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Germán Martínez: el diario de un obsesivo platense

Es periodista, escritor y acaba de publicar su primera novela, Hasta los setenta, en la que el protagonista recibe una revelación divina: morirá a los 70 años.

Es difícil que una ópera prima esté escrita con tanta pericia y soltura, pero Germán Martínez lo ha logrado. Hasta los setenta: diario de un obsesivo plantea un asunto dramático, el de alguien que conoce anticipadamente la edad en la que morirá. ¿Cómo transitar los 15 años que le quedan de vida? ¿Cómo se procesa semejante información? ¿Cómo cambia la relación con el tiempo y el futuro? El autor platense narra las peripecias de su personaje –de raíz autobiográfica– con una prosa ágil, relampagueante y atravesada de punta a punta por el humor.

—¿Qué te determinó a dar el salto a la ­literatura?

—Sin lugar a dudas, la pandemia. Trabajé a distancia, tuve más tiempo y leí vorazmente. Te podría decir que fue el período de mi vida en el que más leí. Y sentí una necesidad ­irrefrenable de escribir. Un deseo incontenible. Lo que más me sorprendió fue la posterior necesidad de publicar. Y, como habrás visto, si bien la novela no es una autobiografía, sí es autorreferencial. Por allí pasa también la ­necesidad de escribirla y publicarla pasados los 50 años.

—La novela invita a ser leída casi de un tirón, ¿la escritura fluyó de la misma manera?

—En buena parte sí. Aunque obviamente iba corrigiendo casi párrafo por párrafo. Y las pruebas de galera y correcciones finales fueron arduas. Pero podríamos decir que fluyó de manera bastante ágil.

—¿La novela significó para vos algún tipo de revelación a la manera de la que tuvo el ­personaje? ¿Te ayudó a mirar las cosas desde otro lado?

—Creo que me ayudó a caricaturizar conductas obsesivas. Rituales que después me enteré que tienen muchos solitarios como yo. Creo que es una historia que genera mucha identificación en gente de 50, quizás 60 y también 40, y en obsesivos. El paso del tiempo, la soledad elegida, la relación con el deseo y el amor. Es una historia atractiva.

—La pandemia está muy presente en el libro y fue el período que disparó su escritura. ¿Hubo algún efecto secundario que ese tiempo dejara en tu vida y que se mantenga presente?

—La escribí ya sobre el final de la pandemia. En cuanto a las conductas que puedan persistir, creo que no terminamos de digerir lo que nos pasó. Como tantas cosas buenas y malas de la vida, la naturalizamos, y quizás con el tiempo podamos darnos cuenta de las huellas que ha dejado. Una buena, para mí, es haberme volcado a la escritura.

—¿La idea de la muerte te perturba o todavía es una abstracción?

—Creo que aún es una abstracción. Lo que nos interpela es el paso del tiempo, y creo que queda bastante claro en la novela. De cualquier forma, lo único que tenemos es el presente y el futuro inmediato, y en esos devaneos, en aprovechar los últimos estertores de “juventud”, es que se mueve el personaje.

—¿Estarías dispuesto a hacer por algo un pacto con alguna fuerza misteriosa?

—Es muy difícil saberlo. La fe que tengo es como la de tantos, plagada de dudas. Y quizás en determinadas circunstancias uno podría, por un bien preciado, dejarse seducir por un pacto. Pero entra en el terreno de la ficción y la fantasía, terreno mucho más cómodo, por otra parte.

Nuevos desafíos

A partir del libro, Germán Martínez decidió administrar de otra manera el tiempo de su vida para dedicarle un mayor espacio a la radio y a la escritura de nuevas historias. Al respecto, el autor afirmó: “Al momento de la publicación del libro empecé a trabajar más tiempo en la radio. No solo por el regreso a la presencialidad, sino porque sumé un programa el sábado por la mañana a la tarea semanal. Es muy difícil aterrizar de la ardua actualidad política, económica y social y ponerse a escribir. Leo. Leo bastante en cualquier recodo que encuentro. Para escribir hace falta más tiempo, pero desde ya que empecé a hacerlo, aunque me gustaría, a futuro, hacerlo mucho más. Es un objetivo”.

—Algunas palabras sobre tu faceta de conductor de radio: ¿qué es lo que más disfrutás de la tarea de hablar frente a un micrófono?

—Hablando de naturalizar, los que hacemos aire desde hace tanto tiempo muchas veces no valoramos ese privilegio. Creo que me ayudó mucho, al igual que la lectura, a escribir, digamos, con cierta dignidad. Con los años vas adquiriendo oficio para llenar ese valioso silencio con palabras. Te das cuenta de que a veces no es la cantidad, sino la calidad, las pausas, el concepto. Obviamente por momentos también el ritmo. Y así como acomodás la voz, acomodás los tiempos y las palabras. Es muy lindo hacer radio, aunque el deseo se me está volcando a la escritura. Veremos si estoy a la altura del desafío.

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