Pablo Helman, el argentino que trabajó con Scorsese, Spielberg y George Lucas

Realizó efectos visuales en filmes como La guerra de los mundos, Star Wars: Episodio II y Silencio. Ahora, prepara una técnica para rejuvenecer a De Niro y Pacino que, si funciona, “será revolucionaria”

En la década del 80, Pablo Helman llegó a Estados Unidos con Los Moros, la banda en la que oficiaba de baterista, y algo de lo que vivió allí lo cautivó. Por eso, cuando terminó la gira, decidió que era el momento de cambiar de aires, se despidió de su grupo y se fue a vivir a Los Ángeles con la intención de estudiar composición musical. En su cabeza rondaba la idea de convertirse en un creador de melodías para las películas norteamericanas.

En un principio, comenzó siendo compaginador musical en programas televisivos. Pero las circunstancias fueron cambiando, y a medida que las tecnologías se desarrollaban más, se encontró aprendiendo sobre el arte de los efectos visuales. 

—¿Cómo fueron tus inicios?

—Una vez que terminé los estudios de 4 años en la Universidad de Los Ángeles (UCLA), hice un máster en Educación Tecnológica e inicié mi camino escribiendo música para televisión a partir del año 1986. Por ese entonces, me ofrecieron un puesto de compaginador pero no sabía de qué se trataba esa profesión. Como sabía componer, acepté y mis compañeros me enseñaron a editar. Estuve durante 7 años. 

En ese momento la estética óptica estaba cambiando, entonces me quedé incursionando en efectos visuales, en plena era digital. No me resultó difícil porque estudié computación en la universidad, era el auge de las computadoras Macintosh y me contrataron porque sabía musicalizar los programas de televisión. La parte creativa, tanto en la música como en los efectos visuales, es muy similar porque se trabaja con texturas, ritmos, secuencias y colores. 

—¿En qué consiste tu trabajo?

—Es la primera parte de la postproducción. Sin embargo, hay un montón de etapas de preproducción antes de iniciar el proceso de filmación que, si no son realizadas, pueden costar muchísimo dinero. Es una labor muy colaborativa porque trabajás con las otras disciplinas del cine. Por ejemplo, los efectos especiales son los que suceden durante la filmación y son más prácticos.

—¿En qué estás trabajando ahora?

—Estoy inmerso en lo que será la próxima película de Martin Scorsese, The Irishman. Este filme está basado en un libro que relata el asesinato de Jimmy Hoffa, el reconocido sindicalista americano. También habla del inicio de la ciudad de Las Vegas, y te retrotrae a los años 40 y 50.

—¿Cuál será tu aporte?

—Debemos lograr que Robert de Niro, Joe Pesci y Al Pacino parezcan 30 años más jóvenes. Para ello, es necesario un proceso bastante complicado porque durante más de la mitad de la película ellos deberán lucir de esta manera.

Los intérpretes no quieren usar la tecnología de los puntitos blancos para luego hacer los efectos visuales sobre los personajes, entonces debimos trabajar mucho y cambiar la técnica. Si la nueva modalidad que proponemos, que fue probada en una toma con Robert De Niro y salió bien, funciona será una revolución para la industria.

—¿Cómo es trabajar junto a grandes como George Lucas, Steven Spielberg y Martin Scorsese?

—Son personas muy visuales, tienen las mismas habilidades y son muy colaborativas. Con la experiencia que tienen, podrían no consultar nada, y sin embargo, preguntan y escuchan lo que piensa la gente que trabaja con ellos. George Lucas es más técnico, le da suma importancia a la postproducción, mientras que Steven Spielberg es más visual e intuitivo durante el proceso de filmación. Martin Scorsese tiene una mente increíble en el sentido de que sabe cada toma de cada película y usa este tipo de habilidades para contar su relato. Una vez me dijo: “Sé que mis filmes son muy largos pero me enamoro de los personajes y me olvido de la historia”.

—¿Qué opinás sobre los directores jóvenes y emergentes en Estados Unidos?

—Creo que hay mucho talento pero también que les falta una adicción cinematográfica. Rodar una película implica trabajar con un montón de departamentos, de disciplinas y hay que tener nociones de tecnologías para completar la visión que se busca. Los cineastas emergentes pueden tener una visión nueva pero en cuestiones pragmáticas son un problema. Entonces prefiero trabajar con gente como Lucas, Scorsese y Spielberg porque me hacen la vida más fácil. 

“Los modelos de producción nacional son diferentes a los que conozco”

Ya pasaron casi cuarenta años desde que se fue a vivir a Estados Unidos, donde desarrolló absolutamente toda su carrera. Siempre en trabajos vinculados con las computadoras, como por ejemplo en Día de la independencia (1996) y Apolo 13 (1995) donde fue compositor digital, no fue hasta el año 2000 que empezó a trabajar en los efectos visuales. 

Por eso, su relación con el cine argentino es bastante acotada. No solo por la distancia tecnológica que mantienen ambas industrias, sino también en lo que respecta a los contenidos, que conoce muy poco.

—¿Qué cineasta argentino es de tu preferencia?

—No conozco mucho, pero hace unos años concurrí a un festival de cine en Barcelona y me encontré a Damián Szifron. En ese momento, tuvimos la oportunidad de charlar un poco y me pareció que es un muchacho que tiene una visión muy interesante. Espero tener la posibilidad de ver más cosas de su autoría. Otra de las personas con las que hablo es con Juan Pablo Buscarini que es un director de Pampa Films y hace películas argentinas con actores extranjeros. Estos son los únicos contactos que tengo. Otra cosa que sucede es que los modelos de producción nacional son diferentes a los que conozco. 

—¿Mirás películas?

—Si, porque así se conocen las historias del cine. Me la paso todo el día mirando películas porque es parte de mi trabajo. Aunque a veces está bueno regresar a casa para hacer un poco de música y de este modo olvidarse de las obligaciones laborales. Es una saludable forma de limpiar el cerebro. 

—¿Qué es lo que más extrañás de la Argentina?

—-El dulce de leche, los alfajores, las empanadas y el café. 

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