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Django Reinhardt, el gitano que revolucionó la guitarra

Su fantasía y su fuego interior lo convirtieron en uno de los mayores guitarristas de la historia del jazz. Un incendio cambió para siempre su vida.

Jean Baptiste Reinhardt, alias Django, nació en un carromato de la tribu de los manouches, el 23 de enero de 1910, en Liverchies, Bélgica. Su padre arreglaba guitarras y, cuando Django cumplió doce años, le regaló un banjo que un cliente abandonó. En poco tiempo ganó la suficiente destreza para ser reconocido en boliches de Montmartre.

Grabó sus primeros discos a los 18 años acompañando tenorinos insoportables. Y durante su primer matrimonio, en la madrugada del 2 de noviembre de 1928, cuando regresaba a su roulotte con su mujer encinta, la encontró repleta con flores de celuloide, destinadas a ser vendidas la mañana siguiente en los cementerios durante el Día de los Muertos. Su delicado oído advirtió que una rata se movía entre las flores. Prendió un fósforo y encendió una lámpara de petróleo que cayó justo sobre las flores. El incendio afectó toda la caravana. Django cubrió a su mujer con una frazada, la levantó como pudo y huyó. Las llamas afectaron su pierna derecha y su mano izquierda; la recuperación general demoró casi dos años. Su mano izquierda quedó contrahecha, y los dedos anular y meñique mutilados, replegados, prácticamente inservibles. Mientras convalecía, Django descubrió el jazz, escuchando el Dallas Blues de Louis Armstrong. Todo lo que significaba el estilo Django, sus trinos y glissandos –que los generaba con sus dedos maltrechos-, la incomparable concepción melódica e increíble capacidad de repentización son paralelas a las de Armstrong en la trompeta.

Django no sólo desconocía tonos y partituras, sino que era ágrafo. La insistencia de su colega Stephane Grappelly lo convenció de que debía aprender a escribir, por lo menos, su nombre. Hasta ese momento a sus admiradores los conformaba con dos rayas cruzadas. Pero estaban surgiendo contratos y a algunos empresarios no se les podía dar tantas ventajas.

Recordaba su amigo Grappely una historia de cuando compartían espectáculos con Reinhardt. Antes de su primer viaje a Londres, en 1937, Django señaló con gesto teatral una línea del contrato y en voz alta dijo groseramente que había que sacarla. La cláusula decía que viajarían en primera clase.

Cuando Duke Ellington viajó a Europa, en 1939, ya memorizaba los discos de Django, y lo había ido a ver en vivo numerosas veces. Ellington, quien ya era una figura consagrada, lo invitó a una gira por Estados Unidos con su orquesta en noviembre de 1946. Django no quiso viajar en avión desde París porque tenía miedo; y el viaje en barco lo hizo sin guitarra, porque en Estados Unidos debían tener de todo. Al llegar a Manhattan se sintió sorprendido por la ausencia de gitanos. En un bar se encontró al boxeador francés Marcel Cerdan –quien sería pareja de Edith Piaf-, compartieron una charla en el mismo idioma y una enorme hilera de copas. Cuando recordó que tenía que tocar con Ellington, subió a un taxi para ir al Carnegie Hall. Cuando llegó, el concierto había comenzado, el Duke había decidido prescindir de Django, que, para colmo, no tenía guitarra. Un guitarrista de Ellington le facilitó el instrumento. Ellington le susurró: “Empezamos con Tiger Rag. Tocá una introducción y nosotros te seguimos. ¿En qué tono?”. El inefable Django le respondió: “¿Tono? Ustedes tocan y yo los sigo”

Una noche, Django Reinhardt apareció en la sala donde debía tocar con su quinteto, vestido de smoking y con zapatos rojos de charol, porque le gustó la “combinación de colores”. Era impuntual, taciturno y desconfiado de los médicos, porque le prohibían el vino –en las cantidades en que él lo tomaba- y querían reducirle sus interminables noches de billar. Tuvo advertencias concretas: repetidas neuralgias y dolores intolerables en sus dedos.

Después de una gira por Suiza, regresó a su casa en Samois, a orillas del Sena. Entró al bar, tenía sed. Sucedieron convulsiones, y sintió parálisis en su mano izquierda. Lo llevaron al hospital. Cuando entró un medico, Django lo miró y le dijo: “¿Y usted viene ahora?”. Murió el 15 de mayo de 1953. Su vida fue recreada en un documental post mortem relatado por Yves Montand.

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