó el apellido de su fallecido esposo.

Luego, la exjefa de Estado pidió permiso para ir al baño, y al concluir la audiencia salió a hablar a la corte de ultrakirchneristas y militantes de La Cámpora que la aguardaba bajo la lluvia.

Una jornada plagada de incidentes

Un acto con todo los sellos K: con incidentes, patotas y agresiones que sufrieron los periodistas Mercedes Ninci, Diego Ricciardi, Gonzalo Asís y un camarógrafo de Canal 13, quienes fueron agredidos por militantes ultra kirchneristas, frente a los tribunales federales de Comodoro Py, mientras las fuerzas de seguridad brillaban por su ausencia.

“Si pasa Canal 13, rompemos todo. Perdoname, pero si yo te dejo pasar, a mí me sacan a patadas, yo tengo que acatar lo que dicen estos chicos”, le comunicaron los organizadores a Asís, quien aseguró que “a la productora Chiqui Morel la empujaron, le pegaron y, lo peor, la manosearon”. El caso de Ninci, quien denunció cuatro agresiones sucesivas fue el de mayor repercusión mediática, ya que las cámaras captaron la escena e inmediatamente se viralizó por las redes sociales.  Según se pudo ver en las imágenes, en la primera de las agresiones, Ninci fue arrastrada de los brazos y a la fuerza, por referentes de La Cámpora que ignoraron las quejas de la periodista y sus manifestaciones de dolor. “Me golpeé la cabeza, me empujaron, me caí de cabeza”, afirmó, entre lágrimas, la movilera.

La “cadena” del cinismo y la hipocresía

En el debut de lo que podría ser un largo desfile ante la Justicia, Cristina Kirchner utilizó las escalinatas de los Tribunales de Comodoro Py para lanzar la campaña de un temido regreso; mostrarse como víctima y cuestionar al actual gobierno. Fueron 72 minutos en los que hubo gritos, agitaciones de dedos índices y acusaciones, como cuando utilizaba la cadena nacional.

Con cierta hipocresía y cinismo, incluso, durante su alocución descubrió palabras y hechos que cuando presidenta negó y ocultó: habló de inflación, impuesto a las Ganancias, persecución ideológica, crisis en el PAMI y hasta corrupción, como si ella pudiese dar cátedra.

Entre las victimizaciones, dijo: “Me pueden citar 20 veces, me pueden meter presa, pero no me pueden hacer callar y decir lo que pienso”; “ayer escuché a una señora decir que debían inhabilitarme de por vida para ocupar cargos públicos. La proscripción otra vez, qué poco originales”, disparó.

Además, dijo que “el gobierno no cuida a los argentinos”; con más cinismo aún, enfatizó que ahora “los argentinos tienen miedo y nunca lo tuvieron durante mi gestión”; y, pese a haber sido la ejecutora de lo que se dio en llamar la grieta, aseguró: “Tenemos que estar unidos. No vine acá para dividir a nadie”, al tiempo que aprovechó para “convocar a un gran Frente Ciudadano, donde no se le pregunte a nadie a quién votó”.

Sólo en un país como la Argentina, con una expresidenta como Cristina Kirchner puede ocurrir una escena similar a la de ayer: una exmandataria, imputada y multidenunciada haciendo de sus cargos en la Justicia un show para un grupo de fanáticos que las fuerzas de seguridad estimaron entre 20 y 25 mil.

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