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Chico Buarque: el constructor de la canción brasileña

Es muy difícil encontrar en Brasil gente que no sepa tararear alguna de sus canciones o alguna persona que no haya estado enamorada de él. A los 78 años, es uno de los más grandes cantores populares de Latinoamérica.

Desde que escuchó Chega de saudade, compuesto por Tom Jobim y Vinicius e interpretada por João Gilberto, supo que quería escribir canciones. Cuando en 1965 subió por primera vez a un escenario como profesional, ganó 50 cruzeiros y cantó Pedro Pedreiro, la historia de un albañil cuya vida se agota en una espera interminable. No recuerda si lo aplaudieron poco o mucho; se sentía tan incómodo y confundido que lo único que quería era bajarse del escenario y escapar del público. Era un joven estudiante de Arquitectura que componía sambas.

En octubre de 1966 ganó el primer premio en Festival de Música Popular Brasileña, el más importante de los que se realizan en Brasil, con A Banda. Al día siguiente era un ídolo nacional. El humorista Millor Fernández lo distinguió con un título: “Única unanimidad nacional”. En una semana el disco vendió 60.000 ejemplares. La cara de Chico Buarque estaba en la tapa de las revistas y en las páginas de los diarios. Los suspiros de las adolescentes hicieron de él un príncipe esperado. Pero Chico, a los 22 años no deseaba más que guitarrear con sus amigos, jugar al fútbol los sábados por la mañana, escribir y cantar sambas. “Yo veía lo que estaba ocurriendo pero no reaccionaba; me divertía que se estuviera diciendo por ahí que yo era un tímido, un niño bueno. Lo que pasa es que yo era perezoso. Quería trabajar tranquilo y nada más. No tenía ganas de enfrentar las revistas, las radios, los reportajes. La luz roja de las cámaras de televisión me aterrorizaba. Sentía que me estaban vendiendo, que me transformaban en materia de consumo fácil e inconsecuente”, declaró.

Francisco Buarque de Hollanda nació el 19 de junio de 1944 en Río de Janeiro; era hijo de un conocido historiador y de una pintora y pianista. Cuando su padre fue agregado cultural en la embajada brasileña en Italia, vivió años particularmente ricos en experiencias. Su primer recuerdo es el de Roma en los años 50, especialmente, sus perfumes y el vino. Sin ir más lejos, lo probó por primera vez allí, a los ocho años, porque en la capital italiana eso pasaba desapercibido. Sin embargo, la música no entró en su vida solo porque su madre era una pianista de gran nivel y muchos artistas visitaban su casa. También su padre era un apasionado de la música popular. Vinicius de Moraes era uno de sus más grandes amigos y cónsul en Italia cuando su familia vivía allí. Lo cierto es que reunía tres cualidades bien marcadas: diplomático, poeta docto y padre de la bossa nova.

Ese “meninho” de ojos verdes y cabello ensortijado, que compuso La banda y se transformó en un fenómeno mundial afortunadamente fue acogido con la ternura de los que sobreviven a tiempos difíciles. Su padre se divertía diciendo: “Ahora me transformé en el padre de Chico Buarque”. Su madre estaba preocupada porque lo que le parecía una broma estaba convirtiéndose en una profesión. No obstante, la situación empeoró a partir del golpe de Estado en Brasil de ese año. “A partir de entonces las cosas se hicieron más difíciles”, recordó el compositor brasileño .

La dictadura brasileña lo arrestó y llevó a las oficinas del Ejército de su barrio. Lo liberaron esa misma noche, pero le advirtieron que podía dejar Río de Janeiro solamente con un permiso especial. A fin de año, logró conseguirlo para ir al festival de Cannes y, finalmente, se radicó en Italia. Lo que iba a ser un viaje de 15 días se convirtió en un exilio de dos años. En esa época, se encontraba seguido con dos grandes poetas, Vinicius de Moraes y Giussepe Ungaretti. Para Chico Buarque fue un período difícil pero trascendental; llegó siendo un joven de 23 años y regresó adulto a Brasil. Mientras tanto, vivió en Mentana, una pequeña comunidad de calles medievales y renacentistas, en la que también estaban radicados artistas de la talla de Bardotti, Bakalov, Dalla y Morricone. Vivir con ellos no solo lo ayudó para subsistir económicamente, sino que implicó algo más importante. “Eran mi compañía para jugar al fútbol y hablar de todo lo demás”, dijo.

El regreso a Brasil

Antes de regresar a Brasil, fue Vinicius quien lo aconsejó así: “Cuando vuelvas, haz un poco de escena, un poco de show”. En ese momento, tenía una invitación de la Rede O Globo; lo esperaron en el aeropuerto e hicieron un especial sobre él. Chico Buarque comprendió que no podía volver en voz baja. De ese modo, se hacía más o menos intocable.

No obstante, desde su trinchera continuó la ardua lucha por defender las letras de sus canciones. La censura no entendía sus metáforas y, aprovechando esa grieta ínfima, compuso una de sus canciones más impresionantes, titulada Construção; fue elegida por varias revistas musicales como la mejor canción brasileña de todos los tiempos. Habla de la dramática existencia de un trabajador que nunca tendrá un horizonte de expectativas en la sociedad que vive.

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