cultura
La uruguaya que conquistó la risa
Henny Trayles fue una actriz uruguaya que se puso al público argentino en el bolsillo por su talento para adoptar los roles más disímiles.
Fue la primera dama en esa inolvidable troupe uruguaya que desembarcó en esta orilla del Plata bajo el nombre de Telecataplum, llenando de risas la pantalla chica. Luego vendría Jaurana, donde Henny Trayles se lució en el papel de Agripita, una niña endiabladamente imprevisible, encarnación del desenfado. Henny ya tenía 30 años y quería llegar al gran público y no ser un bufón de las minorías.
Había nacido en Alemania –en Hamburgo-, el 4 de junio de 1937. Al año, la familia se radicó en Uruguay, país que Henny Trayles siempre sintió como propio. Sus padres la criaron como a una niña prodigio: a los cuatro años estudiaba baile clásico, arte dramático, piano y acrobacia. Le gustaba mucho el flamenco e imitaba a Carmen Miranda. Devoraba cuanto libro cayera en sus manos, siendo sus autores favoritos Jack London y Julio Verne. Su padre era sastre; su madre, cantante de ópera –todas las mañanas, los vecinos abrían las ventanas para escucharla. Cuando tuvo que comenzar a ganarse la vida trabajó como secretaria de un contador. Cuando llegaba a la oficina, a las siete de la mañana, parecía una zombie. Permanecía semidormida hasta las diez. El teatro había comenzado a quitarle el sueño. A los 18 años formó parte de un grupo de teatro independiente que subió a escena obra de Aristófanes, Shakespeare y Lope de Vega. Hasta que le tomó el gusto a las revistas musicales, y luego, al humor. Iba de un lado para el otro, hasta que se cansó de ese nomadismo gitano y se integró a una troupe dispuesta a alternar una semana en Argentina y otra en Uruguay.
Pensaba que Buenos Aires era el ombligo de América Latina, y por eso aceptó sacrificar una hermosa casa en las afueras de Montevideo. Desde su debut en el club de teatro de Montevideo, entendió que para subir a un escenario hay que prepararse durante los siete días, y que no sólo hay que saber de actuación –hizo un curso con el director del Actor´s Studio, Lee Strasberg- sino también de utilería, escenografía, iluminación, y barrer la sala si es necesario.
El representante que más le gustó representar en su carrera fue Ana Frank: “Me identificaba mucho con ella porque mis padres habían sufrido en Europa una persecución similar a la que padecieron los padres de Ana”. Pero el humor era la vena artística en la que destellaba con más intensidad. Para Henny Trayles el humor es “como la lágrima de una sonrisa”. Tiene no solo un sabor agridulce sino también exige ver con claridad lo que ocurre: “Para falsear la realidad en forma cómica hay que saber verdaderamente cómo es”.
Quizá su personaje más popular haya sido Agripita, una nena desopilante. Su físico se adaptaba muy bien para ello, y agregaba unos curiosos anteojos, un moño grande en el pelo y zapatos de niña –le resultaba fácil porque calzaba treinta y cuatro-. Funcionaba con gags cortos y eficaces. Tenía una vaga inspiración en Mafalda: “Dos nenas de su época a las que se les han exacerbado ciertos instintos malditos para que gusten también a los mayores. De cualquier manera, me enorgullece la comparación con Mafalda”. El personaje era de su entera creación y muchas veces se basaba en hechos de su vida cotidiana. Por ejemplo, en un programa Agripita no encontraba la manera de colgar un poster de Los Beatles. Amontonaba sillas, bancos, corría una heladera de lugar. Lo mismo le había sucedido a Henny, horas antes, cuando intentaba colgar un cuadro en la cocina de su departamento. Solían pararla en la calle y preguntarle: “¿Usted no es la nenita de la televisión?”.
Decía que era extravagante como todos los uruguayos. Tomaba gaseosa con vino tinto. Medía poco más de metro y medio. De chica admiraba a Minnie –la prometida de Mickey-, pero nunca consiguió explicarse por qué no se casaba con su amado roedor. Los personajes de Walt Disney le parecían poco humanos. Sus cómicos preferidos eran Gila, Alberto Olmedo y Juan Verdaguer. De las mujeres: Ninó Marshall y Olinda Bozán. Actuó junto a Tato Bores y Carlos Perciavalle en “La jaula de las locas”, y volvió a la televisión después de mucho tiempo con “Floricienta”. Murió en la Villa de Merlo –San Luis-, a los 84