cultura

Entrevista a Lucía García Itzigsohn

Es una de las recopiladoras de un libro que reúne textos escritos por hijos e hijas de víctimas de la última dictadura, publicado por una editorial platense.

Lucía García Itzigsohn es parte de  H.I.J.O.S regional La Plata e integra el gabinete del Ministerio de Mujeres. La licenciada en Comunicación Social tiene un profundo compromiso con mantener viva la memoria colectiva y cree que la literatura es un territorio propicio para ello. Es una de las responsables del libro Ahora, siempre —publicado por la Editorial Malisia—, en la que hijos e hijas cuentan historias atravesadas por el terror. Hoy, el libro estará presentándose a las 18:30, en Auditorio, calle 48 entre 6 y 7 en el Auditorio del centro de Arte y Cultura de la UNLP

—¿Cuál es la propuesta del libro?

—El libro nos lo propusimos hace muchos años. De hecho, en el 95, cuando se armó Hijos y tuvimos esa experiencia del taller de Leopoldo Brizuela. Tenía que ver con esta situación de emerger nosotros como sujetos políticos en el contexto del menemismo, neoliberalismo, impunidad para los genocidas y contar nuestras historias; una práctica que tuvimos mucho en ese primer tiempo y que ahora estamos retomando: el testimonio. El libro se propone poner en circulación nuestra voz generacional respecto de la dictadura y dar cuenta del daño que significó para esas niñas y niños y algunos adolescentes el terrorismo de estado y cómo colectivamente pudimos resignificar eso y construir una organización.

—¿Cuál dirías que es el tono que predomina ?

—Lo que predomina es una vuelta a la infancia en los textos en un tono de mucha intimidad. Creo que la mayoría de los textos cuentan cosas que quizás ni entre nosotros nos hemos contado. Muchos nos enteramos detalles de las historias de nuestros compañeros y compañeras a partir de leer los textos. Es un tono donde aparece lo traumático, lo doloroso, pero también de mucha ternura y de mucha verdad.

­—¿Participaste del taller literario que Leopoldo Brizuela dio para hijos e hijas?

—Participé en los talleres literarios de Leopoldo en su casa de Tolosa. Éramos 6, 7 compañeros. Él nos quería mucho y nos tenía mucho respeto también. A veces le avisábamos que no íbamos porque teníamos una marcha. Él estaba tan feliz de acompañar ese proceso que no se enojaba ni mucho menos.

—Hacé una pequeña semblanza de Leopoldo.

—Yo fui muy amiga de Leo. Lo quise muchísimo. Era un enorme escritor que estaba todo el tiempo pensando en historias, en cómo narrarlas. Cuando nos encontrábamos en colectivo yendo a capital, siempre las conversaciones tenían que ver con sus proyectos de novelas que estaba trabajando. Un apasionado de la literatura y un tipo con una sensibilidad muy profunda, que entendió con enorme generosidad lo que significaba para las madres y para nosotros, atravesados por lo traumático, construir una narrativa propia. Él lo dice en el prólogo del libro: no ser contados por otros, sino poder ser nosotros mismos quienes contemos.

—¿Qué es para vos la memoria?

—La memoria está muy ligada a la identidad para nosotros. Ha sido una gran reconstrucción: yo, de hecho, no tengo recuerdos nítidos ni de mi madre ni de mi padre, porque yo tenía dos años y unos meses cuando ellos desaparecen. Entonces lo que pude reconstruir fue a través de relatos de otros y otras, de fotos (que, por suerte, tengo muchas) y hasta algún video. Y unos textos que dejó escritos mi mamá. Mi papá pintaba y también tengo algunas pinturas suyas. Algunos objetos. La memoria es constitutiva de la identidad, me parece que no tiene que ver con evocar un pasado, sino con tener presente de dónde venimos, qué es lo que nos constituye. Esto lo pienso a escala personal, pero también a escala colectiva, de nuestro pueblo.

—¿Qué te dio la militancia en Hijos?

—Me dio, metafóricamente hablando, una vida en colores. Como si mi vida hubiera sido en blanco y negro hasta el 20 de abril de 1995, que es la fecha que tomamos en La Plata como fecha de origen de la agrupación. Me dio una dimensión colectiva de la historia. Me parece que lo potente que pudimos construir con Hijos fue una identidad colectiva que nos dio la posibilidad de transformar esa tragedia familiar, atravesada por el dolor, el silencio. Había distintos modos de nombrar lo traumático. Y nosotros, en colectivo, logramos revertir en alguna medida esa sensación asociada a nuestra historia y poder encontrar felicidad en recuperarla y retejer lazos. Hijos nos dio una comunidad política y afectiva para toda la vida.

—¿Cuándo empezaste a poner en palabras sobre un papel todo lo vivido?

—Te diría que siempre escribí. De chica escribía cuentitos, historias con personajes de animales. En el taller con Leo empecé a escribir sobre la dictadura, sobre mi historia. Con el surgimiento de Hijos se nos habilitó la palabra pública. En nuestras familias, con tanto dolor, tampoco se hablaba. Fue todo en esos años. Después yo escribo, soy periodista y me gusta la literatura en otras claves. Hay toda una búsqueda por lo narrativo, poner en palabras la historia propia y la historia  de nuestras compañeras y compañeros. Este libro se suma a esa trama de relatos, a esta búsqueda de que todas las voces puedan estar, con su impronta, diversidad, singularidad, y a la vez, constatando como todas esas voces constituyen un relato colectivo. El libro es eso, un relato colectivo.

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