cultura

Federico García Lorca en Argentina

El poeta granadino estuvo en Buenos Aires entre 1933 y 1934, dejando muchas huellas y recuerdos imborrables

Su primer viaje transoceánico, a Estados Unidos, le deparó una experiencia que fue “la más decisiva de mi vida”, como recordaría García Lorca; pero el viaje que cuatro años después haría a nuestro país le dio la medida de su popularidad en el Río de la Plata.

Federico García Lorca arribó a Buenos Aires el 13 de octubre de 1933 y, durante cinco meses, permaneció en nuestro país, dando conferencias y recitales en numerosas ciudades del interior. Aquí ya era una figura conocida, al que un nutrido contingente fue a esperar al puerto. El diario La Nación lo anunciaba así: “Llegará hoy a Buenos Aires Federico García Lorca, joven que ha alcanzado vasta fama y la consagración respetuosa y es en España uno de los exponentes más representativos, quizás el más, de su nueva literatura, moderna e inquieta”.

Lola Membrives estaba representando en nuestro país Bodas de sangre, y en el teatro Avenida estaba en cartel La zapatera prodigiosa, ambas obras con un gran éxito de público y de crítica. Fue precisamente en esta última sala de la Avenida de Mayo donde Federico García Lorca se encontraría por primera vez con el público porteño.

En marzo del año siguiente se estrenó en el Teatro de la Comedia de Buenos Aires su adaptación de La dama boba, obra de Lope de Vega, con Eva Franco como primera actriz. Y la lorcamanía desatada fue tan imparable que ese mismo mes se puso en escena una nueva versión del Retablillo de don Cristóbal y doña Rosita, escrita expresamente para esta representación. El propio Lorca fue contratado para leer públicamente fragmentos de Yerma en numerosas funciones colmadas de público.

Pero no solo su actividad argentina fue de carácter teatral. Muchas conferencias poblaron su agenda, en una gira que incluyó varias provincias. Algunos de los temas de sus disertaciones fueron: “Cómo canta una ciudad de noviembre a noviembre” o “Juego y teoría del duende”. Pablo Neruda, en su libro de memorias Confieso que he vivido, recuerda una charla que dieron a dos voces en la sede del Pen Club en Buenos Aires, en homenaje a Rubén Darío.

Al poco tiempo de su llegada a Argentina, Lorca escribió a sus padres: “Estoy abrumado por la cantidad de agasajos y atenciones que estoy recibiendo, aquí en esta enorme ciudad tengo la fama de un torero”. En Buenos Aires haría muchos amigos: celebraría el compartido oficio de titiritero con Javier Villafañe, leería poemas hasta la madrugada con Raúl González Tuñón, caminaría los barrios porteños con Edmundo Guibourg, haría una excursión al Tigre con Pablo Neruda –quien por entonces era cónsul de Chile en Buenos Aires–, iría a un baile de disfraces en la casa de Oliverio Girondo y Norah Lange, y se cruzaría al Uruguay para visitar a Juana de Ibarbourou.

Durante todo el tiempo que estuvo en Buenos Aires, se alojó en la habitación 704 del hotel Castelar, ubicado a unos cien metros del teatro Avenida. Una placa en el frente del hotel sigue recordando esa histórica visita. En el segundo subsuelo del hotel funcionaba radio Stentor, en la que García Lorca era asiduamente invitado a leer poemas. Su voz en las cintas de una radio hoy desaparecida es uno de los muchos rastros que se han perdido, pero otros tantos han quedado en la memoria cultural de un pueblo que ha vuelto el nombre de Federico García Lorca sinónimo de poesía.

Relatos sobre Casira

Relatos sobre Casira es un libro que reúne una serie de trabajos que se han desarrollado alrededor de este pueblo alfarero. Es una instancia de acercamiento guiada por un cuerpo heterogéneo de autores. En un gesto generoso, cada uno de ellos comparte su propia trayectoria, sus observaciones y reflexiones.

Este libro confía en la potencia de vincular textos e ideas que circulaban por caminos inconexos, busca generar un espacio en el que convivan las palabras de admiración de un ceramista consagrado, los datos sistematizados de fragmentos cerámicos hallados en excavaciones arqueológicas, recuerdos de infancia de una casireña, crónicas de quien observa una quema y se siente testigo bendecido, por mencionar solo algunos. Cuanto más conocemos sobre Casira, mayor es la comprensión de su inabarcabilidad. El entramado que se va construyendo capítulo tras capítulo nos ofrece una imagen tridimensional, un paisaje para mirar no solo de frente sino en sus diversos espesores. Intentan sostener lo múltiple sin negar las tensiones que implica, apelando a una lectura activa, reflexiva y crítica del mundo, o de una partecita muy precisa de él: Casira.

Noticias Relacionadas