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Joan Manuel Serrat y su adiós a los escenarios

La última gira de su carrera artística es una buena ocasión para ahondar en la relación entre el juglar catalán y su público.

Joan Manuel Serrat anunció recientemente su retiro de la música y todo indica que sería una decisión irrevocable. Su última gira comenzó en Nueva York y terminará en Madrid y Barcelona, en vísperas de año nuevo. En junio, durante un recital que brindó en la Plaza de Toros de Murcia, afirmó: “He venido a despedirme de ustedes, uno a uno. Espero que no sea el último concierto, pero si las buenas circunstancias nos son esquivas siempre podrán decir: Qué acontecimiento. Yo estuve allí. Así que guarden sus entradas, por lo que pueda pasar. Eso sí, no se les devolverá ni un duro. Ah, y se prohíbe toda nostalgia porque todo es futuro”.

El éxito lo acompañó del mismo modo que su bien ganado lugar de ícono popular. Pero desde sus comienzos, él mismo se reconoció como un reivindicador de utopías. A sus 79 años sigue conmoviéndose con la ovación de ese público al que tanto se entregó, pero decidió retirarse a tiempo antes que la gente se retire de él. Quizás los motivos de su permanencia habría que buscarlos en ese respeto esencial con que trata a su público, en ese ida y vuelta de afecto, que le permitió escuchar cuando algo no funcionaba como debiera en las cosas de la vida.

Es evidente que los músicos poseen un universo de claves singulares, no solo en cuanto al contenido de sus canciones, sino también en la utilización del lenguaje. El cantautor español lo atribuye al empleo de vocablos que la gente que no está en la historia no puede entender. En ese sentido, sostuvo: “Supongo que eso viene de que el mundo de los músicos tiene unas características determinadas y unas sociedades muy específicas. Todo esto lo hacemos para crear una barrera de protección delante de toda la agresión que pueda venir desde afuera”. En un mundo absorbido por el sistema de consumo y el maltrato de los ignorantes de traje y corbata que alfombran sus casas con piel de músico, la figura de Serrat emergió como la encarnación más sólida de la coherencia y la rigidez profesional para evitar que los artistas fuesen engullidos como otro producto congelado.

“No puedo cansarme de este individuo que soy, porque realmente no hay otro”, dijo Serrat. A lo largo de su vida, tuvo grandes cambios, momentos difíciles, pero todos han sido obstáculos que no lo obligaron a replantearse su oficio sino la vida en su conjunto. En la época más oscura del franquismo en España, el cantautor tuvo que exiliarse durante 11 meses en México y desde allí fue una de las poquísimas voces que se alzaron públicamente condenando las atrocidades de aquella dictadura; al tiempo que en su tierra natal se orquestaba una feroz campaña de desprestigio hacia él, prohibiéndose la radiodifusión de sus canciones y retirando de la venta sus discos.

Con una lógica enmarcada en su rebeldía y libertad para analizar los tiempos que le tocaron vivir, Serrat embistió más de una vez contra los valores que rigen la sociedad actual. En ese sentido, explicó que los ejes de la moral son el dinero y el poder, los que obviamente no le parecen los más recomendables: “Debemos reconocer que estamos en una sociedad histérica, insolidaria y mezquina. Hasta el punto que detesta la memoria y por eso esconde a los viejos y los considera seres superfluos que ya no cuentan porque no pueden gastar. Pero el ciudadano es poco dado a la autocrítica y solo nos quejamos de las administraciones en vez de ir al fondo de lo que nos ocurre”, declaró.

Sangrar las mismas heridas

El cantautor que rescató del olvido a figuras como Antonio Machado, Rafael Alberti y Miguel Hernández, entre otros, es un ferviente defensor de las nuevas generaciones. Sin ir más lejos, cuando se habla de que la gente joven tiene una actitud frívola hacia lo que ocurre, Serrat es el primero en discrepar; porque cree que tienen un compromiso inclaudicable que surge de unos hechos conquistados y que tienen asumidos perfectamente, sin tener la necesidad del sacrificio para llegar a eso. Como si hubiera contemplado el valor de lo que durará para siempre, alguna vez explicó: “He aprendido que todos sangramos por las mismas heridas y la sangre es del mismo color”.

El 19 y 20 de noviembre Joan Manuel Serrat dará sus dos últimos conciertos en nuestro país. Se extrañará mucho ese beso en la boca que nos daba la vida cada vez que lo veíamos subir a un escenario.

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