entrevista
Juan Pablo Geretto: “Exit me dio ganas de experimentar”
Tras un paréntesis, el reconocido artista volvió a la actuación con una obra divertida que analiza la crueldad que puede plantearse en el universo laboral.
Exit, el regreso al teatro de Nancy Dupláa, junto a Fernanda Metilli y Juan Pablo Geretto, se ha convertido en uno de los grandes éxitos de la Calle Corrientes.
La comedia, dirigida por Corina Fiorillo y producción de Tomás Rottemberg, reflexiona sobre el mundo laboral y situaciones que se viven en el día a día. Hablamos con Geretto para saber más de su trabajo y sus sensaciones de regresar a la actuación.
—¿Qué fue esta locura de irte, no actuar y ahora volver con este delirio?
—La verdad es que no me fui por nada en especial, aproveché que en pandemia pude juntar todo para sacar la ciudadanía española, las cosas digitales y qué sé yo y me fui porque tenía la oportunidad. Por primera vez estaba con un blanco en el laburo y no había planificado nada y dije, bueno, y me fui quedando allá por nada en particular. Después volví con esta propuesta que la verdad estaba buena. Me gustó el elenco. Me gustó el texto, me gusta la producción.
—Pero seguías allá con el universo que te habías creado paralelo y la actuación no estaba dentro…
—No sé si volvería a hacerlo, pero Exit me gustó. Tengo en claro que me dio ganas de experimentar esto y la verdad que la estamos pasando bien, es una obra superdinámica. También me gusta que la obra no tiene demasiada pretensión más que la de hacer reír. Como alejado de la situación de hoy en día, porque si la comparás con la realidad actual, no hay quien le gane a la realidad, que le gana a la ficción. A nivel actoral está todo como exacerbado desde la actuación, a propósito, para generar esa situación de humor.
—No habías trabajado con las chicas anteriormente, ¿no?
—No había trabajado con ninguna de las dos, las conocía a ambas, por supuesto, también personalmente, pero había trabajado antes con ellas. También me daba ganas de estar en un grupo de trabajo con buena onda. Estoy en un momento de la vida que no trabajo con gente que tire alguno para atrás, hay que caretear un montón, en un montón de lugares en los que uno elige ya no estar. En el teatro es todo lo contrario, la pasamos bien, nos llevamos bien, somos tres distintos arriba del escenario, tres modos en encarar la profesión, tres energías diferentes también arriba del escenario, que por suerte se complementan, tenemos como todo equilibrado y eso me gusta a mí también.
—Vos estás acostumbrado a estar como muy solo en escenario, ¿cómo fue encontrarte con otros?
—Después de la pandemia tuve ganas de encarar el teatro con más gente. No quiere decir que no lo vuelva a hacer solo, pero me quería tomar un recreo, sobre todo porque también soy productor de mis unipersonales y quería tener mi derecho a protestar y a descansar también un poco. Porque al final estaba en el camarín y me venían a hacer reclamos que tienen razón, de resolver las cosas.
—¿Cuándo supiste que querías ser actor?
—No lo sé, creo que es esta la vez que más lo siento y que medio como que lo decidí. Porque en realidad es algo que está incorporado a mi vida, desde muy chiquito. Como desde los 8, 9 años que empecé a laburar de esto, desde que me incorporé a un grupo de teatro del colegio. Más o menos para esa época siempre estuvo en mi vida y de repente un día me empezó a ir bien…
—Y ni lo pensaste.
—No.
—Pero ahora si tenés esta sensación de decir bueno, soy actor…
—Sí, y cuando era chico tenía otros trabajos, otros emprendimientos. Cuando la actuación me empezó a demandar más, porque me iba bien, tuve que decidir entre qué hacía y lo decidí por lo que me iba mejor. Quiero decir que si me hubiera ido mejor en el otro, tal vez o hubiera decidido otra cosa, no es algo que tenga vocacional, porque no siento que lo necesito para vivir, podría estar sin actuar. Ahora si creo que ya no, no confío mucho mi palabra, pensé que no iba a actuar más y de repente surge.
—Volviendo a la obra, estuve en una función en donde todo el tiempo la gente estaba con una sonrisa…
—Esta es una obra que necesita eso, porque si no se quedarían como medio inertes, o sea, peleándose. Pero hay algo como que enseguida funciona, yo tengo mucho ejercicio, de hecho en las obras, sobre todo en las obras de humor, que lleva muchísima más precisión que las obras que no son de humor. Enseguida ya uno necesita público para empezar a testear si funciona o no funciona. En este caso primero la obra funcionaba para nosotros tres, la leímos como de un tirón, y esto nos pasó que a los tres nos sentamos y la leímos así como de un tirón. Eso es como un indicador, te lleva a la otra página y a la otra página y otra página y funciona. Me parece que también me di cuenta que iba a funcionar cuando nos juntamos a leerla, que ya nos empezamos a reír, y porque cada cual tenía en su cabeza un humano, y cada cual le agregó lo suyo, y nos empezamos a sorprender entre nosotros y sabíamos que iba a funcionar. El autor, que también vino, estaba feliz de lo que habíamos hecho con la obra, porque en el humor, sobre todo, hay como una resolución de sonido también que se incluye con la obra y que es la risa del público y esa energía que completa el cierre del círculo de la obra.
—¿Cuál fue el principal desafío de este personaje?
—No siento que arriba del escenario hubo desafíos, no en este momento de mi vida, por lo menos, en otro capaz que sí, pero no en este momento. Creo que el desafío es más externo, es la situación económica, que la gente llegue. Y no me cabe duda que la Argentina tiene ganas de salir y divertirse y ver teatro e ir a comer y porque hasta en estas épocas los que pueden, lo siguen haciendo y los que no lo hacen menos, por eso creo que más que nada el desafío es ese y encontrar una obra que los atraiga. A nivel personal sentía que era un trabajo que podía hacer, que estaba bueno y que me iba a divertir inclusive. Me sorprendo mucho también, me gusta mucho transitar los mismos textos.