En el medio de la “12”

Un recorrido por el seno de la hinchada de Boca en el partido que igualaron Estudiantes y el Xeneize sin goles. El Profe Córdoba y un sentimiento único por la Bombonera.

Por Daniel “Profe” Córdoba

Aún recuerdo la antigua barra brava de Boca. Investigada y por ello tildada, y con total justicia, antes y post-Dizeo (su actual ideólogo), de todo menos de legal y normal. Era una cuna de asesinos mezclados con arrebatadores y con ladrones patoteros y adictos, y todas las malas yerbas juntas. De esa “12” a lo que vi el sábado, luego de terminado el horrendo 0 a 0 entre un Boca repleto de suplentes y un Estudiantes inexpresivo de todos titulares, ¡hay años luz de diferencia!

Siempre me picó el bichito de estar en la previa de juego, durante el juego, posjuego, bien dentro de esa masa incallable en aliento bosteril. Averiguo. No me animé. Se conocían todos. Me iban a detectar. Todo llega si uno no cesa en la búsqueda. El sábado pasado nos ubicamos a cinco metros del acrílico que separa la barra boquense de nosotros, casi igual lugar donde llevé a mis hijos Dani y Sofi para que, por esa hinchada, se hicieran de Boquita y lo logré. Fanatismo que hubiese hoy tenido Juancito y que también heredó Simón. Igual que el de mi viejo Nicolás Tomás.

Y fue una fiesta todo, a 10 cuadras a las afueras del estadio y, ya adentro, toda la cancha desde 2 horas antes de iniciarse el partido. Miren señores lectores que tengo canchas como hincha, que me han corrido y he corrido barras, o sea puedo ver y comparar. Lo de Boca en La Boca, como cada vez que juega allí, es único, como irreal y Felinesco.-

Son 6 horas. Es como si todos todos, sin distinciones de nada, fuesen y estuviesen hermanados detrás y por la azul y oro. Te podes cruzar desde el plateista más finoli hasta el reo más humilde gritando eliDale booooo dale boooooo” a la par y sin parar. Sólo en Colón de Santa Fe vivi algo parecido.

Después de terminado ese horrendo partido, y especialmente la “12” seguía y seguía saltando y gritando “la copa de Río de Janeiro vamos a traer”. Y ahí sí me saltó el indio que nunca perderé y me dije: “sí o sí salgo del estadio entre la 12”. y ahí fui. Sanateando seguridad salí por donde no debía, la encontré y en ella me “incrusté”. Ahí ví cómo la barra de Boca ha sido como educada y depurada. Junto a las trompetas, con bombos y tambores ví ancianos, padres con hijos, nenas adolescentes solas, madres con bebés, disfrazados, gente con máscaras con caras de jugadores y mil imágenes más.

Fueron 5 o 6 cuadras allí, dentro de esa masa cantante y con alegría, en donde éramos todos iguales. Todos. Fueron 600 metros de comparsa desbordante de pueblo con energía positiva y ganadora.

Lo único que los mancomunaba era la camiseta bostera. Filmé lo que pude y para mis hijos. Y pude muy poco por el contagio efervescente que sentía en mi mente, sangre y corazón esos instantes. Esos fuertemente intensos instantes perdurarán eternamente en mi ser y aseguro jamás de los jamases podré olvidarlos. Caminé, me empujé y salté en medio de la “12". De ese momento y para toda mi vida... ¿quién me quita lo bailado? Y ¿qué me van hablar de amor?

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