Cultura

Billiken: la continuación de la escuela por otros medios

Se propuso volver atractivos para un público infantil los contenidos escolares. De las revistas que actualmente se publican es la más antigua en nuestro idioma.

El 17 de noviembre de 1919 salió el primer número de la revista Billiken. Constancio C. Vigil, dueño de la editorial Atlántida, la pensó como una publicación para niños. Unos meses atrás había fundado la popular revista deportiva El Gráfico, y su éxito lo alentó a buscar nuevos destinatarios. Creía que el público infantil era un universo que no podía ir sino en expansión. Los padres podrían privarse de comprar revistas para ellos, pero por sus hijos, sobre todo si se combinaba el entretenimiento con material escolar, eran capaces de hacer el esfuerzo.

El empresario uruguayo, que ya a los 15 años había fundado su primera revista y que a los 27 se había radicado en Argentina, en 1904 había lanzado Pulgarcito, publicación que buscó insertarse en el engranaje escolar mediante materiales didácticos y de actividades recreativas. Pero tendría que esperar 15 años para dar con el formato y una dinámica de contenido que le garantizara el éxito. La espera valió la pena, porque la revista Billiken ganó un público superior al imaginado.

El primer número de Billiken ­presenta algunas curiosidades. La ilustración de tapa no fue concebida originalmente para esta publicación, sino que fue extraída de la revista norteamericana The Saturday Evening Post, de donde había sido portada unos años antes de utilizarse en la revista nacional. Creada por el ilustrador Joseph C. Leyendecker, la imagen del niño reo venía a definir todo lo que a la postre no sería Billiken.

En esa edición se relata quién es Billiken –una deidad con apariencia japonesa creada y patentada por la profesora de dibujo e ilustradora norteamericana Florence Pretz– y su llegada a nuestro país. Se proclama como proveedor de obsequios y amigo de los niños, observador oculto que felicita y también reprende.

En los márgenes de las páginas aparecían escritas, como mandamientos, frases que formaban parte de una suerte de catecismo pedagógico destinado a construir al “niño correcto”: “No hagas lo que no puedes decir”, “Hazte digno de tus padres” o “Levántate temprano”.

En cuanto al tratamiento que en la revista se hace de la historia, se pone el foco en la historia universal o en la historia argentina muy remota, evitando las rispideces de lo contemporáneo. La revista Billiken, como todas las publicaciones de su editorial, jugó un lamentable papel durante la última dictadura. Fueron órganos de difusión de las consignas militares. Billiken, por ejemplo, incorporó historietas protagonizadas por militares, velados mensajes racistas y un discurso comunicacional construido sobre el lema “Orden, familia y propiedad”.

Es quizá la única revista a la que se ha puesto el nombre de una calle en su honor. Está en la zona oeste del Gran Buenos Aires, en San Antonio de Padua, y tiene 500 metros de trazado.

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