Hambre en pandemia: la sustentabilidad como mecanismo de superación
La llegada del coronavirus provocó el aumento de precios de los alimentos y obligó a poner el foco en los sistemas de producción y consumo.
El miércoles pasado, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) alertó que la situación generada por el coronavirus es “dramática” y provocará una “pandemia de hambre” en América Latina, motivo por el cual destacó la necesidad de establecer políticas públicas que ayuden a reducir estos valores.
En este sentido, desde FAO, el organismo de la ONU abocado a la agricultura y la alimentación, alertaron que el hambre fue una de las principales consecuencias de la pandemia de coronavirus, debido al fuerte aumento de precios promedio de los alimentos.
En concordancia con el relevamiento de la organización internacional, las cifras del Indec posicionan al rubro alimenticio como uno de los que más sufrieron la pandemia. De acuerdo al instituto nacional, en los primeros diez meses del año se registraron aumentos de hasta un 32,5%.
Si bien la mayoría de los productos mantuvieron su precio por el programa Precios Máximos, las frutas, verduras y carnes hicieron que el aumento promedio del rubro fuera de los más elevados.
Asimismo, de acuerdo al último informe de FAO, el costo de los productos alcanzó en noviembre su “nivel más alto en seis años”, lo que obligó a poner el foco en los sistemas de alimentación actuales y la necesidad de implementar nuevos paradigmas centrados en la sustentabilidad.
En diálogo con diario Hoy, Gastón Zappalá, director general del Banco Alimentario de La Plata, explicó que hacen falta tres ejes para hablar de desarrollo sostenible: lo económico, lo social y lo medioambiental.
“Me gusta pensar al alimento como un producto dentro de lo que es el concepto de economía circular, un producto que es útil y funcional en todo su sentido, desde que se piensa hasta que termina su ciclo de vida. Y, una vez finalizado este ciclo, el residuo es reutilizado de alguna manera”, explica Zappalá.
De acuerdo al director de la institución platense, un 40 o 45% de lo que se produce en el sector frutihortícola se pierde o desperdicia. “Ese alimento no se puede echar a perder, tiene que llegar a la gente. Desde el Banco, recuperamos ese producto y le damos un valor agregado: lo congelamos y destinamos a los sectores más vulnerables, dándole un cierre al ciclo”, destacó.
Frente a la necesidad de disponer de un nuevo sistema alimentario, Zappalá asegura que hay que “repensar un modelo distinto al de los años 50”. “Eso de extraer, producir, consumir y tirar quedó obsoleto”, añadió.
Si bien el Banco Alimentario de La Plata registró un aumento en la masa de alimentos donados al comienzo de la cuarentena, también detectaron un incremento en la cantidad de gente que asiste a los comedores, en comparación con los valores prepandemia.
A partir de estas necesidades, Constanza Hasperué, abogada y mentora de la Red Acción Alimentaria, señaló: “Parecería que a nivel mundial se produce la cantidad de alimentos suficiente para alimentar a toda la población, pero el problema está en la accesibilidad y en que ese acceso sea seguro, inocuo y sustentable”. En diálogo con este multimedio, la letrada aseguró que la pandemia “demostró que el sistema actual, dominante y agroindustrial, no es funcional a las crisis, y eso nos lleva a pensar más en cómo generar soberanías alimentarias locales”.