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Calidad y precio, los puntos que posicionan a la cerveza platense en Latinoamérica

Más allá de la competencia con la industria y la lucha por conseguir insumos nacionales, los productores artesanales mantienen los estándares y son reconocidos a nivel continental.

En los últimos años, el consumo de cerveza fue protagonista de un cambio de paradigma similar al que transitó el de vino. En la actualidad, el paladar del ciudadano argentino es mucho más certero a la hora de distinguir entre estilos, dejando de lado la típica clasificación entre rubias, rojas y negras.

Hoy en día, la gran mayoría de las localidades del país cuenta con productores que hacen su propia cerveza. Muchos de ellos ya convirtieron su garaje en una pyme y cocinan cervezas reconocidas a nivel nacional e internacional.

Si bien el coronavirus obligó a suspender la Copa Cervezas de América del año pasado en Mar del Plata, la última edición del máximo torneo cervecero de Latinoamérica envió 41 medallas a la Argentina.

En diálogo con diario Hoy, Marcos Brocardo, productor cervecero e integrante de la Asociación de Cerveceros Artesanales Platenses (Acap), aseguró que “tenemos muy buenas birras en diferentes regiones del país”.

“Lo que pasa en La Plata se puede extrapolar a cualquier región de la Argentina. Tenemos cerveceros muy buenos, que hacen cervezas excelentes, pero no tenemos fábricas grandes reconocidas mundialmente. Es difícil, casi impensado, salir del país con un producto, porque el volumen tampoco es tan grande como para exportar. De cualquier manera, el nivel está muy parejo con el de otros países. Hoy en día, Argentina, Brasil y Chile somos los pilares más importantes de América Latina, el resto está un escalón por debajo nuestro”, explicó.

En los últimos años, los productores nacionales fueron adoptando cada vez más el estilo americano, con variantes como la American IPA, la New England IPA (NEIPA) o la American Pale Ale (APA). “Son todos estilos tomados en un principio de Europa, pero que después se fueron modificando en Estados Unidos”, agrega Brocardo.

Al poder acceder a insumos importados, los cerveceros lograron dar un salto de calidad direccionado. Si bien el costo de estos productos es ampliamente superior al de la cebada o el lúpulo nacional, el valor de la cerveza en el país sigue siendo de los más bajos a nivel mundial.

De acuerdo a un estudio realizado por la consultora estadounidense Expensivity, Argentina ocupa el tercer lugar en el ranking de precios, siendo superada únicamente por Sudáfrica y Ucrania. Según el relevamiento, el costo de la botella de 330 mililitros en Argentina tiene un valor promedio de 1,79 dólares, casi siete veces menos que lo que cuesta en Catar (11,26 dólares).

“Uno imagina que, por el poder adquisitivo que tiene la gente que va a Catar, no les molesta pagar 11 dólares un porrón. Si uno quisiera vender a ese precio en Argentina, no te compraría nadie”, destaca Brocardo.

“Si por mi fuera, la cerveza la vendo siempre al mismo precio, pero semana a semana están aumentando los insumos y si el insumo es importado, ni hablar. De cualquier manera, sin desatender eso, también hay que tener en mente el poder adquisitivo de la gente. Uno, por más que tenga que ponerle el valor que quiera a la cerveza, tiene que entender que la gente tiene poca plata, sobre todo en época de pandemia”, concluyó.

Insumos, industria y calidad

Si bien Argentina cuenta con insumos de calidad, la gran mayoría se destinan a las grandes empresas, con lo cual los cerveceros artesanales deben acudir a ingredientes de otros países, factor que eleva el costo de elaboración.

“Acá siempre hubo un tema: es imposible competir con la gran industria cervecera, porque los insumos son para ellos, por el volumen que compran”, explica Brocardo.

“Uno compra una malta nacional, pero nos quedamos con lo que los grandes no compraron. Lo mismo pasa con los lúpulos, conseguir lúpulos de calidad en la Patagonia es muy difícil, porque los grandes compran casi toda la producción”, agregó.

Una de las cuestiones más importantes a la hora de hacer cerveza es la reproducibilidad del producto, es decir, que siempre salga igual. Esto es difícil de lograr con componentes nacionales que terminan siendo las sobras de las industrias.

“Si vos comprás un producto nacional y hacés una cerveza, la próxima no tenés ni idea como te va a salir. El insumo varía alevosamente porque te quedás con el descarte y el descarte puede venir bueno, malo o regular”, sostuvo Brocardo.

“Eso hace que el cervecero que quiere estar a la vanguardia opte por los insumos importados, resignando ganancia, porque la diferencia de precios es notoria. Estamos hablando de casi el doble, pero te asegurás que el producto salga dentro de los parámetros que vos querés”, añadió.

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