Entrevista Exclusiva
Alejandro Marín: “El principal desafío fue que la voz de Bob siguiera latente”
El joven director es el encargado de llevar adelante una historia inspirada en la vida de una de las figuras más populares de España. Un desafío para nada fácil, pero del que sale airoso y con un producto único.
Maricón perdido, que se estrenó el jueves pasado en TNT y se puede ver completa en HBO Max, es una nueva producción original inspirada en la vida de Bob Pop, una figura icónica de España. Mezclando ficción y fantasía, la serie reconstruye el pasado, presente y futuro del artista. Está protagonizada por Gabriel Sánchez, Carlos González, Candela Peña, Carlos Bardem, Alba Flores y Miguel Rellán. Diario Hoy habló en exclusiva con Alejandro Marín, su director, para conocer cómo fue el proceso creativo del programa.
—¿Cómo llegaste al proyecto?
—Hace dos o tres años terminé la Escuela de Cine de Barcelona y, al finalizar, entré en el programa Ópera Prima para mi primer largometraje. Estaba en eso, rodé un teaser para buscar la financiación; por casualidades de la vida, en una sesión de pitch estaba uno de los productores de la series, vio el teaser y me tanteó como posibilidad. Para ellos era importante encontrar a alguien que acompañara a Bob, entrelazándolo con un director que pudiera hacer realidad el guion. Al final fue eso, como una simbiosis muy interesante.
—Como realizador, ¿cuál es el principal desafío de llevar a la pantalla una historia inspirada o basada en un personaje real y tan involucrado en el proyecto?
—El principal desafío fue ese: que la voz de Bob, que estaba muy presente en el guion, a la hora de llevar a imágenes esa historia tan personal; siguiera latente, siguiera muy presente cuando se llevara a la pantalla. El principal desafío fue ese: hacer que la voz, que tan conocida era a nivel general, con un discurso que va desde la crítica, pasando por el humor, se transformara en el tono de la serie. Trabajé mucho con él, mano a mano, chequeando que él se sintiera a gusto y entrara dentro de sus gustos. Me compartió referentes, influencias, una lista de música de Spotify, con canciones que no iban a estar en la serie, pero sí que podían impregnar cierto tono y energía para que viajara en la serie; y todo eso ver cómo lo llevábamos a la realización y todos los departamentos. Bob me pidió que quería que la serie tuviera mucha verdad, aún en los momentos más duros; pero que también fuese una serie acogedora, que al final fuese como una especie de abrazo. Había que lograr un equilibrio entre momentos duros y la fantasía donde el protagonista se resguarda, se esconde para no enfrentarse al mundo real. Fue un trabajo de entender la serie como un viaje completo, porque tiene saltos temporales; así que hubo que poner todo en orden cronológico, hablando con Bob, para entender el viaje. Porque es eso la serie, el viaje de una persona que quiere escribir, ser escritor, contarse y, en definitiva, ser feliz tal y como lo es. Cuando el viaje era más arduo, pedía la realización más cámara en mano, cerca de los personajes; y cuando era fantasía, la cámara fuera más estéril, que flotara, que realmente diera todas las peripecias que requería y la artillería de todos los departamentos. La escena de No llores por mí Argentina es un ejemplo de esto, que exigió una gran producción. Igual lo interesante era que no fuera todo blanco y negro, sino que hubiera matices; y aún en escenas más fantasiosas uníamos mundos como el de la escuela y el teatro, como pasa en la escena del canto.
—¿Qué referentes tuviste a la hora de hacerlo?
—Hay referentes, y claro que se puede encontrar en escenas concretas, porque trabajo con muchas ideas. Pero en este caso con Bob, él me habló de Please like me y otras que tenían presente la temática LGTBIQ, y un trasfondo de tocar otros temas a través de otros temas. En el caso de Please like me, que no la conocía y lo hice gracias a él, acabó siendo un referente bastante acertado precisamente de todo esto: cómo una serie que empieza siendo algo más fresco, termina siendo una serie que termina hablando de cosas mucho más profundas. Empieza siendo algo tonta y luego toma una trascendencia importante. Claro que uno trabaja con los referentes que a uno le gustan, pero no hubo solo uno en claro, fuimos buscando el tono y nuestro propio universo y el de Bob, viendo cómo lo trasladábamos a la serie. Él me indicó por ejemplo que le gustaba el humor presente en El casamiento de Muriel, pero no fue un referente directo, él me daba pistas.
—¿Cómo se recibió en España el proyecto?
—Ha sido muy loco que nosotros ya estábamos contentos con el resultado, y estamos agradecidos por la recepción. Tenemos mucha expectativa para ver qué pasa en Latinoamérica, que no conocen tanto a Bob. Ver si funciona. Estamos con muchas ganas además; porque llegará a más gente.
—¿Se sentía presión con la presencia de Bob en el set?
—Al contrario, porque sirvió para que los actores que lo encarnaron pudieran lograr una cercanía perfecta con lo que estaba escrito en el guion. Lo importante fue entender el viaje en su totalidad y en cada escena en concreto; con un equilibrio entre la verdad y ser una serie acogedora, en donde el personaje de Bob sea siempre proactivo independientemente de todo lo que se mostraba. Y en las escenas más duras él lograba transmitirnos todo para que la crudeza estuviera presente pero se pudiera transmitir un rayo de luz y una esperanza.
—¿Cuánto tiempo llevó todo el proceso de realización?
—Me llamaron en febrero de 2020. Comencé a trabajar con Bob en Madrid, leyendo los guiones juntos, ideas; compartimos información, soñábamos con el casting, y justo llegó el Covid. Nos confinaron, y durante eso seguimos trabajando. También hicimos Zoom, armé dossiers del estilo storyboard, le pasaba eso a Bob, hicimos un ida y vuelta, así lo trabajamos. Rodamos en octubre y terminamos en enero. Luego vino el montaje y terminamos en mayo.