Cuando Juan Gelman fue premiado en La Plata

El gran poeta argentino recibió en 2002 el Premio Rodolfo Walsh en el Centro Cultural Islas Malvinas, en el marco de una ceremonia en la que primó la emoción.

Hacía muchos años que estaba radicado en México, viajó expresamente a la Argentina para venir a nuestra ciudad. La Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata le confirió a Juan Gelman el premio Rodolfo Walsh en el año 2002. La ceremonia se desarrolló en el Auditorio del Centro Cultural Islas Malvinas de La Plata, en un salón rebosante de público y con la presencia de personalidades como Horacio Verbitsky, Jorge Boccanera y María Seoane —quien también fue galardonada en la oportunidad—. Fue el primer reconocimiento que el multipremiado poeta Juan Gelman recibía como periodista.

Oficiaron como anfitriones de la ceremonia el decano de la Facultad, Carlos Guerrero, y su predecesor, el docente Jorge Bernetti. Guerrero subrayó que el premio “es un reconocimiento a la figura de Rodolfo Walsh tanto a nivel profesional como político. Y es también una reivindicación de los valores democráticos y un homenaje a quienes dieron la vida por la reinstauración de la democracia”. Por su parte, Bernetti recordó sus años de militancia compartidos con Walsh y resaltó los valores literarios y éticos de Gelman. Luego, un locutor leyó la resolución del Consejo Académico de la Facultad de Periodismo señalando las razones por las que el premio fue conferido. A continuación, el mediodía platense se conmovió hasta las raíces con las palabras de Juan Gelman.

En Juan Gelman, la poesía y el periodismo convivían como buenos vecinos que habitaban pisos distintos. No había conflicto, sino armonía. No creía que el periodismo lo hubiera ayudado como poeta, pero su ejercicio —reconocía—, le permitió entrar en realidades diversas. Los veía como lenguajes distintos, íntimamente enraizados con diferentes misterios de la vida.

Gelman no habló de sí mismo ni de su poesía, sino que dedicó todo su tiempo a celebrar el recuerdo de Walsh. Su voz pausada, contenida, ardida y despojada como su propia poesía, fue desgranando las frases que llevó escritas.

Seis horas después, Gelman volvió a ese mismo auditorio. Esta vez se dedicó a la lectura de algunos de sus poemas. Luego de la lectura, estaba prevista una conversación con el público. Gelman se dedicó a escuchar al auditorio, estimulando preguntas, cosechando reflexiones e interviniendo muy escasamente, sin dar respuestas, a lo sumo, ensanchando las preguntas.

Para Gelman, Rodolfo Walsh era un hermano mayor: “Hermano, por su vida fraternal, mayor, por su grandeza”. Alguien que, pese a que fue asesinado el 24 de marzo de 1977, sigue presente en este país que se debate entre los que siguen soñando la justicia y los que mandan sucios de dinero.

Juan Gelman recuerda a Rodolfo Walsh en varios de sus poemas. En Nota VI, alude a la “belleza en vuelo lento” de Rodolfo. Esa belleza “que le iba encendiendo los ojos”. Poemas escritos desde los sueños rotos por la realidad, como hojas caídas de la fe, diseminados en pedacitos bajo tierra esperando la fiesta que vuelva a reunirlos en el tejido de un sueño colectivo. En otro poema, habla de los ojos de Rodolfo “como cielos terrestres”, un nombre que sigue girando “bello en su luz”, raspando el silencio con un hueso. Poemas escritos para matar a la derrota.

En uno de los tramos más conmovedores de su discurso, dijo Juan Gelman refiriéndose a su compañero de oficio y de combate: “Nuestro cementerio es la memoria, dijiste. Ahí vive él y nos sigue hablando de lo más oculto y doloroso de Argentina y de cada uno de nosotros. Nos quiere todavía. Su obra respira y late como un animal que aprendió a no dejarse morir y que abriga a los humillados y ofendidos. Otros compañeros y amigos han escrito y hablado sobre los fulgores de la vida y la obra de Rodolfo con más autoridad que yo. Es justo y necesario que así sea, pero tocar eso, tocarlo ahí, me resulta muy difícil. Lo siento vivo en su escritura que arde”.

Esa visita a La Plata quedó por siempre grabada en el corazón del poeta. Fue como si su amigo, su hermano mayor, volviera a golpearle la puerta para decirle “estoy aquí”, y seguir juntos amando al futuro, a los que no se rinden, a la esperanza insobornable, a la alegría de todos.

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