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El hijo de analfabetos que llegó a ser el príncipe de las matemáticas

La precocidad de Carl Gauss es algo que nadie pudo explicar jamás. Desde muy chico llegó a tener un dominio asombroso de las matemáticas.

Decía Heródoto que de todas las miserias del hombre, la más amarga es saber tanto y no tener dominio sobre nada. Matemático, físico y astrónomo, la influencia del alemán Carl Friedrich Gauss fue notable en muchos campos científicos, en donde sus teorías continúan vigentes en la actualidad. Fue de los primeros en ampliar el concepto de divisibilidad a otros conjuntos, ganándose reconocimiento mundial por la teoría elemental de números. Asimismo, desarrolló numerosas herramientas para el tratamiento de datos observacionales, entre las cuales vale subrayar la curva de distribución de errores que lleva su nombre.

No obstante, desde su primera juventud, su aspecto extremadamente pensativo y su gran palidez habían dado a sus padres (ambos analfabetos) la impresión de que no viviría mucho y que, si lo hacía, sería una carga para su familia. Carl fue un niño prodigio que nació en Brunswick, en el seno de una familia humilde, pero que fue autodidacta para aprender a leer; llegó a ser bautizado “el príncipe de los matemáticos” y reconocido por sus coetáneos como el matemático más grande desde la antigüedad, junto a Arquímedes, Newton y Euler, entre otros.

Su prodigiosidad saldría a la luz cuando a los 3 años corrigió a su padre, jardinero de oficio, una operación que estaba realizando, vinculada con pagos de salarios a los trabajadores que tenía a su cargo. No hacía un año que había empezado el colegio primario que cierto día un maestro no tuvo mejor idea que castigar a toda la clase, imponiéndoles la tarea de sumar todos los números naturales desde el 1 hasta el 100, pensando que con este trabajo los tendría bastante tiempo ocupados y él tendría tiempo para descansar. Sin embargo, casi de forma instantánea, Gauss dio la respuesta exacta: 5050. El maestro, atónito, se quedó petrificado, pues a la edad que tenía ese niño no podía saber nada de progresiones, ni siquiera haber oído hablar de ellas. Desde ese día, sus profesores vieron en él un don para las matemáticas y coordinaron con sus padres para que recibiera clases complementarias.

Al cabo de unos años, Carl ya había descubierto diversos métodos para calcular raíces cuadradas de números de 50 cifras decimales y hasta encontraba pequeños errores en las tablas logarítimicas que caían en sus manos. Así fue recomendado, en 1791, al duque de Brunswick, quien le subvencionó sus estudios secundarios y universitarios. En ningún momento descuidó su formación matemática, que alimentaba con las clases particulares del matemático Martin Bartels y su insaciable pasión por el aprendizaje. Ambos estudiaban juntos y se complementaban para descifrar los manuales que tenían sobre álgebra y análisis elemental. Así fue como Gauss, a los 15 años, descubrió un patrón extraordinario oculto entre los números primeros, uno de los mayores misterios matemáticos en aquel momento.

Disquisiciones aritméticas se publicó en 1801 y es la obra más célebre de Gauss. Allí aparecen hallazgos trascendentales como la primera prueba de la ley de reciprocidad cuadrática; una solución algebraica al problema de cómo determinar la geometría de los polígonos; un exhaustivo análisis de la teoría de los números congruentes, entre los más destacados. El año de la publicación de ese libro, se detectó un planeta orbitando alrededor del Sol entre Marte y Júpiter. Unas semanas más tarde el planeta se perdió entre una plétora de estrellas. Gauss, que por entonces tenía 24 años, anunció dónde se encontraría el planeta extraviado. Utilizó el análisis matemático para averiguar qué trayectoria haría el cuerpo celeste. El método de Gauss inventado para encontrar la ruta de Ceres, (así se llamaba el planeta), es desde entonces una de las grandes herramientas de la astronomía.

Este hombre dio a la humanidad asombrosas iluminaciones que siguen perdurando con luz propia, víctima de una pasión que prevaleció durante toda su vida. “La matemática es la reina de las ciencias y la aritmética es la reina de las matemáticas”, escribió.

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