Güacho, la banda platense que adoptó una conducta artística colectiva

Los músicos acaban de editar el último disco de su trilogía llamado Vol. III (La persistencia de la memoria). Si bien son un trío, han creado alrededor suyo una comunidad de personas que, pese a no tocar en el grupo, se sienten parte de su aventura musical

El under platense tiene mucho que festejar en los últimos tiempos, y una de las razones es la actualidad de Güacho, el trío conformado por los hermanos Lisandro y Joaquín Castillo, y Hernán Torres, que acaba de editar el último disco de una trilogía fundamental del rock de la ciudad en este siglo: Vol. III (La persistencia de la memoria). 

Los integrantes de Güacho son muy queridos en el ambiente rockero de la ciudad. Muchas veces, a sus compinches, amigos y artistas vinculados se los asocia como miembros de la banda, y eso ocurre porque para los músicos es así. 

“Creo que toda la comunidad artística de La Plata entiende que la única manera de relacionarse tiene que ver con un sentido colectivo de construcción de esta cultura a la que pertenecemos. Eso hace que las cosas no solo lleguen a buen puerto, sino también a uno sensato y querido por todos. Y en donde todos se sienten parte, desde el que saca fotos, o el que pinta un mural hasta el que hace la comunicación de la banda. Todos se han sentido parte de lo que pasa, y han mirado hacia adentro de ellos con todo lo que fue y va pasando. En cierto punto es conmovedor”, explicó Lisandro, el cantante, guitarrista y compositor con una facilidad para elegir las palabras que refleja la poética que maneja en sus canciones.

Esta tarde presentan su show, a partir de las 18 puntual, según prometen, en 71 nº908 entre 13 y 14, en una velada en la que tocarán dos bandas muy recomendables, los mendocinos de Mi Amigo Invencible y el montevideano Sr. Faraón, una de las influencias del músico Lisandro Castillo, quien habló con  diario Hoy sobre las aventuras de Güacho, una de las bandas más importantes que la escena independiente platense tiene para ofrecerle al país.

—¿Cómo fue el proceso de escritura de las canciones que componen el Vol. III?

—Soy muy tradicional, primero hago la música, y después meto la letra. Casi siempre fue de esa manera, me resulta más interesante y me salen mejor las cosas. La composición en términos grupales, que es la de estos últimos dos discos, es así: voy a los ensayos con un esqueleto algo esbozado, y siempre lo terminamos los tres juntos en la sala, para darle nuestra personalidad. Siempre existió ese lugar para darle una forma entre todos a la música que fuimos haciendo, en los tres discos. Creo que así se logra la personalidad de la banda, si no sería solo la del compositor. 

Este disco viene a ser una síntesis. Hay muchas partes que son más instrumentales y a la vez las canciones creo que son como “audiogames”, como juegos en los que te metés en una aventura que dura mucho, e incluso uno se da cuenta cuando la está tocando que son largas, pero te van llevando.Vol. III, en ese aspecto, es una combinación de los otros dos (discos). Buscamos más tiempo de instrumental que en el segundo y a la vez que esté la parte de canción más tradicional.

—Este disco tiene una poética  bien definida, ¿con las letras, cómo trabajás? 

—Siempre fui muy dedicado a la hora de escribir, más allá de que lo haga bien o mal. Siempre me vi buscando palabras para sentirlas propias, y desde ese lugar me hice como un lenguaje estético mío. Con el tiempo lo he ido usando y depurando un poco mejor. Las letras en muchos casos son más largas en este disco, todas están dentro del concepto y éste se intenta repetir. Está la idea de un bosque que subyace, como un espacio atemporal, medio onírico, un lugar que para nosotros es común, y a la vez es muy universal también. 

La luz azul está en un par de canciones, las luces y las oscuridades también, primero como algo inconsciente y de repente se volvió algo más consciente, y eso me divierte:  que no sea todo lo mismo, pero sí que haya mojones a lo largo de toda la composición de este disco.

—Incorporaron a Julián Rossini como tecladista, ¿cómo llegaron a incluirlo y qué aportó a Güacho?

—Para que alguien sea parte de esto tiene que tratarse de una persona que uno conozca y conecte como un amigo más, no solo que sea un ejecutor eximio de música o que ocupe un espacio tipo sesionista. En general, en el ambiente donde nos movemos nosotros, es así. En un encuentro con amigos, se acercó  Julián y nos comentó que estaba haciendo una versión de un tema nuestro con el piano y que él estaba para lo que necesitáramos.

Para este disco se le dio la oportunidad, veníamos pensando en algunos temas que podían tener esos “colchones”. Él vino un día y la descosió, tocó encima de todos los temas del disco nuevo, en temas viejos, y la verdad es que se nos cayó el c... por la sonoridad que lograba. Ese es el piano Rhodes que estábamos imaginando y buscando, él entiende muncho lo que hace, se hizo muy sencillo y la verdad que es increíble. Luego de eso, ya estaba adentro. Además nunca un pero, tiene una excelente predisposición a dar siempre lo máximo. La idea no es que sea central su aporte, porque no sé si vamos a poder contar con él siempre, ya que tiene muchos proyectos, solo queríamos que fuera una textura más. 

—¿Cómo trabajaron el arte de este disco?

—Como en todos los anteriores, entre Lucas “El Boli” Borzi y yo. Nos ponemos mucho las pilas, él es un enfermo de las artes visuales y del trabajo, es escenógrafo en el Teatro Argentino. Tratamos de buscar ese concepto que es la persistencia de la memoria y cómo representarla. Porque la memoria es algo muy común, pero que a la vez siempre se puede salir con la suya. Es típico del humano tropezar dos veces con la misma piedra.Creo que todos hablamos más o menos de los mismos temas, lo que cambia en cada persona es la visión y la estética sobre los mismos. A partir de eso nos surgían un montón de imágenes, y de repente vi unas que me llamaron la atención y decidimos utilizarlas. Después hubo una búsqueda de personajes, con unas máscaras hechas de basura, con pedazos de cartón, entre tóxicas y mundanas. Fue un laburo de mucho tiempo, de mirar muchas referencias y conceptos partidos. Y a la vez teníamos metida la idea de la escena del bosque, que si bien no es uno verdadero, se asemeja. Es en un tinglado, está el bosque atrás pintado por “El Boli”, y no se entiende del todo qué es real y qué irreal. Hasta compramos la leña que queríamos para que el fuego quede como quedó. También dejamos “pistas”, elementos para seguir buscándolos con el tiempo. 

—Si bien recién salió el disco, ¿se cierra una etapa?, ¿qué vendrá después?

—Sí, se cierra una serie de episodios. Veremos qué ocurre, por lo pronto nos queda este período, intentaremos volver a viajar y tocar mucho. Ideas siempre hubo y habrá. La verdad que no podemos estar ni cerca de saber dónde estaremos cada uno en diez años. Lo mismo pasó cuando arrancó la trilogía, no sabíamos si íbamos a poder completarla. Hemos hecho tres discos con un montón de aventuras en el medio que nos han cambiado a todos. Yo antes de empezar con esto no tenía ni ganas de tocar, de repente arranqué tímidamente, y ahora acá estamos tocando para un montón de gente.

“El primer recital fue en una casa”

“El primer recital fue en una casa que teníamos en el centro. Era la despedida de ese lugar, y fue una fiesta medio mítica porque cayó gente que nadie conocía. Tocamos sin nombre aún, y sin que a nadie le importara”, cuenta Lisandro con humildad. Hoy Güacho es una banda muy convocante y sus recitales en la ciudad suelen estar repletos de amigos, público local, de otros lugares del Conurbano y de Capital Federal. “Acá los shows se disfrutan más y se comparte con gente que no escucha el mismo tipo de música. Acá se predisponen a que las cosas ocurran, y hay menos prejuicios con lo que se va a ver. Está bueno que vengan de afuera para vivir eso que en Buenos Aires no se da, porque es más rígido, con requisitos que hacen que la cosa sea menos amena”, dice el músico.

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