cultura
Hacer magia con las teclas
Wanda Landowska fue una pianista y clavecinista polaca que fascinó a sus contemporáneos y que inspiró a Lorca un soneto.
Nacida en Varsovia, vivió casi quince años en París y luego enseñó en Berlin y Filadelfia. A ella se debe la resurrección de la música antigua de clavecín, a la cual dedicó su vida y de la que fue inolvidable intérprete. Su padre era abogado y su madre, lingüista y traductora (había sido la responsable de traducir a Mark Twain al polaco). La pequeña Wanda Landowska a los cuatro años ya se sentaba delante del piano y movía los dedos tratando de hacer música: su educación formal consistió en aprender el instrumento primero en el Conservatorio de su ciudad natal.
Desde temprana edad se interesó por la música de Bach y la incluyó en sus recitales de clavecín a partir de 1903. Después de oírla tocar, el filósofo y organista alsaciano Albert Schweitzer escribió: “Cualquiera que haya escuchado a la Sra. Wanda Landowska tocar el ‘Concierto Italiano’ con el maravilloso clavecín Pleyel, le resultará casi imposible imaginar que también se pueda interpretar en un piano de cola moderno”. Lo cierto es que Landowska siempre buscó la autenticidad musical en sus interpretaciones. Creía firmemente en la importancia de regresar a las fuentes originales de la música barroca y se dedicó a investigar y estudiar los manuscritos y tratados musicales de la época. Esta dedicación la llevó a descubrir nuevas formas de tocar el clavicémbalo y a experimentar con la ornamentación y la improvisación, rescatando así las prácticas históricas que habían caído en desuso.
Asimismo, se dedicó a ampliar el repertorio para clavicémbalo, transcribiendo obras originalmente compuestas para otros instrumentos, como el clave, el órgano y la orquesta. Su profundo conocimiento de la música antigua le permitió adaptar estas obras de manera fiel, manteniendo la esencia original y respetando la intención del compositor. Esta labor pionera expandió considerablemente el repertorio para el clavicémbalo y consolidó la posición de Landowska como una de las principales intérpretes y musicólogas de su tiempo.
Concentrada y abstraída a la vez, tal impresión daba verla doblada hacia el clavicordio, moviendo los dedos más rápido que la vista, que el pintor post-impresionista ruso Leonid Pasternak (padre del famoso escritor Boris Pasternak) la inmortalizó en su cuadro “Concierto de Wanda Landowska” en 1907, como ya lo había hecho con otros artistas e intelectuales de su círculo. Allí, entre damas y caballeros bebiendo, en una atmósfera marrón de noche y humo, se la ve a Landowska encorvada, sacándole música al clave como si en ello se le fuera la vida.
Fue amiga Manuel de Falla, con quien hizo música en más de una oportunidad . Estuvo en España en varias ocasiones, ofreciendo conciertos, y en Granada en la década de 1920. Falla y el grupo de artistas granadinos, entre ellos Federico García Lorca, asistieron a sus recitales y la acompañaron durante su estancia en la ciudad. Se cuenta que, al final de un concierto, Federico y Wanda fueron a cenar junto a un grupo de amigos, y el poeta al final de un encuentro, le improvisó un soneto que se publicaría años después.
En 1925 se convirtió en una de las profesoras más renombradas de la Ecole de Musique Ancienne de París. Su casa de Saint-Leu-la-Foret, en los suburbios de la capital francesa, se transformó en un centro de estudios con una sala de conciertos para escuchar música antigua hasta 1940, cuando las tropas alemanas invadieron París y Landowska, más por cuestiones ideológicas que por su ascendencia judía, escapó a los Estados Unidos junto a su asistente Denise Restout (o tal vez era su pareja; hay registros de que Wanda asistía al salón de Natalie Cliffort Barney, un círculo lésbico famoso del período de entreguerras). Su casa francesa fue saqueada y sus instrumentos, destruidos. Después de pasar por Nueva York, en 1949 se asentó en Lakeville, Connecticut, y siguió dando clases durante sus últimos diez años de vida. Su legado perdura en las numerosas grabaciones que dejó, así como en las escuelas y festivales de música antigua que llevan su nombre.
