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Dueño de una extensa carrera en la televisión, el productor y director debuta en el cine con una historia que analiza vínculos en una sociedad plagada de consumos y privilegios.
10/03/2021 - 00:00hs
El debut en la realización cinematográfica de Gastón Portal, con La noche mágica, protagonizada por Natalia Oreiro, Pablo Rago, Diego Peretti y Esteban Bigliardi, marca el regreso del cine nacional a las salas.
Una historia que se transforma todo el tiempo, y que arriesga; son los atributos de esta ópera prima de un productor y director que sabe cómo generar universos propios. Diario Hoy dialogó con él para conocer más detalles de la propuesta y su trabajo.
—¿Qué sensación tenés de ser el director de la primera película nacional que se estrena en sala en la reapertura de los cines?
—Hay sentimientos encontrados, porque uno siente siempre que la vida está en contra de uno, de hecho la teníamos anunciada para el 9 de abril de 2020 y llegó la pandemia. Por suerte se estrena en cines, porque la pensamos para el cine, y soy uno de los pocos privilegiados que puede estrenar en sala, más allá del 30 por ciento de aforo.
—Año difícil el que pasamos, de pérdidas, ¿cómo lo viviste?
—Es tan absurdo, porque para mí, laboralmente, fue un gran año. A fines de 2019 firmé un contrato con una productora muy importante de México y Estados Unidos para desarrollar formatos de series, y largometrajes, y dirigir cuando salga, me pagan para hacer lo que me gusta como nunca me pasó. Encima la pandemia me permitió vivir de nuevo en la Argentina, porque se puede trabajar desde cualquier lugar del mundo con la tecnología. Me instalé con mi familia en el país, y viajo de acuerdo a lo que surja.
—¿Cuál fue la génesis de La noche mágica?
—Surgió como hace 10 años, de un pequeño cuento. Me gusta mucho escribir. Una historia muy sencilla, con el disparador de un hombre que entra a robar una casa, hay un matrimonio, entra un auto, que es como empieza la película, entonces el que estaba en la casa era el amante, y era algo muy oscura, siniestra, ese fue el disparador, y después vino la idea que estuviera la nena y confundiera al ladrón con Papá Noel y ahí tuve la trama de la película.
—La película comienza como un vodevil, luego se pone oscura, densa, sin perder el humor, ¿cómo imaginaste esos cambios para mantener en vilo al espectador?
—Es un tono específico de cine que a mí me gusta, tiene referencias al cine italiano, pos neorrealista, Nos habíamos amado tanto, de Ettore Scola, y también cierto cine coreano, oriental, donde todo se actúa seriamente, hay mucho drama pero al mismo tiempo las situaciones son absurdas. La referencia que le di a los actores, para esta película, porque en cuanto al tono no encontramos en el cine local, era Parasite, antes que ganara todo, Natalia me decía: me estás jodiendo dando una película coreana me das como referencia, es un poco difícil, pero la idea era ese tono, absurdo actuado a cara de perro, algo de Buñuel, eso que se ve en las series que hice.
Quise comenzar con una comedia llana y limpia y luego empezar con el drama, sin perder el humor, algo que pasa en general. Hay un viaje, con un punto de vista que es el del ladrón, entrando a robar a una familia divina, en apariencia, y que descubre que el peligro está más adentro que afuera.
—Imagino que el rodaje debe haber sido muy divertido…
—Sí, muy divertido y bravo, porque rodar con una niña como protagonista y de noche, es muy complicado, la teníamos muy poquitas horas e hicimos malabares para tenerla en esas cinco semanas de rodaje. Fue divertido porque los actores son divertidos, pero todo era muy absurdo. La filmación es otra película que no se filma a lo largo de las semanas, la locura con el equipo, los actores, todo genera eso. Y también hay una realidad que, en mi caso, no soporto los rodajes violentos, donde hay gritos, nunca lo he hecho, porque cuesta mucho filmar y no entiendo cómo se pueden lograr cosas a través de la violencia.
—La película habla un poco de cómo el que ejerce violencia no consigue nada…
—Absolutamente, la película tiene mucho subtexto, la escribí con quien trabajo hace mucho tiempo, Javier Castro Albano, y me pareció interesante que el punto de vista vaya cambiando a lo largo de la película.
—¿Fue complicado sacar de lugares comunes a los intérpretes?
—Quiero agradecerle a los productores, a los actores, está Disney detrás, por permitirme seguir con algo que a priori es difícil de clasificar. Tuvieron valentía y se tiraron sin red, y me lo permitieron, y por eso tengo que estar agradecido, más en la Argentina donde no hay industria y filmar es una odisea.
Esto podría haber sido muy chico, hasta el punto que a Natalia le llegó el guion a través de Axel Kuschevatzky, nunca la imaginé porque para mí era muy difícil, le llegó, lo leyó, le gustó mucho, hablamos mucho, y me pidió pasárselo a Diego, se lo pasó, le gustó, y eso que es un personaje diferente, que sale de lo que uno suele verlo, y en un momento la película comenzó a crecer tanto que iban a ponerla en una plataforma y en una devolución nos dijeron que había que cambiar el guion y las partes oscuras, pero ahí mi voz ya no era tan importante, y el que se plantó fue Diego, diciendo que si se cambiaba algo él se iba. Perdimos el arreglo con la plataforma, pero ganamos mucho, y esto lo tengo que agradecer, porque él hizo lo que yo ya no podía hacer. Los actores fueron muy fieles a eso.