Palo Pandolfo y su continua reinvención

Uno de los músicos más inquietos del país, que tuvo una etapa como trovador solitario, vuelve a La Plata acompañado de su banda La Hermandad en el formato que más disfruta

La voz de Roberto “Palo” Pandolfo se apura porque Francesca y Vito, sus hijos, están a su cuidado, ya que su madre se encuentra de viaje. Mientras una papa con cáscara está cocinándose a fuego lento, el excantante de Don Cornelio y la zona respira un rato y atiende a diario Hoy para hablar de poesía, de música, de arte, y de vivir día a día. 

—La poética está muy presente en toda tu obra, ¿de qué elementos te nutrís a la hora de componer las letras?

—Yo empecé a escribir para hacer canciones a los 12 años. Era el año 1977. Con la guitarra armaba canciones, más que nada para decir algo. Cosas incovenientes, estaba bastante disconforme y necesitaba diferenciarme. Era criticón, protestón, como un punk preadolescente que hacía canciones cuadradas. A los 11 me puse a traducir Lucy in the sky with diamonds, de The Beatles, y fue un detonante. Luego se da una búsqueda que tiene que ver con una adolescencia. De escuchar Pescado Rabioso, Aquelarre. Había una cosa poética que fue muy nutritiva. Íbamos a librerías y revolvíamos. A los 14 encontré Así hablaba Zaratustra de Nietzsche. El cine, Fellini, Tarkovsky, todo el cine europeo. 

—Una formación muy completa, ¿eso era un síntoma de rebeldía?

—Somos casi setentistas, sobrevivimos porque éramos pendejos, pero el perfil era el mismo de las personas que desapareció la dictadura. Mucho bagaje del rock and roll. Si hablás con Andrés Calamaro o Adrián Dárgelos (Babasonicos), son intelectuales marca cañón (sic). Conocemos de prueba y error, y tenemos mucha formación porque pudimos aplicar eso en vivo. No nos quedamos en un libro, o en una revista. Queríamos salir al escenario. Eso sí, a un pibe de 22 años no le puedo bajar información. Tenemos que hacer un esfuerzo tremendo por dejar de ser hippies psicobolches y convertirnos en modernos primitivistas con la lanza. Para eso fueron necesarias toneladas de alcohol (risas). El que lo consiguió más que nadie es Charly García en los noventa. Su poética no le alcanzó, el se convirtió en la poesía, en una obra viviente. Nosotros intentábamos una poética en el escenario, no como Charly que lo llevó a la vida, pero bueno, era la persona más valiente de Argentina.

El costo de la independencia

Luego de su incursión por Los Visitantes, Palo emprendió un camino de juglar hasta que encontró en Mariano Mieres, Alito Spina y Raúl Gutta la manera de sentirse acompañado e identificado, tanto para componer como para tocar música en vivo.

—Ahora sacaste tu disco con La Hermandad, ¿es mejor el arte colectivo?

—Sí, porque es rock. Es musica popular. A mí me interesan mas fenómenos como los Beatles y Joy Division que Frank Zappa. Me gusta componer en grupo, que haya una vibración. Me gusta la calle y el grupo de varones para ir a patotear. El varón comete muchos errores en el mundo occidental, viene de años. Se dedica a la guerra y la masacre, en vez de poner toda esa energía en la música. Para mí es como un gesto trascendental en la vida. Se pueden hacer cosas lindas como música. Algo celebratorio.

—¿Cómo es volver a ser editado por un sello?

—Venía trabajando en situación de crisis desde el 2000. El disco anterior a Transformación (Esto es un abrazo, 2013), me lo había bancado yo. Pude canalizar toda esa fuerza capital, no gastar guita al pedo. Soy padre de familia. El sacrificio y la lucha de un padre hace que viva muy inmerso en la realidad. Soy como la familia del séptimo sello, saliendo a la ruta, porque sino no sé que vamos a comer. Antes era un punk. Hay mucha gente que necesita mi presencia. 

La Transformación

-¿Sentís que consiguieron un disco sintético?

-Me gusta esa palabra. La síntesis es arte, poesía es síntesis. Tenía muchas cosas claras en el disco: tres demos antes de empezar a grabarlo en vivo. De alguna manera, mi intuición funcionó. El disco fue clarividente. Un trabajo colectivo, que, ante unos cambios de formación, tuvo un ejercicio emocional estétitico. Me sobresacudieron los movimientos de la banda, pero pudimos reconfigurarla. Está intacta, avasallante.

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