entrevista

Esteban Meloni y Malena Solda adelantan Made in Lanús

A casi 40 años de su estreno, vuelve a los escenarios porteños en una versión aggiornada uno de los clásicos del teatro argentino.

Made in Lanús, el clásico argentino que emocionó a todo el país, esta vez con dirección de Luis Brandoni, regresa a la cartelera porteña protagonizada por Alberto Ajaka, Cecilia Dopazo, Esteban Meloni y Malena Solda. Diario Hoy dialogó en exclusiva con Solda y Meloni para saber más detalles de este gran regreso, el 4 de enero, en el teatro Multitabarís Comafi.

—¿Qué recuerdo tenían de la obra de teatro o de la película?

—Malena Solda: Yo me acuerdo del patio en la película, me acuerdo de los protagonistas, me acuerdo que era muy buena la obra (risas). Y que hablaba de quedarse. Y después que había una versión en Mar del Plata.

—Esteban Meloni: Yo me acuerdo de la película, que es del 86 o del 87. Era chico, pero me acuerdo porque a mí me encantaba ya de muy chico todo el cine nacional y además eran años muy buenos, donde se hizo Esperando la carroza, 100 veces no debo, comedias muy potentes. No la vi en el cine porque yo era chico, pero sí en televisión cuando la pasaban y también del cuarteto de actores maravillosos. El patio de la casa, la Yoli y el Negro empujando el auto, una cosa muy argentina, muy entrañable, que me retrotrae automáticamente a mi infancia en los 80.

—¿Por qué creen que la obra sigue estando tan vigente?

—MS: Porque toca temas que nos siguen atravesando. Creo que la autora, Nelly Fernández Tiscornia, logró capturar la esencia de estos personajes y son reconocibles. Te hacen acordar a cosas que decía tu abuela, tu papá, tu mamá, tu tío, tu sobrina, son cosas que siguen. Yo, en estos días, por ejemplo, que estamos estudiando el texto y muy metidos en el material, en la obra, fui a un par de reuniones familiares y escuchás las mismas problemáticas, los mismos temas, las mismas actitudes. Incluso las mismas pretensiones, las mismas ilusiones, muy argentinas en ese sentido. Y logra tocar cosas sensibles, positivas y negativas, entonces no es que es un bajón, no es una comedia de entradas y salidas, sin menospreciar. No tiene nada que ver con eso y estamos nosotros como sociedad, en un lugar, en un momento muy sensible, muy delicado y esta autora te interpela con lo que dice, con los personajes, con los temas que trata la obra.

—EM: Tiene algo, además, que es lo que dice Malena, que nos sigue atravesando y que, yo escuchando los ensayos, los textos que decimos y todo, digo: “Mirá todo lo que ya había pasado en Argentina”. Porque hay una enumeración que hace uno de los personajes, el Negro, donde dice que pasó esto, lo otro, esto... “¿Hasta cuándo más?”, le pregunta a su mujer. Y me pongo a pensar automáticamente en todo lo que falta, porque eso era el 85. Bueno, con lo cual hay algo ahí que es como eterno de nuestro país que siempre nos va a atravesar.

Pero pensaba también en algo como un teatro rioplatense, como una identidad, no solo en los contenidos, sino en el género, en lo estético, como si te dijera el grotesco, el sainete, que está cruzado por todo eso que por ahí suenan a ideas o cosas intelectuales. Pero que, en realidad, el argentino cuando ve eso como Esperando la carroza, mi sobrino tiene 19 años y se sabe los diálogos y se ríe igual que me río yo, que mi vieja y cómo se reía mi abuela. Hay algo de esa identidad, pero no desde la realidad, sino desde nuestra ficción, de una identidad que tiene que ver con lo rioplatense. Porque es como más donde sucede, pero en realidad es muy argento, muy tano, muy italiano, y eso es muy muy atractivo, porque no lo vas a encontrar en otro lado, no lo vas a encontrar en el cine norteamericano, ni en el europeo, o en el teatro, no lo vas a encontrar en ningún lado. Entonces, creo que es una posibilidad para el público, también, de aprovechar, de ver algo así en teatro, de una autora nacional, con una identidad tan fuerte.

—¿Cómo fue viajar a los 80?

—MS: Para mí es desde el lenguaje, porque todavía no tenemos el vestuario y faltan cosas de la escenografía y de la utilería que también te llevan a esa época. Por ahora, eso todavía no está definido. Por ahora es el lenguaje, entonces son expresiones muy particulares, que ya no usamos y que me hacen acordar a mi infancia, fenómeno, lógico, ese es el ­lenguaje. Después, no sé, yo recuerdo o veo en la obra un momento luminoso del país, de esperanza, de la democracia y todo lo que el potencial que hay del futuro. Y lo reconozco de ese momento.

—EM: Sí, también me pasa lo mismo. Es como algo estético, el lenguaje, pero que es muy profundo, digo, no es solo superficial porque es estético, sino que cada vez, cada una de esas frases que decían, son muy ­profundas y encierran como una mística, como todo una cosa de que a mí me lleva a mi infancia. Pero que tiene que ver con este país.

Y tenemos de director al number one, que instaló eso, esos tonos, esas frases, esas expresiones, “tres empanadas”, “le llenaron la cocina de humo”. No sé, como todo eso, “ahí lo tenés al pelotudo”, que es como muy inspirador también, porque es como la verdad y es muy argentina. Creo que hay muy pocos actores que logran eso de representar al argentino medio con el que todos se pueden sentir identificados y, bueno, un poco tiene que ver con los 80. Yo creo que después han salido otros prototipos argentinos, no sé, Okupas, por ejemplo. Como que han salido también cosas, pero que, bueno, esto a mí por lo menos me lleva y es un viaje a mi infancia; para otro será un viaje a la juventud, o para otros será descubrir cómo se vivía en esa época. La inocencia también, como cierta inocencia. Yo lo veo así.

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