Billiken: la continuación de la escuela por otros medios
Se propuso volver atractivos para un público infantil los contenidos escolares. De las revistas que actualmente se publican es la más antigua en nuestro idioma.
CulturaEl narrador paraguayo que dio cuenta de los estragos de la dictadura en su país vivió casi todo su exilio en la Argentina, donde escribió la mayor parte de su obra.
20/03/2021 - 00:00hs
Augusto Roa Bastos nació el 13 de junio de 1917 en Iturbe, un pueblo del interior paraguayo. Su padre era hachero en un ingenio, y con sus propias manos construyó los pupitres donde Augusto y su hermana Rosa, la mayor de los dos, se sentaban a recibir las lecciones que él mismo les impartía, una hora diaria después de la siesta de la tarde, porque nunca asistieron a la escuela pública. En 1932, durante la Guerra del Chaco, fue enfermero, un episodio que muchos años después narró en su primera obra, Hijo de hombre, una novela oscura y esplendorosa.
Sus textos inicialmente fueron para teatro (La residenta y El niño del rocío), que escribió mientras trabajaba como empleado en un banco y hacía sus primeros escarceos periodísticos. Fue corresponsal de guerra, cubrió el juicio de Nuremberg y entrevistó, entre otros, al general Charles de Gaulle.
En 1947 comenzó un largo exilio, siendo Argentina el país en el que más años estuvo. Hizo de todo para sobrevivir. No solo escribió, fue docente, corrector de pruebas, periodista y traductor.
Volvió a trabajar en un banco, en una compañía de seguros y hasta como camarero en un hotel. También realizó adaptaciones para letras de canciones, teatro y televisión. En Buenos Aires publicó la mayor parte de su obra literaria. Con la novela Hijo de hombre, publicada a comienzos de 1959, ganó el Premio Internacional de Novela de la editorial Losada y el Premio Municipal de la ciudad, marcando el inicio del reconocimiento de Roa Bastos dentro de la literatura hispanoamericana. Fue en un departamento de la calle Panamá al 900, entre Corrientes y Sarmiento, en el que Roa Bastos escribió, a lo largo de seis años, la novela Yo el Supremo, que el mexicano Carlos Fuentes calificó como una obra maestra.
Fue también en la capital argentina donde comenzó a escribir guiones cinematográficos; primero como recurso para la sobrevivencia, luego como pasión. Reconoció que fueron más los guiones rechazados que los aceptados y filmados, pero dentro de estos hay varios que merecen ser recordados. La primera película en la que participó fue El trueno entre las hojas, basada en su relato “La hija del ministro”, dirigida por Armando Bo y con la actuación de Isabel “Coca” Sarli, entonces Miss Argentina, en su primer protagónico. Relata la historia de una huelga en un aserradero del Paraguay, y no solo fue una de las películas más vistas de la época, sino que contiene uno de los desnudos más famosos del cine nacional –la actriz bañándose en un río–.
Al año siguiente, con el papel protagónico a cargo de Olga Zubarry, escribe el guion de La sangre y la semilla, filmada en Paraguay y ambientada en la Guerra de la Triple Alianza. En 1961 se estrenó La sed, dirigida por Lucas Demare, sobre la Guerra del Chaco, la cual se alzó con un premio del Festival de Cine de San Sebastián.
Hizo dos películas dirigidas por Lautaro Murúa, una sobre la célebre novela Shunko, del platense Jorge Washington Ábalos, sobre la relación de un maestro educado en la gran ciudad que es destinado a una escuela rural en la provincia de Santiago del Estero, en la que los alumnos son quechuahablantes. La segunda película dirigida por el cineasta chileno y con guion del autor paraguayo es Alias Gardelito, basada en un extraordinario cuento de Bernardo Kordon en el que un ladrón de poca monta sueña con cantar como Gardel. Este filme obtuvo el Cóndor de Plata en 1962.
Cabe recordar también otros guiones, como la historia mítica y fantástica de La Ciudad de los Césares, en la Patagonia; una historia del general Lavalle huyendo de las tropas del general Rosas, inspirada en el final de Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato; un documental sobre la historia de los ferrocarriles argentinos; y, sobre todo, la adaptación del Martín Fierro en la que interpolaba la biografía de Isidoro Tadeo Cruz, de Jorge Luis Borges.
Aunque el dictador Alfredo Stroessner había sido derrocado en 1989, Roa Bastos recién volvió a Paraguay siete años después, donde moriría, a los 87 años, en abril de 2005.