cultura

La aventura de la actriz y el coreógrafo

Cipe Lincovsky fue una de nuestras mayores actrices, Maurice Béjart fue uno de los grandes representantes del ballet moderno. Juntos hicieron un espectáculo histórico

"Che: Quijote y bandoneón, se llamó la obra con la que recorrieron el mundo Cipe Lincovsky y Maurice Béjart. Se reencontraron después de diez años para planear cada uno de los detalles de este espectáculo que permanece en la memoria de quienes pudieron verlo en los numerosos escenarios del mundo en que fue montado.

Maurice Béjart había nacido el 1 de enero de 1927. A los 18 años ya integraba el cuerpo de baile de la Opera de Marsella. A los 29 años hizo su obra maestra, la coreografía de La consagración de la primavera, en el Teatro Real de la Moneda, en Bruselas. A partir de allí se sucederían casi doscientas obras hasta que la vida lo acercara a una gran actriz argentina. Béjart ya había bailado sobre un escenario Astor Piazzolla, pero quería hacer tango clásico. Cipe Lincovsky le propuso abordar a Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese y Eladia Blázquez. La relación de Cipe y Eladia era de antigua data. La compositora había escrito el tango A pesar de todo, para un unipersonal de Cipe Lincovsky al que una bomba en el teatro Estrellas puso fin. Pero no terminaron allí las colaboraciones, para una gira en el exterior Eladia Blázquez le compuso Tengo el corazón mirando al sur y para el espectáculo que estrenó para el regreso de su exilio, Prohibido prohibir. Por esa razón, la compositora de tanto no podía estar ausente en esta aventura que Cipe Lincovsky protagonizaría con Maurice Béjart. A los pocos días que le hiciera la invitación, mientras Cipe Lincovsky aun estaba en Nueva York, Eladia Blázquez le cantó por teléfono lo que sería la síntesis del espectáculo: “ Quijote, sos ahora un adjetivo del que sueña y está vivo y no deja de soñar”.

El espectáculo se estrenó el 28 de febrero de 1998, el mismo día que comenzó la guerra de Kosovo. Aunque estaban a miles de kilómetros de distancia, el público parecía aferrarse a la utopía de Cervantes, y a los poemas de Miguel Hernández y Federico García Lorca que escuchaban para ahuyentar ese horror que les llegaba a ramalazos. Eran, sobre escena, trece bailarines –ninguno mayor de veinticinco años–, un bandoneón y una actriz. Octavio Nahuel era por entonces un joven bailarín porteño que encarnaba al Che Guevara.

En los afiches, tanto en Berna, en Hamburgo, en Namur o en Nueva York, se leía “Cipe Lincovsky, una leyenda del teatro”. Es que esta actriz argentina había tenido un recorrido internacional fulgurante que la prensa argentina se había ocupado de desconocer. En Jerusalem debutaron con el espectáculo, en el año 2000, y en la tapa del principal diario local se veía a Maurice Béjart y Cipe Lincovsky, saludándolos como a dos genios del arte mundial.

Este reencuentro dio una gran solidez a la relación entre ambos. Hacia fines de la década del 80, ya habían hecho juntos Nijinsky clown de Dios, en el que la actriz argentina compartía escenario con el bailarín Jorge Donn, dirigidos por Maurice Béjart. En esa oportunidad, Cipe Lincovsky no solo cantaba e interpretaba poemas, sino también bailaba. Para el nuevo desafío, también tenía que bailar. Ella le dijo a Béjart: “Nunca somos los mismos que diez años atrás”. Él, sonriendo, le puso una mano en el hombro y le contestó: “Vas a bailar igual”. Y así fue.

Al final del espectáculo se producía algo misterioso. No era un final a toda orquesta. Por el contrario, Cipe Lincovsky cantaba a capela, mientras los bailarines la acompañaban, y luego salían todos sobre la carreta de Madre Coraje, como si el personaje de ella, apostando por la vida, hubiera arrancado a esos jóvenes de la guerra.

En marzo del '99, mientras ella estaba actuando en Israel, recibió un llamado de Maurice Béjart preguntándole: “¿Cuál es el papel que más le gusta?”. La actriz se quedó pensando y contestó Madre Coraje, porque de joven hizo el papel de la hija y luego el de la madre. El coreógrafo le replicó de inmediato: “¡Bueno, empezamos y terminamos el espectáculo con Madre Coraje!”. Cuando cortó, Cipe Lincovsky se quedó pensando, ¿cómo va a unir la madre con el Quijote, con el Che, con los tangos?. Al poco tiempo comprobaría que, sobre un escenario, ese hombre todo lo puede hacer.

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